01. Desde el otro lado

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Recuerdo el día en que llegaron los primeros inquilinos a casa. Yo llevaba algunos días (o años, no estoy seguro) vagando por la casa, incapaz de encontrar a mis padres. Buscando, buscando, pero con la certeza de que no los encontraría porque estaba solo. Completamente solo en un lugar del que no puedo huir.

Entonces, llegaron ellos. Los primeros. Fue difícil, porque no podía verlos en todas partes, solo aparecían y desaparecían de vez en cuándo. Movieron las cosas de lugar, quitaron todos los recuerdos que había en la casa, relegándome al rincón más oscuro de mi propio hogar. Fue ahí cuando la ira creció alrededor de mí como una enredadera de fuego sin control. Asusté tanto a la familia que salieron corriendo. Se fueron, dejándome a mí con solo esta casa de compañera. Y sí, pensé que me sentiría mejor, que mi situación mejoraría, pero lo único que pasó fue que me empecé a sentir más solo. No es algo que haya notado enseguida, y la verdad, creo que me he tardado mucho en hacerlo. No fue hasta que llegó Maira, en que noté lo realmente solo que había estado durante... esta existencia que llevo. 

—Ele, ¿estás solo?

Más solo de lo que puedes imaginar, respondo en mi mente.

Maira es la primera persona que se sienta frente a mí, a hablarme como si yo fuera una persona común y corriente. Lo cual me emociona, así que mientras ella mira al vacío esperando encontrarme en algún rincón de la habitación, decido tomar riendas en el asunto. En el desordenado escritorio donde descansan cuadernos, un laptop, y muchas fotografías está también el juego de dominó que Maira ha estado utilizando para probarme. Trato de tomarlo, pero mi fuerza solo consigue lanzarlo al suelo. La muchacha retrocede asustada, pero trata de calmar su respiración.

—¿Fuiste tú, Ele?—pregunta, acercándose un paso, valerosamente.

Golpeo dos veces el escritorio con una mano.

—No te asustes. Por favor, no te asustes—le pido, a pesar de que sé que no puede oírme.

Y como si lo hubiera hecho, su expresión se relaja.

—¿Quieres hacer algo?—vuelve a preguntar.

Otra vez doy dos golpes, con ansiedad. No quiero que se vaya. No quiero perder la única oportunidad que tengo de comunicarme con alguien.

Ella asiente, y luego, como si no supiera si la veo, corrige su error y me dice que entiende y que me dará mi espacio, con lo que se sienta sobre la cama a esperar.

Vuelvo mi vista a las piezas del dominó con frustración, porque sé que moverlas será una tarea titánica. Una cosa es golpear cosas y que emitan sonido, otra muy distinta es lograr que se muevan. La primera vez que moví algo, fue cuando estaba profundamente enojado. Es como si mis manos se hubieran solidificado específicamente porque estuviera crispado. Y más tarde, comprobé que solo agarro fuerza suficiente cuando experimento emociones que están más allá de mi propio control. Y eso sucede únicamente cuando estoy enojado o triste, y ahora, estoy nervioso. Muy nervioso.

Me siento sobre el suelo y muevo la primera pieza, teniendo que empujarla por intervalos. Escucho como Maira contiene el aire, pero no parece tan asustada como maravillada.

Es difícil, pero tras un minuto, logro formar una "L". Cuando vuelvo a mirar a Maira, su expresión de debate entre una sonrisa y la inseguridad. Se queda en silencio, mientras lentamente voy formando la palabra "Luciano" con las piezas. Siento que demoro una eternidad, pero ella es muy paciente.

—¿Tu nombre es Luciano?—pregunta ella en un murmullo, pensativo.

Un escalofrío me recorre apenas ella dice mi nombre. Llevo tiempo sin que nadie se refiera a mí como Luciano.

Golpeo el suelo dos veces.

Sus ojos se achinan en una sonrisa, mientras lleva sus manos a su boca, tocando su labio inferior inconscientemente.

—Ahora te imagino con la cara de Lucius Malfoy—susurra, soltando una risa ligera—. Y tal vez ni siquiera sabes quién es él.

Dejo escapar una carcajada apenas ella lo menciona y el sonido de mi propia risa me sorprende. ¿Hace cuánto no me río genuinamente?

Ella se acerca y se sienta frente a las fichas. Acerca un mano y toca la "L" como si la acariciara. Una extraña sensación sube hasta mis mejillas.

—Reconozco que tu sistema de comunicación es mejor que el mío. Es lento, pero mucho más efectivo—menciona.

Golpeo dos veces el suelo y ella mira en la dirección del sonido, sonriendo.

—Efectivamente tengo mejores ideas de sistemas de comunicación que tú—bromeo queriendo que ella me escuche, pero no lo hace.

—Luciano es un lindo nombre—murmura para sí, pero me hace sentir un poco avergonzado el que lo diga—. Luciano Hormazábal... Suena importante—bromea, pero luego su expresión se torna triste y deja escapar un suspiro—. Me gustaría poder verte.

¿Cómo solo unas palabras pueden hacer sentir tan cálida a mi existencia?

Observo sus manos, las que retuerce, puesto que no puede esconder que todo esto todavía le asusta y no la culpo. No podría hacerlo, porque a mí también me asusta. Pero me hace sentir menos lánguido, como si su energía se traspasara a mí y llenara mis estanques con ganas de todavía intentar saber qué es lo que pasa conmigo.

Acerca su mano otra vez a las fichas, en silencio y las vuelve a tocar. Observo sus dedos. Son pequeños y finos, en contraposición a mi mano, que es más grande y tosca. Acerco mis dedos a los suyos, queriendo rosarlos con la punta de mis dedos. Si puedo mover las fichas de dominó, ¿podría ella sentir mi roce?

Sin embargo, antes de poder tocarla, ella retira los dedos y se queda observando a la distancia.

—¡Maira, a comer!—gritan desde del exterior de la habitación. Ella frunce los labios, y mira en mi dirección.

—¿Te veo más tarde, Luciano?—pregunta, y sacude la cabeza rápidamente ante su error—. Quiero decir, ¿nos... hablamos más tarde?

Sonrío con decepción, porque quiero seguir hablándole ahora e intentar descubrir más cosas sobre ella. Pero sé que debe irse. Así que golpeo el suelo dos veces.

—Okay—responde—. Y no te vayas—pide, a modo de broma mientras se acerca a la puerta de su/mi habitación —, porque todavía tengo muchas cosas que preguntarte.

—Claro—respondo, con una media sonrisa, al mismo tiempo que golpeo dos veces el suelo.

Maira asiente, y cierra la puerta al salir.

Y otra vez me siento solo.

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¡Wattpaders!
Muchas gracias por la espera paciente de este capítulo. 💕 Y también gracias a quiénes comprendieron que estoy en la última semana del semestre y estoy hasta el límite con trabajos. 😞

De todas formas, ¡capítulo nuevo!
Espero que les guste y me comenten sus impresiones.

Cariños,
Polette
-Youngbird93

Cariños, Polette -Youngbird93

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Más allá de lo visibleWhere stories live. Discover now