Capítulo 16

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Agradecí en lo más hondo de mi ser que al día siguiente fuera sábado y no tuviera obligación de levantarme ni de ir al colegio, donde la liga podría volver en cualquier momento a buscarme y llevarme con ellos una vez que repararan su radar. Aquello y la pena que aún me embargaba era lo que me quitaba el sueño y me impedía descansar como correspondía. Durante la noche desperté en varias ocasiones producto de las pesadillas. Ya no era con mis padres con quienes soñaba, era con los jóvenes que los guardias se llevaron, su desesperación, los gritos y cómo intentaban formular alguna excusa para los dejaran libres. En mis sueños me insultaban y culpaban a mí por no haber compartido lo que vi durante mi visita a la central de la Liga, por no haber hecho algo por ellos para salvarlos como me salvé a mí misma, como si yo fuera la culpable de todo lo que había sucedido.

Y así me sentía yo y la programación de la televisión no me ayudaba a elevar mi ánimo. En casa todos habían respetado mi dolor, no me hacían preguntas, pero sí querían animarme a comer más de los dos bocados que yo había probado de mi platillo. Durante la tarde permanecí encerrada en mi habitación cambiando la televisión de canal, ignorando aquellos en los que transmitían noticias, temiendo encontrarme con algún hecho desagradable que se pueda involucrar conmigo. En momentos como esos sentía que el mundo entero estaba en mi contra.

El nudo en la garganta parecía haberse vuelto parte de mi cuerpo, ya estaba aprendiendo a ignorar el dolor cuando las películas tristes que sintonizaba me hacían sacar todo ese dolor y llorar, aunque ya no entendía por qué lo hacía. Cuando se tienen tantos motivos por los que estar angustiada ya se pierde la capacidad de discernir cuál es el que más afecta a la persona. El presente me parecía un infierno, el pasado el paraíso, pero ese día me pregunté si realmente valdría la pena volver a pasar por el paraíso si ello me llevaría de regreso al infierno. Mi única salida era seguir hacia el futuro, pero con la incertidumbre, tensión y ansiedad reinante en el mundo mágico ponía en duda su eficacia para alejarme de mi dolor.

En horas de la tarde tocaron el timbre de la casa. Ni siquiera con ese sonido me moví, esperando que alguien más abriera la puerta, después de todo vivíamos cinco personas en esa vivienda. Pensé que podrían ser visitas para cualquiera de los demás, excepto para mí.

—Te vino a ver Tomás —anunció Ruth desde mi puerta mientras yo me limpiaba las últimas lágrimas.

—¿Tomás?

—El amigo de Jaime.

—¿Estás segura de que me viene a ver a mí? —Pregunté insegura a lo que asintió y luego se encogió de hombros cuando le pregunté la razón de dicha visita.

—Dijo que te vio desanimada y quería venir a ver cómo seguías.

Parte de mí agradecía aquel gesto del chico, pero mi otra mitad lo maldecía por llegar cuando peor lo estaba pasando y mi apariencia no me acompañaba. Mi actitud se había vuelto ambivalente, no quería relacionarme con él de un modo que sobrepasara la amistad, pero a la vez no quería que él me viera en un estado poco favorecedor para mí, como si quisiera sorprenderlo de algún modo.

Pese a todas mis dudas que tenía acerca de recibirlo o no, cuando entró y me abrazó, supe que para mí era necesaria la compañía de alguien de mi edad con quien no compartiera parentesco. Alguien que no me juzgara por lo que soy y me apoyara incondicionalmente aunque no me conociera hondamente como quizás él querría.

Estuvimos un largo rato conversando, lo que me ayudó a distraer mi mente del dolor que se había apoderado de ella últimamente. Todo parecía marchar bien hasta que Tomás sacó el tema de nuestra salida y que le gustaría repetirlo. Me sentí como se describían las chicas en los libros o las películas, esa molestia en mi estómago, nerviosismo y deseos de decirle que sí. Fue una lástima que justamente sacara el tema cuando me encontraba en esa situación, temerosa de que en cualquier momento me irían a buscar y, si me relacionaba más con él, podría salir perjudicado, cuando había vuelto a perder a una persona a quien le había tomado cariño y confianza, cuando aún no estaba lista para disfrutar de la vida.

La última hechiceraМесто, где живут истории. Откройте их для себя