32. Dejarte ir nunca fue fácil.

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NARRA JULIETTE

—¡Eres un idiota! —exclamo deshaciéndome su agarre. Me levanto del sofá en un salto. Paso mi mirada aterrada por todos lados.

¿Qué hizo? Lo veo pararse también.

—Quedamos con el plan B y lo hice —bufa algo molesto.

Puede irse a la mierda el plan B.

—¡Debemos impedirlo! —vuelvo a gritar perdiendo los nervios.

No podemos separar así a Cameron y a Acacia. Mi hermana me odiará de por vida. Más de lo que ya me odia, si es aún posible. No estoy dispuesta a perder a dos personas.

Tomando una decisión, muy precipitada, corro fuera de la habitación. Puedo sentir los pasos de Hunter pisándome los talones.

—¡Espera, Juliette! —exclama pero yo ya he saltado los últimos escalones restantes.

Debo detener esto.

Cameron Thompson no puede irse a Francia bajo ningún motivo.

Una vez fuerza de casa, una fuerte brisa amenaza con literalmente, tirarme, pero aún así corro hacia la casa de los Thompson. No me preocupo por Hunter. Siempre he sido más rápida que él. No veo porque hoy debería cambiar.

—¡Juliette!

Toco la puerta de su casa y espero impaciente en el porche. En eso, llega Hunter. ¿Acaso no puede ayudarme a recoger sus platos rotos?

—Espera. No hagas nada tonto.

Qué alentador.

—Tonto es lo que hicimos —espeto dándole una rápida mirada ya que me encuentro pendiente a la puerta, impaciente por que Theresa la abra. Sé que está en casa, siempre lo está a esta hora.

—Tienes que escucharme. Hay cosas que no te dije. Cameron no es quien...—

Se ve interrumpido cuando la puerta se abre abruptamente. Ahí se encuentra Theresa. Con su pijama que consiste en un camisón y una manta entre sus hombros que ahora cuelga por sus brazos. Nos observa con curiosidad a los dos, más que curiosidad, intriga.

—Theresa, hay algo que debo decirte —suelto rápidamente mientras me acomodo mentalmente. No entiendo porque mis manos comienzan a temblar y de repente me encuentro muy nerviosa.

¿Qué me sucede?

Theresa me mira con intriga. Ahora que lo veo, Cameron y ella son muy parecidos. Ojos azules electrizantes, tiene el cabello castaño oscuro y las facciones de su rostro no muestran a una mujer de cuarenta y tantos, probablemente la confunden con una de treinta. De lo poco que recuerdo al padre de Hunter, bueno, él se parece más a su hijo mayor.

—Mamá —se adelanta Hunter al ver como estoy. ¿Me habré quedado callada tanto tiempo?—. Las pastillas que encontraste en el cajón de Cameron no eran de él, eran mías.

¿Por qué hace cinco segundos estaba tan seguro en detenerme y ahora es el que está confesando todo?

Theresa suspira con cansancio y se hace a un lado, dejándonos pasar. Eso hacemos los dos en silencio, y muy confundidos. ¿No tiene nada para decir?

—Ya lo sé.

Me quedo desconcertada por unos momentos.

—¿Ya lo sabes? —inquiero y miro a Hunter. Está tan asombrado como yo.

—Sí. Hijo, no soy tonta —responde con una mirada incrédula—. Esas pastillas son de caramelo.

¿Es que Hunter entrena para ser idiota? ¿Pastillas de caramelo?

La Tregua Perfecta (Completa) (BORRADOR)Where stories live. Discover now