Capítulo 12: Dorado y azul

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            Capítulo 12: Dorado y azul

Durante unos segundos, tengo miedo de volverme agua y derramarme en la habitación. El cuerpo me tiembla desde los pies hasta las hebras de mi cabello. Demasiado nerviosa de formar otra palabra.

Frente a mí está Ele. No podría decir que en carne y hueso porque definitivamente no se ve como una persona. Hay algo en él que se ve etéreo, inalcanzable. Su piel es traslúcida y no sé dónde terminan sus piernas en el suelo. Sin embargo, su cabello y sus ojos brillan con una intensidad sobrehumana. Me mira con aprehensión, como si yo pudiera salir corriendo de un momento a otro y así me siento. Pero me obligo a quedarme donde estoy.

—Maira...—susurra, pero no se acerca— Maira, no te asustes por favor.

Esbozo una sonrisa nerviosa y retrocedo dos pasos hasta poder sentarme en la cama. Él se queda detrás de la cómoda de mi habitación, como esperando el momento preciso para salir. Mira mis ojos de la misma manera en que yo miro los suyos: con una mezcla de emoción, intensidad y temor.

—No lo puedo creer—suelto en un susurro.

—Ni yo—coindice él, acercándose un paso.

Miro hacia el suelo tratando de entender qué es lo que sucede. Ele se ha materializado de repente y ahora puedo verlo y esto tiene solo una explicación lógica: he muerto. Comienzo a pellizcarme el cuerpo en busca de señales de mi defunción precipitada, pero  cuando siento dolor, frunzo el ceño.

—¿Puedo saber qué haces? —pregunta él, curioso.

Le miro repentinamente y ese gesto le hace echar la cabeza hacia atrás, como si estuviera asustado de mi reacción.

—Compruebo cosas—le respondo, escueta.

De pronto, me siento un poco cohibida. Porque tengo la molesta sensación adolescente de que no debería haber un chico en mi habitación a esta hora, no mientras lo único que estoy usando es un pijama.

—¿Qué cosas? —insiste él.

Parece un niño pequeño y, por alguna razón, aquello me infunde una cálida ternura. Decido que, si bien la situación ya es demasiado extraña, no habría razón para que no lo fuera un poco más. Tomo aire con fuerza y lentamente lo dejo escapar, mientras sé que él me observa. Segundos después, me pongo de pie y me acerco, con la misma sensación de nerviosismo que he mantenido sostenidamente desde que entré a mi habitación. Las piernas me tiemblan, pero me obligo a acercarme. Después de todo, solo se trata de Ele.

—C-comprobaba si es que no morí—tartamudeo, luego esbozo una sonrisa de medio lado.

Él sale de su escondite y se acerca a mí. Noto que es más alto que yo y que su piel traslúcida también se ve tersa y muy blanca. Su cabello rubio es lo que más me gusta de él, porque brilla como mil soles; y sus ojos todavía me miran con una mezcla de aprehensión y miedo, pero se ven sinceros, transparentes.

—Ahm... —comenta él, bajando la mirada— No creo que funcione de ese modo.

Cuando me vuelve a mirar, esboza una sonrisa, la que correspondo sonriendo también. Nos miramos durante unos segundos, hasta que empiezo a sentir que su mirada quema. Avergonzada y probablemente con las mejillas sonrosadas desvío la mirada y me dirijo  hasta el centro de la habitación. Él me sigue, sin acercarse demasiado.

—Eres... —comienzo a decir, sin estar del todo segura sobre qué decir. Me siento demasiado nerviosa y avergonzada, porque Luciano me mira de tal manera que parece que yo fuera a revelarle los misterios de la existencia— Eres... tal como te vi en tu fotografía—termino de decir, no muy segura.

Más allá de lo visibleWhere stories live. Discover now