IX. Cinco meses

3.7K 408 222
                                    

—M-Me duele... Nghh...

—Está bien. Ya casi.

Yuri se sonrojó.

—Esta muy grande...

—Yuri, ya casi. Un poco más.

Yuri gimió ante el piquete de la inyección. Ni el jarabe ni las pastillas había funcionado, aún tenía mucha temperatura. Sin embargo, bajó a 38.5, aún era muy alto, después de todo. La madre de Yuri le fue poniendo la inyección en el brazo y de verdad le dolía. Era muy larga. Cuando por fin se la quitó, se recostó en la cama de nuevo.

Había faltado al instituto por semanas. Estaba demasiado enfermo como para asistir. Incluso temían que le fuera a contagiar la enfermedad a sus compañeros. Yuko y Pichit lo visitaban y le pasaban los apuntes. Ellos si que eran amigos, pero Pichit se iba a alejando cada vez más, y no lo culpaba. Él había hecho algo horrible. No debía convertirse en un Nikiforov.

Su madre se levantó y le sonrió.

—¿Mejor?

Yuri alzó el brazo y balanceó la mano de lado a lado, formando una respuesta indiferente. Su madre rió y salió de su habitación.

Yuri gruñó y se quitó el sudor de su frente. De verdad que tenía calor.

Debía pensar bien su decisión. Él, por su parte, estaba seguro, pero no conocía la respuesta de sus padres. Sabía que ellos estarían en total desacuerdo. Igualmente Mari y Yuko no lo dejarían para nada. Ellas seguramente lo matarían primero al doctor antes que permitir aquel acto. Pero, si ellas no lo supieran no pasaría nada. Debía mantenerlo en secreto hasta el gran día. Él estaba seguro de que Fujioka aceptaría.

Se levantó jadeando y fue directo a donde su familia se encontraba. Caminó con cuidado, las piernas se le doblaban de vez en cuando y los ojos parecían mentirle. Al llegar, su madre casi se desmaya por verlo fuera de la cama. Estaba a punto de jalarlo del cabello y llevarlo a rastras a su cama, pero Yuri habló:

—Llévame con el doctor.

Su madre casi muere de un paro.

—¿Te duele algo, cariño? ¿Te sientes mal? ¿Te subió la temperatura?

Yuri negó con la cabeza, y por un momento se mareó.

—Solo quiero hablar con él.

—¿Para qué?

El pelinegro se hundió de hombros y pensó sobre alguna excusa para poder decirle a su madre y que lo llevara con gusto al consultorio de Ryu. Segundos después se le ocurrió algo.

—Quiero hablar sobre lo del embarazo y tal.

Hiroko casi aplaude de emoción.

—¡Vamos ahora mismo!

Lo tomó de la mano y casi fueron corriendo hacia el hospital donde trabajaba el hombre. Yuri ni siquiera tuvo tiempo para coger algun suéter, así que el frío le pegó fuertemente. Seguramente moriría, o eso sentía.

Al llegar, su madre lo obligó a entrar sólo, a lo que él tuvo que aceptar. Debía admitir que tenía nervios de decirle. Quería que él fuese feliz pero, ¿y si era al revés? Tal vez quería liberarse él mismo de su error. Pero aún así iba a intentarlo.

Fue con su secretaria a pedir una cita. Ella le dijo que justamente estaba sólo, que podía entrar. Él le agradeció y se detuvo frente a la puerta, mirando la perilla.

No estaba muy seguro. Tenía un tanto de miedo de que pasara algo que de verdad no habría previsto. Aunque ni siquiera sabía qué podía pasar. Probablemente ya estaba acostumbrado a las desgracias repentinas.

El arte de la vida (Vikturi) •Mpreg•Where stories live. Discover now