27. Animal

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Elliot estaba tan cansado tras su noche en el burdel, que no despertó hasta mediodía

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Elliot estaba tan cansado tras su noche en el burdel, que no despertó hasta mediodía. Tras un apresurado almuerzo en la posada donde se alojaba, visitó a Ratza-Mûn en los establos. Relinchaba y movía la cabeza de forma, lo que le hizo saber que estaba inquieto. Aunque lloviznaba, decidió salir con él a pasear para que estirara las patas.

Las calles estaban más vacías que el día anterior y nadie se fijó en ellos. Abandonaron Trebana hacia el norte, hasta las playas. Allí dieron con una cala vacía donde cabalgar sin que nadie los molestara.

Fue agradable y le ayudó a evadirse de los problemas.

Cuando regresaron, aprovechó para pasar por el puerto y preguntar si había algún barco de pescadores donde trabajar. Prefería eso antes que unirse a una tripulación pirata, pero no tuvo suerte. Se dirigió entonces al Distrito de los Almacenes y los Astilleros, pero en cuanto vieron sus manos tersas y poco acostumbradas al trabajo, le negaron un oficio.

Solo restaba el Distrito del Comercio donde vendían todo tipo de mercancía robada y tampoco era lugar para él.

Regresó con Ratza-Mûn a la posada cuando comenzó a oscurecer. Subió a su habitación para asearse y volvió a salir rumbo al burdel de Milena.

La Dama Costera estaba más lleno que la noche anterior. Elliot supuso que se debía a "la carne fresca" que oyó mencionar a unos hombres. Un eufemismo para referirse a la reciente venta de esclavos.

Con una mueca de desprecio, se abrió paso hasta la barra y llamó la atención de una camarera.

—¿Sabéis dónde puedo encontrar a Milena?

Asintió y salió en su busca. Apenas unos minutos después, la vio aparecer sonriente tras la barra. Se recogió la falda y saltó al otro lado.

—¿Me buscabais?

—Así es. ¿Disponéis de un lugar más privado para hablar? —preguntó dejando a un lado su bebida.

Ella lo miró divertida.

—Estáis en un burdel; este lugar está lleno de lugares privados. Seguidme —dijo tomándolo de la mano.

Lo guio escaleras arriba hasta el segundo piso. Tal y como sospechó en su primera visita, allí se encontraban las alcobas.

Se esforzó por ignorar los gemidos de placer que le llegaban debido a su oído privilegiado, pero le fue imposible.

Cuando al fin se detuvieron, Milena lo invitó a pasar a una de las habitaciones. Era pequeña y recargada, además olía a perfume barato. La cama con dosel estaba llena de cojines de terciopelo; el suelo de madera estaba cubierto de alfombras; y había un diván donde Milena fue directa a tumbarse.

—Aquí podremos hablar con calma, poneos cómodo.

—No me quedaré demasiado. Solo quiero saber si averiguasteis algo acerca de Gabriela.

Los eternos malditos ✔️ [El canto de la calavera 1]Where stories live. Discover now