XII

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Para Yuri todo seguía siendo igual son ir al instituto. Sus mañanas eran igual de aburridas, sus días, sus noches. Todo era absurdo e inútil. Seguía pensando y pensando. Pero hubo un día...

Esa vez decidieron ir a casa de Andrew. Era muy grande, blanca y con dos pisos. Sus padres eran muy amables y no los molestaron para nada, ni siquiera parecía que estuvieran en la casa. Se mantuvieron en el cuarto del chico.

—Tu casa es hermosa. —habló Yuko.

—Gracias.

Yuri se sentó en la cama después de quitarse el suéter y dejar al descubierto su vientre, y se acostó. Andrew lo miró un poco, pero después le apartó los ojos. Se sentó a un lado y le rozó los dedos.

El pelinegro se sentó a un lado, dejando un espacio para Yuko, pero ella dijo:

—¿Hay alguna tienda cerca?

—La más cercana está a dos cuadras. —respondió el pelirrojo.

—Ah, es que necesito comprar algo para mis padres y lo había olvidado. Ya vengo. ¿Quieren algo?

—¡Traeme algo de tomar! —pidió Yuri, a lo que la chica asintió y salió del cuarto.

Yuri no pensó que se quedaron Andrew y él solo hasta que se acercó a él y entrelazó sus dedos. Se removió un poco incómodo. El chico se fue acercando cada vez más.

—¿Cómo te sientes, Yuri?

Éste se hundió de hombros.

—Yuri, por favor, dame una oportunidad.

Se hincó frente al chico y le tomó las manos, lo que hizo sonrojar a éste.

—Andrew... Son muchas cosas las que me están pasando, no te quiero involucrar, por favor. Yo... P-Perdón...

El ojiverde se acercó más a él hasta el punto de entrelazar sus respiraciones. Finalmente, sus labios se unieron en un beso tranquilo. Yuri dejó de fruncir el ceño y relajó su mano. Se dejó besar el cuello y soltaba pequeños suspiros. Se acostó en la cama mientras el otro dejaba pequeñas marcas en su clavícula y cuello. Sin embargo, reaccionó cuando Andrew le fue subiendo la camisa.

—No, espera.

—Está bien, quiero besar cada parte de tu cuerpo. Sin importar qué.

Le acarició los muslos, ganando un jadeo del chico.

—N-No... Espera...

Andrew lo callaba con pequeños besos. Yuri intentaba moverlo de encima con empujones un tanto débiles.

No se quería separar de él, se sentía seguro estando a su lado y tal vez debía darle una oportunidad, pero no quería que se involucrara en problemas que no tenían nada que ver con él. No sabía si comenzaba a sentir amor hacia él o seguía siendo para Viktor, estaba confundido.

Iban rozando sus miembros sin siquiera quererlo, pero les encantaba esa sensación.

—A-Andrew... Ngh... Basta...

—Yuri... Yuri...

Con una mano le fue recorriendo el torso, sintiendo el vientre del chico. Sonrió.

De pronto, en la mente del pelinegro apareció Viktor, sus caricias, sus besos, sus dulces palabras. Podía sentir como las suaves manos del ojiazul recorrían cada centímetro de su cuerpo, sentía su mirada penetrando la suya. Su calor mezclandose con sus frías manos, logrando un perfecto equilibrio térmico. Las manos fueron entrando por su pantalón y el boxer, sintiendo el miembro cada vez más erecto del chico. Ésta mano fue recorriendo todo éste.

El arte de la vida (Vikturi) •Mpreg•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora