Pisadas

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La hora posterior al atardecer me parecía la más fría de todas, aunque todos me aseguraban que en verdad no lo era. Esta vez, por la ansiedad y los nervios me movía de un lado para el otro. Conseguí, así, que mi temperatura corporal aumentara considerablemente o, al menos, dejé de prestarle atención. 

Se suponía que estaban decidiendo qué hacer conmigo y mi propuesta, aunque también se suponía que ya lo sabían desde hacía tiempo, si no, de otra manera, yo no estaría allí. 

— ¿Es verdad lo que dice Kara?

Me volteé conociendo bien a quien me hablaba.

—No sé lo que dice Kara.

—Que los guiarás a Somb, que volverás.

—No volveré, Yerg. Sólo pisaré esas cuevas una vez más. 

Ella se rió como si se hubiese desacostumbrado a sus actitudes. Sin embargo, a ese gesto le siguió una mueca algo extraña. Quizás, la había sorprendido... o decepcionado. Con sólo pensarlo se me quitaban las ganas de ir, pues ella me había apoyado y acompañado en todo ese proceso. Su desaprobación significaba que podía estar defraudándome a mí mismo sin notarlo.

— ¿Quieres que te acompañe? —dijo en su lugar, movilizándome un poco.

—No es... no es necesario.

—Puedo acompañarte de todos modos.

— ¿Es que tú si quieres volver?

— ¿Qué? No, yo no...

De repente, se dio cuenta de que lo había negado con demasiada certeza. Se tapó la boca y cerró los ojos avergonzada: se había olvidado por un instante de su familia y de las cosas buenas que había vivido en la ciudad. Se sentía más cómoda allí, pero no era como yo.

—No tienes que ir si no quieres.

—Debería querer ir... Aunque sí quiero ver a mi familia.

—Pero no en ese lugar —deduje.

—Exacto.

—Entonces quédate y sigue descubriendo tu vida aquí.

— ¿Y tú te irás para dejar de descubrir tu vida? 

—Me voy para preservarla. Tú tienes que quedarte para hacer lo mismo. Si regresas, no sé si lo resistirás.

— ¿El qué?

—Todo: tus raíces, tu familia, tu pasado, tus costumbres... Estás acostumbrada a los hábitos de ese lugar, nada se sale de su lugar nunca, no hay sucesos inesperados.

—Yo estoy salida de lugar, pero no aquí.

— ¿Es que realmente sabes lo que es encajar? ¿No tienes miedo de que tu historia se repita?

— ¿No estarás hablando de ti mismo?

—Podría ser, salvo por el hecho de que yo nunca busqué compañía. La soledad está bien para mí.

—A veces nos decimos lo que queremos oír —susurró sin apartar sus ojos de los míos.

Antes de que pudiera decidir quién tenía razón, se había marchado con un andar lento... triste.

***

En total, los viajeros seríamos diez, incluyendo a mis padres biológicos, lo cual me incomodaba un poco... bastante. Yerg se quedaba atrás, siguiendo mi sabio consejo.

La extrañaría en ese trayecto, al igual que a Kara. ¿O las necesitaría? Yo no solía necesitar a nadie más que a un carboncillo y algo de papel, pero la realidad simplemente me excedía. ¿Sería capaz de encontrar una respuesta ingeniosa a los problemas que estaban por venírseme encima? Porque las últimas palabras de Yerg me hicieron dudar, tanto de mí como de la vida. Y el asunto de mis orígenes no ayudaba en absoluto. Sin embargo, la decisión ya estaba tomada y tendría que arreglármelas solo, pues estaría solo; los demás no contaban para mí. No debería ser tan difícil, ya que, después de todo, era algo que llevaba haciendo toda mi vida y, aun así, me costaba horrores, me daba miedo. ¿Y si realmente no me conocía a mí mismo? ¿Y si toda esta situación va a definir quién soy en verdad? En ese caso, quería hacer las cosas bien, quería ser quien tenía que ser pero, a la vez, sentir que ser esa persona estaba bien. Tal vez, Somb era justo lo que necesitaba para descubrirlo... solo.

En los días en que se tardó en organizar todo, no experimenté ningún cambio ni recibí ninguna iluminación. Eso me lo esperaba, pero me extrañaba que Yerg no se hubiese acercado a pedirme que enviara saludos suyos a su familia al menos. Incluso me la crucé varias veces, mas fue inútil que la mirara. Se había enojado conmigo por una simple discrepancia y, por eso, iba a derrochar una gran oportunidad. Es decir, ¡quizás nunca volveríamos! Quizás, ellos ni siquiera aceptaban el trato y toda mi vida pasaría a no significar nada...

Con esto en mente, partí junto con mi grupo y recordé lo largo que era el viaje, aunque ya no se sentía igual de agotador, pues había tomado la costumbre de caminar y de soportar poco a poco la luz. De todos modos, ya no poseía ese impulso que me llevó a encontrar Maan, esa corazonada inexplicable.

En cuanto llegamos a los túneles de los topos, no los tomamos, lo que me desilusionó, pues estaba esperando poder encontrarme con seres más agradables con los que estaba conviviendo. Aunque, en realidad, ellos no eran el problema. Simplemente estaban cerca mío cuando quería gritar y hacerme mil preguntas sin que nadie me preguntara nada. Los topos parecían ideales para eso, por no mencionar que eran más listos que muchos humanos.

A lo largo del camino, fueron desplegando sus diferentes poderes para que la naturaleza guiara su camino. Yo, mientras tanto, me seguía asombrando y continuaba aprendiendo de ellos, pero no dejé de hacer lo que más me gustaba, no dejé de intentar mejorar en ello.

Cuando ya estábamos tan cerca que incluso podía verse a lo lejos el gran árbol muerto, de repente, el suelo se levantó bajo nuestros pies. Algunos trastabillaron pero no cayeron; yo fui la excepción. Estaban extrañados y tranquilos a la vez. Me relajé un poco en cuanto se asomó un pelaje oscuro y grande y... y una piel oscura... Era Yerg subida a un topo.

— ¿Qué haces aquí, Yerg? —le preguntaron.

— ¿Les molestaría si hablara a solas con Dum? —dijo ella como respuesta.

Me asombré un poco, pero todos los demás parecieron comprender a la perfección y se alejaron. Yerg, con su gran altura, se colocó frente a mí y me miró a los ojos fijamente.

—Dum, yo no necesito ir allí —comenzó—. De hecho, creo que no me hará bien, pero se nota que tú si lo necesitas, más de lo que te das cuenta y... y no voy a dejarte solo.

—Estoy bien así. Gracias por la preocupación —repuse con el escaso sarcasmo que me quedaba.

—Bueno, si tú dices que estás bien, no discutiré contigo, no ahora, mas deberás demostrarme que así es, que nada de esto influye en ti.

Sabía que lo lamentaría, pero acepté el desafío, lo acepté y fingí ser... Dum, pues, al final del día, hasta una roca tenía más energía que yo. Al menos, había captado algo de lo que había estado observando en la aldea. 






Siete CartasOnde histórias criam vida. Descubra agora