Capítulo 11: Sueños de recuerdos.

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En la mansión de los trillizos Matsuno de la rama principal todo era silencio. Los dueños de casa habían salido a una cena de negocios junto con Osomatsu, para firmar ciertos acuerdos con otros clanes y que la "paz" entre los Mafiosos Más Importantes del País siga existiendo por un largo tiempo. En otras palabras, era una cena sumamente importante para el nuevo jefe, aunque éste se tomara todo como un chiste.
En uno de los cuartos de la gran casa, Choromatsu se encontraba enterrado entre unas pilas inmensas de libros y papeles sobre su escritorio de madera antigua.

— Necesito encontrarlo... ¿Dónde estarás, bendito papel? —. Susurraba bajito, siendo solo él mismo capaz de entender las palabras que salían por su boca.
De pronto, un sonido seco resonó en casi todas las habitaciones y pasillos de la fría casa. Karamatsu había dado un portazo a la puerta al casi caerse con la alfombra de entrada.

— ¡MALDICIÓN, ALFOMBRA DEL DEMONIO! —. Y su gruesa voz también viajó por todo el lugar, sacándole una risa al de ojos verdes, que al instante abandonó su incesante busqueda y bajó a recibir a su torpe hermano mayor.

— Bienvenido a casa, Nii-san. Veo que todo te está saliendo bien —. Su tono de burla hizo sonreír a Karamatsu, quien alzó sus ojos para mirarlo y soltar un chasquido de enojo falso.

— Esa alfombra está maldita, siempre que entro me caigo por esa cosa —. Rascó su nuca mientras quitaba sus zapatos y los dejaba a un costado de la puerta. — Pero en fin... ¿cómo estás, bro? ¿Te sientes mejor? —.

El menor simplemente asintió con una pequeña sonrisita mientras terminaba de bajar las escaleras y se apoyaba en el respaldo de uno de los sillones del inmenso living que su hogar poseía.

— El idiota y nuestros padres se fueron a su "Primera cena importante de negocios" —.
Hizo comillas con los dedos ante las últimas palabras y su voz tomó un tono de molestia, sacando una carcajada limpia a su hermano.

— Adoro cuando te molestas, brother. Es sumamente gracioso —. El de ojos azules se acercó al sillón y dio dos palmadas algo bruscas en la espalda de Choromatsu para animarlo. — Por cierto, ¿qué haces despierto a esta hora? ¿Acaso... veías eso? —. Sus cejas se alzaron de forma provocativa y divertida mientras bajaba el tono de su voz y la volvía más grave de lo normal.

Las mejillas del más chico se tornaron rojas al instante y comenzó a mover sus manos desesperado.

— ¡N-no, idiota! ¿¡Cómo s-se te ocurre algo así!? Estaba buscando unos papeles... nada más, Dios, no pienses así de mí —.

Otra carcajada resonando entre las paredes de la mansión y una mirada divertida por parte de Kusomatsu, quien alzó sus brazos en señal de rendición y quitó su saco para luego colgarlo en el perchero.

— Bien, te creo, hermanito. Pero deberías ir a dormir, como yo voy a hacer... o por lo menos intentarlo —. Suspiró como damisela enamorada al recordar que en su bolsillo, en su celular más específicamente, tenía un mensaje de alguien especial por responder.

— Hecho, ambos vamos a dormir. Hasta unas horas, Nii-san. Que descanses —. Y con esas simples palabras, el Matsuno de ojos verdes se retiró nuevamente a su habitación, dejando solo al segundo hijo.

— Adiós, Choromatsu... —. Susurró mirando como el nombrado se alejaba, sacó rápidamente su teléfono de la ropa y lo prendió con rapidez, mientras a su vez subía las escaleras corriendo y escuchaba la puerta de su hermano siendo cerrada. Estaba ansioso, demasiado ansioso podría decirse.
Y su ansiedad desapareció al leer lo conciso, seco y aburrido del mensaje. Otro suspiro salió de sus labios, pero este era de frustración. No podía ser tan malditamente frío Ichimatsu, aunque debía admitir que le encantaba.

— Veo que no es de muchas palabras. Solo las justas y necesarias... —. Hablaba solo mientras quitaba su traje y despeinaba su cabello, aún mantenía el aparato en su mano, pero no sabía que responder. Si sacar conversación o no, era muy tarde como para estar hablando por celular, y suponía que el de orbes violeta estaba igual o más cansado que él.
En una especie de rendición, tiró la pequeña cosa sobre la cama y fue en busca de su pijama, o bueno, el short que esa noche algo calurosa usaría de pijama.

— Tengo mucho sueñoooo... argh —. Volvió a despeinar su cabeza y una vez con la ropa de dormir puesta, prácticamente se arrojó sobre el colchón mullido y acogedor. Cayendo en un sueño profundo al instante.
Ese mensaje nunca había sido respondido, y Karamatsu ya estaba en el mundo de los sueños, que era reinado por un chico malhumorado de ojos violetas y cabello despeinado.

El Matsuno de orbes azules caminaba a paso lento por un gran camino de tierra, estaba en medio del descampado, parecido al campo donde su súper guarida estaba ubicada.
Suaves silbidos se escuchaban a lo lejos, como si el viento que golpeaba su rostro estuviera susurrando palabras en sus oídos. Una sonrisa surcó sus labios, era todo tan relajante.
Todo tan mágico, tan pacífico, tan calmado y tan... cálido, que su corazón se dejaba llevar por el ambiente y latía lentamente, generando una pequeña opresión en su pecho; la cual fue completamente ignorada por el chico que caminaba solo.
Unas nubes color azul oscuro taparon el cielo, pero el lugar seguía siendo apacible, el viento ya no susurraba, sino que gritaba en sus oídos. Como si quisiera advertirle de algo, sacarlo de ahí y... ¿salvarlo?
El dolor en el pecho de Karamatsu se incrementó de manera brusca, sacándole el aire de los pulmones y ahogándolo.
El cuerpo fornido del Matsuno cayó arrodillado en el camino, sus manos estaban apretadas contra su pecho y su boca se abría y cerraba tratando de tomar aire.
Sus ojos se abrieron de par en par, seguía sintiéndose asfixiado.
Y en el medio del camino, bien a lo lejos, una figura masculina lo observaba; pero no se notaba ningún movimiento de su parte y sus intenciones no eran ayudarlo.
Los gritos del viento fueron reemplazados por llanto y carcajadas, que le parecían sumamente familiares y aterradoras.
Se levantó como pudo y gritó, gritó tanto como sus cuerdas vocales se lo permitieron, y esa figura que lo miraba quieta, había desaparecido de su campo visual. Las nubes seguían sobre su cabeza, tapando todo rastro de sol, de luz, de calidad o libertad. Se sentía atrapado y ya no soportaría más tiempo con ese dolor en el pecho.
Cuando su cuerpo ya estaba por rendirse, por dejarse llevar con ese viento que gritaba, lloraba y reía, el rostro de Ichimatsu se topó frente a sus ojos. La expresión que tenía el chico de orbes violetas era de terror, desesperación y lástima, estiró una de sus pálidas y masculinas manos hacia Karamatsu, quien con las casi inexistentes fuerzas que le quedaban estiró una propia. Todo fue negro luego de eso. Y nunca llegaron a tomar sus manos.

Karamatsu despertó completamente asustado y agitado, su cuerpo sudaba y el celular escondido entre las sábanas no dejaba de vibrar con una canción acelerada, la alarma estaba sonando.
¿Todo había sido un sueño?

Amores Prohibidos y Secretos «IchiKara»Nơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ