Capítulo 8: Nuevo sistema de comunicaciones

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—¿Oíste eso?—pregunta Joaquín, mirando en todas direcciones.

Se nota asustado.

—¿Oír qué?—inquiero, como quien no quiere la cosa.

—Esos... golpes—responde, tratando de calmarse.

Me encojo de hombros.

—Ah... eso. Debe haber sido papá tratando de hacer que el cuadro no se caiga más—aseguro, todavía con la vista pegada en mi proyecto.

Como no me asusto, Joaquín parece relajarse.

—Eh, sí, tienes razón—coincide, acercándose a mí. Se queda en silencio unos minutos, hasta que vuelve a hablar luciendo pensativo—. ¿Has vuelto a tener problemas con lo de los fantasmas?

Vuelvo la vista hacia él, porque su pregunta me sorprende un poco. No del todo, digamos. Sé que Joaquín está un poco nervioso por estar metido en "la casa embrujada de los Hormazábal", pero no puedo juzgarlo.

Niego con la cabeza.

—No he vuelto a tener problemas—respondo, lo que no es una mentira.

—Entonces—insiste—, ¿crees que te quedes en esta casa?

—Pues... creo que sí. O sea, mamá compró la casa para quedarnos siempre—le respondo con una sonrisa.

Joaquín achina sus ojos (¿o será enjaponesa sus ojos?), devolviéndome una sonrisa.

—Me parece bien. Me gusta. Quiero decir, me gusta que estés aquí... o sea, me refiero a que está bueno tener una nueva amiga—dice, mientras sus mejillas se tornan ligeramente rojas.

—¿Te agrada haberme conocido?—pregunto, tratando de seguirlo.

—¡Sí!—exclama Joaquín. Sus ojos relampaguean—. Es eso.

Vagamente, siento dos golpes en la parte posterior de la habitación. Joaquín o no los oye o se hace el tonto, porque no dice nada.

Sonrío, bajando la vista hasta mis manos.

—A mi también me agrada el haberte conocido—digo, en una especie de susurro.

A mi también me agrada haberte conocido, Ele.

(...)

Joaquín se va antes de la hora de almuerzo, arguyendo que su madre le exige pasar al menos el tiempo de la comida con ella. Digamos que es lo mínimo que pueden hacer los hijos por sus padres.

A pesar de que quiero hablar con Ele y seguir preguntando, siento la ansiedad, el miedo y el nerviosismo todavía a flor de piel. Así que cuando llega la noche, aún no he hecho ninguna pregunta.

Sin embargo, mientras me acuesto en la cama pienso en él y en sí estará rondando la habitación. Solo tengo encendida la luz en la mesita al lado de mi cama y eso da un aire espectral a toda la pieza. Pero por alguna razón, el miedo se transforma en algo así como expectación. Mi respiración se acelera, pensando en si realmente debo preguntarle algo. ¿Pero qué le preguntaría? ¿Y cuánto podría saber de él solo con preguntas de sí o no? Decido que lo mejor es mejorar nuestro sistema de comunicación. ¿Nuestro? Sonrío, sacudiendo la cabeza. ¿Qué demonios es esto?

Siento que la mesa de mi escritorio rechina, levemente. Lo que me hace perder la sonrisa y volver a alertarme. Trago saliva, respirando agitadamente, hasta que logro calmarme otra vez.

—Buenas noches, Ele—murmuro al aire, pero no hay respuesta.

Sin embargo, algunos segundos después veo la puerta de la habitación abrirse y volver a cerrarse, como si Ele hubiese salido de la habitación. A pesar de que me parece un bonito gesto, al apagar la lámpara, tardo al menos una hora en poder quedarme dormida.  

Más allá de lo visibleWhere stories live. Discover now