Momento equivocado, lugar equivocado.

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—¿Quieres sinceridad?

Asentí.

—Bien, seré sincera. Por lo que me has contado, creo que estás desarrollando algún tipo de sentimiento hacia él.

—No seas ridícula.

Maddie se encogió de hombros.

—Es lo que creo.

Maddie había venido esa misma noche a casa, se quedaría a dormir aquí, algo así como una “noche de chicas”. Le conté todo, desde cómo me dejé llevar en Central Park hasta cómo confié en él, pesadilla incluida.

Rodé mis ojos.

—Hablemos de otra cosa —dije. Ella rió.

—¿De qué te ríes? —pregunté.

—Realmente te gusta, ¿no es así? —estaba a punto de interrumpirla pero levantó una mano. —Tanto que lo niegas o evitas el tema —soltó una risita. —¿Qué tienes planeado para que hagamos?

Decidí ignorar lo que había dicho y proseguí a contarle lo que yo consideraba como un “gran plan”.

—De acuerdo, entonces ése es el plan. Tú te colocas detrás del arbusto y yo algo lejos de la puerta de entrada con el celular en la mano. En la pared donde está la reja estará la cámara grabando, ¿bien?

—Bien —respondió Maddie. —Esto será divertido.

Eran aproximadamente las 3 de la mañana. Saqué el celular de mi bolsillo y marqué a Niall. Respondió casi al quinto tono.

—¿Brooke? ¿Acaso sabes qué hora es? —respondió con voz ronca.

Dios mío, iba a morir. Nunca lo escuché hablar así. Era tan...¿sexy? No, no, no. Esto es por el contrato, para divertirnos un rato y, bueno, también para que Maddie lo conozca.

—¿Niall? Por favor, ¡ayúdame! —exclamé sonando desesperada. Funcionaría. —Me están persiguiendo, estoy casi en la puerta de tu casa, ¡por favor! —dejé salir un pequeño grito.

—Ya estoy bajando —respondió y cortó el teléfono.

Asentí a la dirección de Maddie para que tenga su pistola de pintura lista, yo tenía la mía tras la espalda. Habrán pasado como mucho unos 10 segundos y salía él corriendo de la puerta de entrada con unos pantalones sueltos y unas vans. Estaba sin camisa, despeinado, pero su expresión estaba alerta.

Se acercó lentamente a mí con el ceño fruncido ya que no había nadie más en la calle, y yo trataba de no reír. Cuando estuvo a mitad de camino grité.

—¡Ahora!

Cuando Niall estaba dándose vuelta para ver qué diablos pasaba, ya ambas lo estábamos atacando. Maddie con pintura roja y azul, yo con pintura verde y violeta. Nosotras dos no parábamos de reírnos y cuando él más o menos entendió lo que pasaba, vino corriendo hacia mí y me subió a su hombro. Empecé a reírme y a pegarle en la espalda, y él comenzó a correr a Maddie conmigo encima. Logré salir de su agarre y salí corriendo, escondiéndome detrás de la pared donde estaba la cámara. O donde se suponía que estaba. Porque cuando miré arriba, no estaba. Fruncí el ceño. Miré el piso y a los costados, buscándola.

—¿Buscas esto, preciosa? —escuché una voz masculina atrás mío y cuando me di vuelta vi a un hombre con ojos rojos, la cámara aún grabando, de unos 45 o 50 años.

Abrí la boca para gritar pero me la tapo con su asquerosa y sucia mano llena de asquerosas y sucias bacterias.

—Te subirás a esa camioneta —señaló al final de la calle donde había una gran camioneta blanca.— Sin hacer ruido. No te haré nada si te portas bien, cariño —sentí una presión en mi pecho y bajé la mirada para encontrarme con una pistola.

Detrás de las cámaras » n.h «Where stories live. Discover now