Capítulo 1: Nuevo hogar

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Mi familia nunca ha tenido mucho dinero. En general, siempre nos las hemos arreglado con lo que venga. Mamá solía trabajar como enfermera en un hospital, mientras que papá lo hacía arreglando autos en el local de su mejor amigo. La situación, digamos, no era ni es muy boyante. Debido a esta razón, toda mi vida he estado en colegio públicos, he vivido en casas o departamentos rentados y he tenido que optar por trabajos de medio tiempo de manera de obtener dinero para mis propios gastos.

Así que cuando mamá dijo que al fin tendríamos nuestra propia casa me alegré, incluso si aquello incluía mudarnos a otra ciudad y perder varias de las amistades que tenía.

La nueva casa está ubicada en Arboleda del Sol. Una ciudad pequeña, de no más de doscientos mil habitantes, pero que, además de ser muy tranquila, también posee una buena universidad pública que podría servirme una vez que termine el instituto. Mamá puso muchísimo énfasis en ello, dando fe de que mi vida depende de tener una buena carrera. A veces siento que tanto mamá como papá ponen muchas de sus fichas en mí, como si yo fuera la esperanza de la familia. Sin embargo, a pesar de tener dieciséis años, ni siquiera sé que quiero hacer de mi vida. A veces me gustaría volver a ser niña a esos días donde el tiempo no existía y lo único que importaba era si mis papás me dejarían o no salir a jugar con mis amigos a la calle.

Antes de tener que irme de mi antigua ciudad, mis amigos me prepararon una fiesta sorpresa y todo, deseando que me fuera muy bien allá. Mi mejor amiga hasta lloró abrazándome mientras me daban cartas, fotos y carteles de despedida. No soy la persona más sociable del mundo, pero sí estoy bastante feliz de los amigos que he logrado hacer en mi vida.

Así que ahora, tres días después de aquella fiesta, me encuentro viajando hasta Arboleda del Sol en el automóvil de papá, con el montón de maletas de ropa y nuestras cosas más importantes amenazando escaparse por todos lados. Apenas si hay sitio para mí en el asiento de atrás, puesto que estoy rodeada de cajas y más cajas. Por otra parte, los muebles y las demás cosas llegarán en dos días más, en un camión rentado por el amigo de papá especialmente para la mudanza.

No puedo negar que la idea de comenzar mi vida en otra ciudad me emociona. Dicen que puedes ser quien quieras cuando llegas a otra parte. Podría intentar convertirme en una de las populares del nuevo Instituto o tal vez, podría entrar a las Centros Escolares, esos que se dedican a organizar las fiestas y eventos más importantes para la comunidad estudiantil. Sin embargo, yo no soy del tipo deportivo ni organizador. Así que decido lo más sabio que podría decidir: ser yo misma. Aquello significa ser la chica que pertenece al grupo de chicos que no resalta en la escuela, pero que lo pasa fantástico. Pensar en mi grupúsculo me pone nostálgica, así que apenas llegue a la nueva casa tendré que llamarles.

—¡La nueva casa tiene cinco habitaciones, Maira! ¡Cinco! —cuenta mamá emocionada como por undécima vez.

Todos estamos emocionados. La nueva casa es grande, tiene cinco habitaciones, dos baños, está ubicada en un buenísimo barrio y para mi buena suerte, está solo a tres calles del nuevo instituto al que asistiré. La habitación más grande (fuera de la matrimonial) será mía, lo cual, es tremendamente genial pensando que la mayoría de mis habitaciones han sido de 2x3, apenas. Tengo incluso un mapa mental de qué cosas nuevas compraré en cuanto consiga un nuevo empleo para llenar mi nuevo refugio con mi esencia.

—Nosotros nos quedaremos con la habitación que tiene el baño dentro—comenta papá, mientras maneja y me mira por el espejo retrovisor—. Así tendré mi privacidad cada vez que quiera encerrarme a ver videos y leer noticias.

—JÁ—exclama mamá, dramáticamente—. Ya quisieras.

—El papá de Salomé tenía la misma costumbre—le comento a ella, con una sonrisa—. Se encerraba en el baño por cuarenta minutos y no dejaba que nadie más entrara.

Más allá de lo visibleWhere stories live. Discover now