46. El mausoleo

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Aunque la tripulación mantuvo la esperanza, a mitad de su travesía el clima empeoró abruptamente

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Aunque la tripulación mantuvo la esperanza, a mitad de su travesía el clima empeoró abruptamente. El mar se tornó gris, revuelto por los vientos huracanados que amenazaban con volcar la fragata. El cielo se derramaba en forma de aguacero, congelándolos hasta el tuétano de los huesos.

La tripulación de Smirnova Hurwood trabajaba a destajo, vampiros y humanos, en perfecta coordinación.

La capitana daba órdenes desde su camarote y Sandor Ohrul las hacía llegar a todos y cada uno de los piratas. Llegado un momento, Elliot y Bruma tuvieron que abandonar su posición de pasajeros y salir a arrimar el hombro. Se encargaron de fijar toda la carga al suelo, para evitar que La Viuda se desequilibrara o el cargamento golpeara a la tripulación. Ahora lo más importante era achicar agua y asegurarse de que las velas estuvieran firmemente plegadas.

Navegar se convirtió en un infierno helado y caótico. La cubierta estaba inundada y no fueron pocos los piratas que resbalaron. Algunos tuvieron suerte y pudieron agarrarse para mantenerse dentro del navío, pero otros no tuvieron tanta suerte.

Bruma los vio perderse en lo más profundo del negro océano, encaramada al mástil de la mayor. Acababa de asegurarla junto con otros piratas, cuando cayeron. Ella logró llegar a la cubierta y buscó a Elliot, preguntándose si el destino habría escogido por él y lo había lanzado al mar, como deseaba.

Pero no.

Lo encontró en el castillo de popa. Aferrado al timón junto con otros piratas que luchaban por mantener el rumbo.

Desató la cuerda que la anclaba al mástil y corrió hasta Elliot. El suelo era una trampa resbaladiza que podía costarte la vida, y llegar al timón, una carrera de obstáculos.

Aunque debía mantener su naturaleza en secreto, consideró que nadie se percataría en medio de la tormenta si hacía uso de su licantropía.

Cuando sus ojos se iluminaron, sus manos mutaron en garras que pudo hincar en la baranda de madera para mantenerse en pie. Contra viento y marea, logró llegar al castillo de popa y se unió a Elliot en el timón.

Él la miró aliviado, con sus ojos frondosos inundados por la tormenta ante ellos. Por un momento, también creyó que había caído.

Ambos se concentraron en inmovilizar el timón. Elliot sentía las palmas arder debido a la fricción. Gracias a Bruma, pudo permitirse soltar una mano y revisar la brújula que se había guardado en su bolsillo y corregir el rumbo. Era esencial entrar al Archipiélago del Ocaso por el lugar correcto o la Corriente Meridional los arrastraría al Fin del Mundo.

Mantuvieron su posición durante lo que pareció una eternidad, hasta el límite de sus fuerzas. Cuando salieron de la tormenta, el oleaje disminuyó y el viento se apaciguó como si, de pronto, se hubiera apiadado de ellos. Sin embargo, el cielo continuaba cubierto de nubes y la niebla serpenteó desde el mar y reptó por el casco hasta subir a bordo.

Los eternos malditos ✔️ [El canto de la calavera 1]Where stories live. Discover now