Deseada

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POV: Isabelle Applewhite

   -¡No puede ser! ¿Qué demonios te dije Felicia? ¡Viene Mark Anderson, tengo que darle un grandioso hospedaje! -Grité sin poder evitarlo, mientras miraba la ineptitud de los trabajadores en el hotel.

   -Lo... Lo siento Srta. Applewhite, pensé que estas cortinas, iban a juego con el tapiz.

   -¿A juego? ¡Esto es horrible! Trae de inmediato las de color marrón oscuro, esas serán las que usaremos!

   -De inmediato -Dijo en voz baja, y se retiró de mi vista.

   Al salir por el umbral, vi como me miraba con desprecio y comenzaba una platica de odio con sus secuaces, era más que evidente que todos me odiaban.

   Ignoré su patético arrebato y miré el reloj de muñequera que llevaba, enterandome que dentro de 2 horas, él iba a estar aquí en New York. Así que debía actuar sin alterarme y con la cabeza fría, apesar de lo inútiles que eran todos y que no podían recibir a nadie bien.

   -Si quieres que algo funcione, hazlo tu mismo.

   Caminé fuera de la habitación, dirigiéndome a la entrada del hotel, tenía que supervisar a todos los empleados, incluyendo el chico que sólo llegaba a dejar el correo de los huéspedes, nada podía salir mal.

   Miré a la chica más nueva de limpieza caminar o casi venir corriendo en mi dirección, era pequeña, no muy delgada ni muy obesa, su pelo era color chocolate y sus ojos del mismo color, una chica atractiva como dicen los empleados. Me miraba como si yo fuera a matarla, algo que no pasaría aun que quisiera, ya que es la única que hace bien el trabajo y la única que considero una amiga.

   -¡Srta. Applewhite! -Dijo mi nombre con preocupación.

   -¡Si! ¿Qué pasó ahora? -Dije algo perdida, ya que estaba en el mundo en mi cabeza.

   -¿El otro cuarto como lo arreglamos? -Dijo algo tímida y preocupada, siempre me miraba de reojo, al parecer la intimidaba bastante.
  
  -¿El otro cuarto? -Dije sin entender, hasta que el chip en mi cabeza hizo "clic", recordando que viene acompañado Mark -¡Oh! El otro cuarto, si...

   Callé por unos segundos, recordando su nombre; Simone Rumsfeld suena a mojigata, siempre las chicas que trabajan con Mark terminan despedidas, ya que quieren tenerlo en medio de sus piernas. Sonreí por mi propio comentario, y miré a Dallana.

   -Me da igual, puedes ponerle las que quieras. Ella tal vez ni siquiera vaya a dormir ahí -Dije claro y fuerte, dejando evidente lo que pensaba.

   Dallana abrió sus ojos y sorprendida, solo asintió una vez, dejándome sola en la recepción.

   Me reí un poco por la cara de Dallana, nunca pensaría que Mark fuera a engañar a Pauline, por que él no es así, pero si pensaba que las chicas querían siempre conocerlo como Dios lo trajo al mundo.

   Borré ese comentario con rapidez, ya que tenía mucho trabajo que hacer y en un abrir y cerrar de ojos, las 2 horas habían pasado. Pedí una bebida pero estaba asqueada de la limonada que preparó la chica de la cafetería, esa chica me odia también. Tal vez, a un final la hizo con veneno y yo inocentemente probé esa porquería.

-Espero no morir hasta que llegue Mark y la niña Rumsfeld -Dije mientras miraba la limonada.

-Srta. Applewhite, ¿Cómo esta su limonada? -Exclamó Dallana desde lejos.

   La miré de arriba a bajo, su caminar de pingüino no se perdía, y esa falda holgada que aveces dejaba ver demás, ella era mi amiga, pero vestía horrible. Entre tantos detalles, no me percaté que la chica ya estaba frente a mi, mirándome con simpatía y un poco ruborizada.
  
    -Bueno... Estas chicas de la cafetería no saben hacer nada bien, esto sabe a mierda -Dije con desaprobación.

Romances color vino (Sin Corregir)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora