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Mi cuello picaba demasiado.

La bufanda era jodidamente caliente y la tela rozaba con mi piel: que estaba empezando a humedecerse por el sudor.

Tenía ganas de quitármela de encima, pero no podía, no hasta llegar a mi casa.

Trataba de distraerme componiendo en mi cuaderno. En todo ese tiempo ya llevaba un cuarto de una canción, estaba estresado. Dejé de escribir y repasé la letra:

En un rincón de mi memoria hay un piano marrón
En un rincón de mi hogar de la infancia hay un piano marrón
Recuerdo que entonces era mucho más alto que yo
El piano marrón por el que fui atraído
Miré hacia arriba y lo anhelaba
Cuando lo acaricié con mis pequeños dedos
''Me siento tan bien mamá, me siento tan bien''
Solía tocar de cualquier manera en las que fueran mis manos.

Sentía que iba bien.

–¿Qué sucede, Noona? –me susurra JiMin para que sólo yo sea capaz de escucharlo. Cerré mi libreta inmediatamente.

Estábamos sentados en los pupitres del salón de clases.

–Nada –mi mano frecuentemente viajaba a mi cuello para rascarlo.

–Te veo desesperada.

–Es por la bufanda, JiMin.

–¿Y por qué no te la quitas? –inclinó su cabeza a un lado mientras hace un mohín.

–Porque... no quiero –desvié la mirada y me crucé de brazos.

El timbre que indicaba el fin de las clases sonó y todos los animales que se hacen pasar por estudiantes salieron rápidamente, al igual que el profesor.

Yo apenas agarraba mis cosas y todos ya en sus casas, típico. Me levanté de mi asiento y JiMin imitó mi acción, pero optó por sentarse encima de la mesa del pupitre, haciendo que sus pies colgaran.

–Estás empezando a sudar.

–Créeme que lo sé.

–¿Y por qué no te la quitas?

Le volteé a ver de mala gana y él me hizo un puchero.

–¿Y tú por qué no dejas de hacer eso? –le señalé a la cara.

–¿Qué cosa? –dijo pronunciando más el puchero–. ¿Esto?

–Park JiMin, no me provoques.

–Oh –dijo con aire inocente–, así que esto te provoca.

–Más bien, me irrita.

–A mi me parece que te gustan mis pucheros, Noona –comenzó a acercarse peligrosamente a mi y con una sonrisa arrogante.

Decidí seguirle el juego, me acerqué a él de la misma manera, viéndolo a los ojos. Apoyé mis manos en el pupitre, a ambos extremos de Jimin, y comencé a acortar distancias entre nuestros rostros; pero cuando nuestros labios estaban casi rozándose, lo empujé para que cayera del pupitre.

Estaba llorando de la risa mientras él se quejaba del dolor.

–Noona, no te rías, mejor ayúdame –estiró su mano y la tomé para que pudiera levantarse del suelo, pero el maldito jaló mi brazo derribándome encima de él.

Estábamos en una posición muy comprometedora. No sabría decir quién de los dos estaba más sonrojado.

Sus ojos buscaban los míos pero yo ya estaba ocupando viendo otra cosa: sus labios.

Dangerous woman [Yoonmin]Where stories live. Discover now