27. Una fresca libertad

1.7K 332 22
                                    


—Cuida de mi hermano, por favor —te pidió Leira antes de abordar el tren.

Por un instante creíste que rompería a llorar, pero si es que lo hizo ya no pudiste verlo. Aunque no querías que se fuera, entendiste porqué Levan la dejaba partir. No era sólo que ella no compartía aquel don que los hacía únicos, sino que su sola presencia la convertía en un instrumento para dañarlos a cualquiera de ustedes.

Y ustedes ya habían perdido suficiente.

Levan era, en definitiva, el más devastado con esta separación. Sin embargo, con la misma madurez con la que lo habías visto asumir cada una de sus decisiones, también se sobrepuso a esta con una rapidez destacable. De hecho, te sorprendió cuando te informó que estaba asumiendo el puesto de administración de un negocio local en el entretiempo.

—¿Qué? —inquiriste, descompaginada—. Y ¿qué hay del boticario?

—Esto es temporal —te explicó—. No sabemos cuánto se demorará él en aparecer, y por más que tenga reservas de dinero, no puedo despilfarrarlo a diestra y siniestra de forma indefinida. Tengo que hacer algo también ¿no?

—¿Y qué negocio es?

—Una florería.

—¿Vas a vender flores? —cuestionaste con un tono de mofa.

—No directamente... pero te puedo contratar si quieres, para que hagas algo con tu tiempo también —agregó con cierta jactancia.

Levan era punzante cuando quería insistir en un punto. Pero, por más fastidioso que fuera, tenía sentido. Sin embargo, jamás ibas a aceptar trabajar para él, más por una cuestión de obstinación. Pensaste que tener una actividad te iba a dar algo en qué distraerte y sería más útil que permanecer en la habitación del hotel macerando recuerdos del pasado. Y abrumándote por la ola de horrores que estaba asediando la ciudad.

—Creo que lo que está sucediendo en la capital forma parte del juego de Éran —dijiste entonces, liberando por fin aquella sospecha.

Habían sido un par de líneas en el periódico las que te permitieron hacer esa conexión. Podía haber pasado desapercibido para cualquiera, pero para ti fue algo significativo. Aquel diputado que había amanecido descuartizado en un recoveco de la ciudad había sido una persona eminente del pueblo de dónde provenía. Un héroe local que había librado a su poblado de tres feroces bestias. De alguna manera, esa anécdota lo había propulsado para ser un líder prominente, y al emigrar a la ciudad, se había hecho un nombre en los círculos adecuados. Una letanía de pasos afortunados.

Era el monstruo de una de las historias de Éran. En principio pensaste que el terrible desenlace de esta persona se debía a una suerte de justicia poética. Sin embargo, ¿acaso no gustaba Éran de disponer de sus clientes para conseguir un mayor beneficio por otro lado?

—Es sólo una conjetura —finalizaste, pero Levan permaneció pensativo.

—Nunca había imaginado un fin ulterior a todas sus maldades —opinó él—. Hemos visto de cerca los pactos que hace, pero si lo vemos panorámicamente, tal vez lo que ha buscado desde el principio era algo más que hacerse de una red de clientes importantes. Siempre hay conflictos en toda sociedad, y él, que siempre ha buscado sonsacar lo peor de las personas ¿qué lo detiene de convertir un caos natural en una verdadera anarquía? Convertir una situación desde ya muy mala en algo mucho peor.

Aquella suposición vino acompañada con un presentimiento escabroso. ¿Acaso esos incidentes podían tornarse aún peores?

Por un breve instante te planteaste ir a buscar a Éran en un rumbo indefinido pero tú misma desechaste esa idea. Los destinos del boticario eran tornadizos e imprevisibles y tú aún no tenías la respuesta a lo que necesitabas para hacerle frente. El único lugar al que siempre regresaba esporádicamente era la capital. Así que decidiste tomarte ese tiempo para esperar e indagar más sobre él.

Dejaste de hospedarte en hoteles y te instalaste en un apartamento. Luego conseguiste hacerte de las tutorías personales de algunos niños. Eras versada en varias materias, aunque por supuesto, siempre preferirías las letras, y adicionalmente, sabías tocar muchos instrumentos musicales. Todo eso vino con la fina instrucción que habías recibido, sin embargo, nunca te habías planteado aplicarlas de esa manera.

Aquellas decisiones asentaron una atmósfera definitiva a todo, pero también tuvieron un efecto que no habías anticipado. Uno positivo. De repente, fuiste consciente de tu propia independencia. Desde hacía tiempo que tomabas decisiones por ti misma, pero esto era diferente. El valerte por ti misma, sin estar supeditada a una fortuna que no había sido labrada por ti, tenía sabor a una fresca libertad. A no estar sujeta a nada por primera vez.

Fue un respiro afortunado para ti, y uno necesario. La espera, aunque mortificante, fue bastante plácida mientras te adecuabas a ese nuevo ritmo de vida.

—Y sucede que yo gano más que tú —te vanagloriaste un día durante el almuerzo.

—Sólo por unos quinientos, Ro —apuntó Levan, con un fastidio que disfrutaste—. Además tú tienes varios trabajos, yo sólo uno.

Aquellos meses, a pesar de las noticias inquietantes que se tornaban más comunes de oír, y de la incertidumbre por el regreso del boticario. Te sorprendiste al encontrar espacios como ese. Tranquilos y amenos, los esperabas cada día. Un pasatiempo que no dejabas pasar era befarte de Levan. Era algo que valía enteramente la pena, pues él no era de los que permanecían tranquilos sino también regresaba el golpe. Y ese contrapunteo era entretenido para ambos, sobre todo para el ganador de turno.

Supiste que el tono de su plática se tornaría serio cuando su semblante se ensombreció de pronto.

—Él está en camino, Ro —dijo en un susurro—. Eso he oído.

Los dos callaron. En el aire flotó el acuerdo tácito que los unía. Sabían que la próxima vez que el boticario apareciera, se enfrentarían a él. De repente, tuviste la impresión de que el reloj contaba en regresiva. Tal vez sería la primera y la última vez que encararan a Éran.

—He estado pensando en algo —iniciaste de pronto—. No somos los únicos, Levan. Hay alguien más que también lo busca.

Cuando él no respondió de inmediato supiste que también había estado pensando lo mismo, pero él tenía más reparos que tú.

Sin embargo, si esta iba a ser la última vez, si luego ya no habría nadie que se pusiera de pie para enfrentarlo, entonces tendría que valer la pena. Pues, si esto era un juego, todas las piezas merecían estar en el tablero.


El boticario de las almas perdidasTahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon