Capítulo 4: El primer incidente real

274 46 13
                                    


Capítulo 4: El primer incidente real

Es sábado y estoy intentando completar el proyecto que me ha dado el profesor de física. Parece un proyecto muy estúpido, pero me está tomando más tiempo del que deseo. El circuito consiste en hacer que una bolita de metal recorra una distancia de al menos un metro y medio entre varios "obstáculos" que debe atravesar. El mío apenas recorre veinte centímetros y cae al suelo, porque no logra subirse a otra cajita por su propia fuerza. Youtube no me ha servido en lo absoluto para realizar mi proyecto. Me frustra, porque sé que tendré que pedirle ayuda a mi papá.

Lanzo la bolita por enésima vez y sale volando al suelo. Genial. La recojo y la dejo en mi bolsillo, al mismo tiempo en que recibo un mensaje de Joaquín.

"Estaba pensando... ¿te gustaría ir a tomar helado? Ya sé que hace frío, pero siempre es tiempo de helado".

"Creo que te quiero", respondo, "el proyecto de física me está matando. No puedo hacer que la maldita cosa pase más allá de los quince centímetros. Necesito aire".

"Pues... yo te puedo dar todo el aire que necesites", contesta.

¿Ah? Me sonrío sola mirando la pantalla del celular. Vuelve a escribirme antes de que pueda decirle algo más.

"Quiero decir, no lo digo porque yo vaya a... bueno, tú me entiendes".

"Jajajaja, no te pongas nervioso. Entiendo. ¿Nos juntamos ya?"

"Claro. Estaré fuera de tu casa esperándote", me dice.

"Genial".

Me arreglo un poco. Me dejo el pelo suelto y me pongo un poco de labial. Antes de salir pitando escaleras abajo, vuelvo a dejar la bolita de metal en el punto de partida para no perderla.

Cuando encuentro a Joaquín afuera, trae puesto una cazadora oscura que le sienta especialmente bien. Mira la casa con recelo, pero en cuanto me ve a mí, sonríe de oreja a oreja.

—¡Te ves muy bien! —exclama, y luego parece arrepentirse—. Quiero decir, sin el uniforme porque... Bueno, eso. Te ves bien hoy.

Tengo que bajar la mirada, porque, sin querer, hace que me sonroje. La buena suerte, es que Joaquín es lo suficientemente amable para no decir nada sobre ello.

Nos pasamos la tarde hablando sobre nuestro proyecto de física y lo mucho que odiamos a ese profesor. Nos reímos bastante, mientras tomamos helado, yo de fresa y él de menta. Me cuenta que tuvo una novia hace un par de años de la escuela, pero que le había dejado cuando comenzó a juntarse con "los populares". Lo sentí junto a él, sabiendo que seguramente todo eso debió haber sido una mierda. También le conté de Marcelo, el novio que tuve durante un verano. No es que haya durado mucho. En cuanto cada uno volvió a su ciudad, decidimos que lo mejor era dejarlo.

Estamos volviendo a casa caminando, cuando Joaquín decide preguntarme por la casa.

—¿Te ha costado mucho adaptarte? —pregunta, en referencia a mi nuevo hogar.

Niego con la cabeza.

—La verdad, no tanto—comento.

—Es extraño... —dice, cruzando la calle conmigo siguiéndole los talones—. Tu casa estuvo sin comprador por alrededor de tres años.

Alzo las cejas.

—¿En serio? ¿Es por eso que la devaluaron tanto? Es decir, estaba muy barata. Es por eso que mamá pudo comprarla.

Más allá de lo visibleWhere stories live. Discover now