Capítulo 13

114 7 0
                                    

3 de la mañana y no lograba quedarme dormida, tenía que estar alerta al menos esta noche por si los de la liga anti magia allanaban nuestro hogar. Deseaba poder cambiar lo que hice y no haber dicho la palabra indebida, así podría haber dormido esa noche, pero ahí estaba el miedo y la preocupación, porque si me encontraban en casa no solo yo caería. Lo único que escuchaba era el tic tac de mi reloj de mesa y los fuertes ronquidos de Gregorio. Oyéndolo a él no podía evitar preguntarme cómo hacía Karen para dormir con él a un lado.

Traté de aprovechar el tiempo y analizar lo que me había sucedido últimamente: para empezar, me adoptó una familia que me llevó a vivir a Santiago y, a pesar de que yo no los había tratado muy cariñosamente, para ellos yo era una integrante más de la familia; encontré a un ser mágico en el colegio con quien había entablado ya una pequeña amistad pese al poco tiempo que llevábamos compartiendo; me junto con los amigos de Jaime, compañía a la que me estoy acostumbrando y salí con uno de ellos en una especie de cita en la que, al parecer, hice al chico sentir algo más que amistad.

Todo me llevaba a pensar en la gran cantidad de personas que corrían peligro solo por compartir conmigo, conduciéndome a la conclusión de que debía escapar y alejarme de todos. Entonces recordaba los consejos de Alain y las razones que me había dado para permanecer donde me encontraba, aumentando aún más mi confusión. Las lágrimas de frustración no tardaron en caer hasta ser absorbidas por la almohada, quería que alguien me dijera directamente qué hacer porque yo no lo sabía. Pero no había nadie ahí para darme órdenes, solo yo.

***

Al día siguiente sentía un cansancio general, habría permanecido en cama si no hubiese sido el hambre el que me impulsara a levantarme y encontrarme con Karen en la cocina. Era medio día cuando me senté a desayunar mientras la dueña de casa continuaba cocinando para el almuerzo mientras me conversaba. Logré conocer mejor a la mujer que me había adoptado y dado uno de sus apellidos, contaba algunas historias de la infancia de sus hijos y lo mucho que había intentado tener un tercer niño sin el éxito esperado, sufriendo desilusión tras desilusión.

—Pero entonces llegaste tú —cerró ella su relato del drama de los últimos años vividos hasta que llegué yo, haciendo crecer la culpa que de vez en cuando se apoderaba de mí, pesándome como una mochila llena de piedras. No respondí a su comentario, preferí seguir comiendo luego de darle una sonrisa débil.

Al igual que el día anterior esperé a que Alain se contactara conmigo, pero cuando la desesperación ya fue grande marqué su número en el celular que Greg me había facilitado. Pese a todos mis intentos, los tonos siempre llegaban al mismo fin, la grabadora dándome la opción de dejar un mensaje de voz. No noté cuando llegó Jaime hasta que entró a mi habitación luego de dos toques con una película en las manos.

—Para pasar la tarde, aunque hay que esperar las visitas —explicó el objeto que lo acompañaba.

—¿Quiénes?

—Los chicos. Quieren venir a verte para saber cómo estás.

Y aunque sabía bien a quiénes se refería, una parte de mí albergaba la pequeña esperanza de que hubieran invitado a Alain también. Grande fue mi desilusión al ver a todos entrar a mi cuarto sin él entre medio y sin esperar a que llegue. La película empezó y todos estábamos acomodados con cojines y sillas, pero mi mente no me acompañaba. Mi atención se enfocó en el celular, esperando una llamada que no habría de llegar ese día.

Miraba a mi alrededor, lo tranquilos que estaban los chicos, lo relajada que se veía Lorena abrazando a Jaime y lo serenos que se veían los otros tres chicos, en comparación al nerviosismo y miedo que se volvieron mi segunda compañía, casi parte de mí. Nunca había sentido tanta envidia de alguien. Y aquello me angustiaba más, porque se transformaba en un círculo vicioso del que no podía salir, la envidia me llevaba a la culpa y la culpa al miedo que desencadenaba el primer sentimiento.

Habría dado lo que fuera para tomar el lugar de cualquiera de ellos. Lástima que no podía.

***

Al día siguiente regresé al colegio sintiéndome ya mejor y tranquila de que la liga anti magia no me había logrado ubicar. Aunque la guardia de Karen no había bajado, me permitió caminar hasta el recinto con un montón de indicaciones en caso de que algo anduviera mal, advirtiendo de paso también a Jaime para evitar una segunda desgracia.

Cuando llegamos sentí algo extraño inmediatamente, los jóvenes se veían nerviosos, se sentía la tensión en el ambiente y algunos directivos entraban y salían de la oficina del director con rostros alarmados y pálidos, como si acabaran de encontrarse con el mismo demonio. A diferencia de otros días, en vez de caminar directo a mi salón de clases, permanecí unos minutos en compañía de Jaime y los chicos a la espera del toque de campana, el cual se retrasó al menos media hora, alarmándome aún más. Algo malo había pasado y nadie me lo podía negar. Cuando ya mis compañeros y yo estuvimos acomodados en nuestros asientos el profesor tomó la palabra luego de un pesado suspiro.

—El inicio de clases se retrasó porque recibimos una visita inesperada. Han venido unos guardias de la liga anti magia a revisar este colegio, nuevas órdenes del dirigente.

La sangre se me heló a medida que él iba avanzando en su discurso. Una fina capa de sudor cubrió mi piel y mis manos comenzaron a temblar sobre la mesa mientras desesperadamente con la vista buscaba algún lugar de escape. No me sentía así desde que me adoptaron humanos.

—Al parecer se dio con el paradero de un par de seres mágicos y uno de ellos estudia aquí, así que vienen a ver si hay más de ellos entre nosotros.

El pánico era tal que la mirada del profesor sobre mí me hizo pensar que él, desde el frente de la clase, alcanzaba a oír los fuertes latidos de mi corazón. El aire se volvió pesado y difícil de respirar. Quise escapar, pedir salir del salón con el pretexto de que necesitaba ir al baño, pero cuando iba a levantar la mano alguien ya se me había adelantado. Era aquella chica que el primer día me miró y sentí como si pudiera atravesarme con aquellos ojos profundos.

—¿Puedo ir al baño, profesor? —Era casi imperceptible, pero en su tono logré distinguir un cierto grado de miedo. Estábamos en la misma situación, por eso me miraba antes.

—No tengo permitido dejar salir a nadie hasta que de inicio el rastreo de la liga. Entonces saldrá todo el curso en conjunto para ser revisados por ellos, incluidos los profesores.

Alain, su nombre no lograba salir de mi cabeza. ¿Dónde estaba él? Estaba casi segura de que había sido a él a quien habían descubierto y esa era la razón por la que no me había contestado las llamadas. No era porque no quería, simplemente no podía. Algo se apretó en mi pecho, volvía a pasar por lo mismo de antes, el mismo dolor y la misma angustia.

¿Cuándo acabaría todo aquello?

La última hechiceraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora