Futuro

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El olor del amanecer me acompañó todo el camino hasta mi destino. Aquel encuentro me generaba más terror que no saber qué escribir. Mi cerebro ya ni siquiera funcionaba, no había palabras coherentes en él; sólo se limitó a mantenerme vivo y en movimiento, y sí que me movía. Se había rehusado a contarme la identidad de mis verdaderos padres; me dijeron que lo mejor era que lo viviera por mí mismo, aunque yo me ocupé de registrar cada rostro que veía para descartarlo. No era él, ni él, ni ella, ni ellos, ni siquiera los que me generaban más expectativas. Uno no elige a los padres y yo me lo estaba pensando. De todos modos, ni siquiera me aseguraron que ambos estuviesen vivos. O quizás sí, pero en esos momentos todo era tan confuso que no era capaz de formular una hipótesis coherente y fundada.

El río se hizo visible y sentí la frescura que traía consigo. Su música tapaba unas voces que no lo habían notado llegar, y mis ojos se negaban a desviar su objetivo; si lo intentaban, la imagen se desenfocaba. Continué moviéndome entre pasos ciegos y dejé que la naturaleza me guiara.

De repente, todos los sonidos se apagaron y quedó todo muy claro. Los había reconocido. ¿Y ahora? Sin darme cuenta, mis párpados estaban combatiendo con mis ojeras, haciéndolas más profundas y marcadas.

Era consciente de que debía enfrentar la situación, mas saber y actuar conforme a los razonamientos lógicos eran cosas distintas.

No podía ser posible que después de todo lo que había vivido, de todos los riesgos que había enfrentado, esto me resultara difícil, porque no lo era.

Esta vez, los rostros tenían nombre y no los consideraba extraños. Eran Geluk y Waarheid, la pareja que había aparecido en su conversación con Kyya y Lout en su primer día en la aldea. Desde entonces, el contacto había sido mínimo pero, ahora que comenzaba a comprender, los había atrapado varias veces mientras me observaban con detenimiento. Y todo cobraba sentido al fin... Bueno, no aún.

—Dum... —dijo Waarheid en un susurro.

Por unos largos segundos, creí que estaba experimentando un momento de suma importancia en mi vida y que la alegría no haría más que crecer y crecer, y ahí fue cuando Waarheid tuvo que implementar las palabras. Ni siquiera yo había hablado, o pensado, para ser exacto. Nuestras miradas se habían convertido en lo más incómodo que me podía imaginar y sólo me urgían ganas de salir corriendo a mi extraña y lenta manera.

Di un paso atrás y me volví al agua. Me reflejaba en ella, aunque mi figura se deformaba por el movimiento. Al río no le preocupaba el pasado ni el futuro. Él sólo dejaba que las cosas fluyeran y que la basura se fuera lejos. Todo pasaba y, si bien el destino estaba lejos, continuaba sin rendirse. Deseando ser él, enfrenté mis miedos... pero mirar fue demasiado para mí, así que me sumergí en el frío.

***

No sé bien quién me sacó de allí, o quién fue el que calentó el aire a mi alrededor, pero le estaba agradecido. El río me había dado respuestas y ya no necesitaba permanecer en él. Realmente no tenía ganas de decidir si esas dos personas que se hallaban junto a mí iban a convertirse en mis padres —de hecho, ni siquiera lo intentaría ahora —, pero sí sabía que deseaba quedarme en Maan y, para mi desagrado, volver a Somb era la única posibilidad de construir un hogar.

—Dum, si quieres, algún día te enseñaré a nadar —dijo Kara, cuya presencia ni siquiera había notado. La idea no sonaba para nada mal, incluso si los conocimientos ya los poseía y sólo necesitara aplicarlos correctament, mas ese día tendría que esperar un poco. 

Me paré y caminé tambaleándome gracias a la irregular naturaleza del suelo.

— ¡Espera! 

En un segundo, Kara ya lo había alcanzado, por lo que no pudo rehuir de su mirada. De todos modos, ella no le dio un pie para que pudiera excusarse. 

—Entiendo que esto debe de excederte, pero...

—Voy a guiarlos a Somb —la interrumpí antes de que fuera tarde.

—Em... eh... qu...

—Y los representaré.

Yo continué pero ella se quedó atrás por sólo unos momentos.

— ¿Estás diciendo que ayudarás a mi gente para que no muera de hambre?

Nuestra gente. 



Siete CartasOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz