XIII. Siete meses

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Yuri comenzaba a sentirse cansado, pero no podía dormir en las noches, la niña se movía demasiado y pataleaba. Ya no se podía agachar ni hacer muchos movimientos bruscos. Necesitaba ayuda para bajar las escaleras y ninguna ropa le quedaba. Sus pies dolían y sus pantalones no los podía abrochar correctamente. No tenía ropa lo suficientemente grande para ese vientre ni pantalones. Se quedaba en cama sintiendo las pequeñas contracciones y patadas que de repente me daban. Al levantarse se sentía incomodo de que sus familiares y amigos lo vieran así, con sus camisas recorridas y pantalones mal cerrados. Cuando iba Andrew, cada vez, sin excepción, le llevaba un regalo a la bebé. Cualquier cosa. Pero siempre que iba le llevaba algo. Yuri se lo agradecía mucho.

Ya no salía de casa. Ryu debía llevar sus cosas hasta su casa y de regreso. Sabía que era incómodo, pero no podía salir de casa para que todos lo vean. No.

Un día habían ido Yuko y Andrew a visitarlo. Iban muy seguido. Estaban todo el tiempo juntos. No sabía que haría cuando Andrew se fuera.

Platicaban de cosas sin sentido que solo a ellos les daba risa. El pelinegro, al reír mucho, comenzaba a sentir un dolor agudo en su espalda, pero rápidamente se iba.

—¿Y el instituto? —preguntó Yuri.

Yuko y Andrew se miraron.

—Muy pesado. La verdad. Todos se preguntan dónde está el chico que Viktor nombró en su rutina. —comentó Yuko.

A Yuri le disgustaba que lo recordaran como aquel que Viktor nombró y no como Yuri Katsuki. Pero debía acostumbrarse a no ser nadie ante los demás.

—Bueno, me alegra que ustedes sigan viniendo a...

Se interrumpió. Una sensación húmeda entre sus pantalones lo hizo estremecerse. Respiró rápidamente y comenzó a temblar

—¿Yuri? —cuestionó el pelirrojo.

—¿Estás bien? —la chica posó una mano en su hombro.

El azabache agachó la cabeza. Todos lo imitaron. Abrieron los ojos como platos al ver su pantalón de la partes interna de los muslos y la entrepierna empapada en sangre. El pelinegro soltó un gritó al sentir un fuerte espasmo.

—¡¿Mamá?! ¡¿M-Mari?!

Yuko se apresuró a buscarlas mientras Andrew lo ayudaba a levantarse y bajar las escaleras. Debían ir al hospital.

Su madre y su hermana rápidamente fueron hacia él y le abrieron la puerta del auto. Se sentó en los asientos de atrás con las piernas abiertas, entre Yuko y Andrew. Soltaba gritos. Todos estaban muy asustados. No sabían que estaba pasando y no sabían que hacer.

—¡RÁPIDO! —jadeó—. ¡MANEJA RÁPIDO!

La chica más joven apretó fuertemente su mano.

—Tranquilo, ya vamos a llegar.

—N-No... Puedo más...

Llegaron unos minutos después. Lo llevaron rápidamente a urgencias. Aún no estaba en labor de parto, por lo que debía ser algo no relacionado con eso. Nadie pudo pasar. Todos estaban muy preocupados por la salud de Yuri y la de la bebé.

Yuri se sentía a desfallecer. El dolor era muy fuerte. No sabía que le estaba pasando. Esta vez fue con sangre. Mucha. Esa niña lo iba a matar poco a poco, si es que no lo hacía ahora.

Fue algo complicado saber que era sin introducirle algo, pero rápidamente se supo.

Aún así, Yuri estaba muy asustado. No quería morir. Aún no. Solo eran dolores, pero era muy exagerado. Esa niña le estaba mandando mucho problemas. Pero debía aguantar un poco más. Sólo quedaban tres meses, ya era lo último. Ya casi. Los dolores y las idas al hospital se acabarían. Alguien lo ayudaría al fin.

El arte de la vida (Vikturi) •Mpreg•Where stories live. Discover now