Capítulo 11

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Los siguientes tres días no podía dejar de pensar en el radar del que Alain me había hablado, intentando encontrar algún modo de poder verlo sin que me descubrieran. De algún modo había que estar preparados ante aquel gran avance de la humanidad. Así, uno de los días hablando por teléfono con él, luego de que se excusara de sus faltas al colegio por un resfrió fuerte, sugirió:

—La separación cuerpo y mente, es la única opción de verlo sin correr riesgos.

—Es un truco difícil —comenté insegura—. Además, si vieran nuestros cuerpos tirados por ahí inconscientes llamaríamos igualmente la atención del que nos encuentre.

—Sé que es difícil, yo nunca lo he logrado, pero tú sí —aseguró él.

—Nunca lo he intentado.

—Siempre hay una primera vez. Tú eres una hechicera, tienes más poder que yo.

—Nunca me has visto siendo yo misma —dije en un susurro esperando que nadie en casa me oyera.

—Ya para con tus "nunca". No hace falta verte tal y como eres para sentir lo fuerte que eres.

La interrupción de un inspector fue la que me trajo de vuelta a la realidad, estaba avisando que en el siguiente bloque habría una reunión general en el gimnasio a la que deberíamos asistir todos los estudiantes y profesores. Ahí vi mi oportunidad para mandar a volar mi mente sin que se dieran cuenta. Una pequeña sonrisa se formó en mi rostro y duró hasta el recreo durante el cual compartí con Jaime y sus amigos, llamando la atención de ellos con aquel gesto.

—¿Estás pensando en Tomi? —Bromeó Richard, obteniendo las risas de quienes nos rodeaban y que las mejillas del susodicho se oscurecieran por el tono rojo que adoptaron.

—Qué gracioso —comenté con sarcasmo.

Al término del recreo, en vez de caminar hacia nuestros salones lo hicimos hacia el gimnasio donde se reuniría el alumnado y profesorado. Creí que nos sentaríamos por clases, pero al ingresar vi cómo todos se sentaban donde más le agradaba, quedando todos los cursos entre mezclados por todo el lugar. Los chicos me invitaron a sentarme con ellos, a lo que no me podía negar para no levantar sospechas. A lo único que atiné a poner como condición fue a sentarnos en la grada más alta de la galería, quedando yo apoyada en un pilar para poder apoyar en el mi cuerpo.

—Para la próxima elijo yo dónde nos sentamos —se quejó Ignacio—. Esto de tener que subir las escaleras no me agrada.

—Bien alumnos, acomódense en sus asientos que ya vamos a empezar —lo interrumpió un inspector hablando por el micrófono.

Cuando ya estuvieron todos acomodados luego de cantar el himno nacional presentaron al director para dar su discurso y motivo de aquella reunión, donde se harían algunas premiaciones pendientes del año anterior y resaltaría algunos cambios en el manual de convivencia.

—En vista de los problemas que están teniendo los seres mágicos —se excusó.

Entonces entré en conflicto, porque esas nuevas reglas me afectarían a mí. Si me ausentaba de mente me las perdería, pero si las presenciaba desecharía esa oportunidad única. Lo pensé largamente sin saber qué hacer, hasta que se apagaron las luces para la presentación de un video, en ese momento sin meditarlo más me apoyé en el pilar y comencé a hacer mi magia. Cerré los ojos y empecé a hacer lo que los libros decían hacer de aquel truco: me imaginé a mí misma saliendo de mi cuerpo, como si fuera un fantasma que de pronto queda libre de su cárcel. Lo hice largamente llegando a sudar por el nivel de concentración y esfuerzo que estaba haciendo, hasta que por fin resultó. Me sentí más ligera, era como si volara, era una paz que me invadía hasta lo más profundo de mi ser, una sensación que no había vivido nunca y me pregunté por qué no lo había intentado antes.

La última hechiceraWhere stories live. Discover now