Capítulo 7: No tiene sentido, pero no importa

296 48 33
                                    

La misma noche en que ha sucedido todo el asunto de Ele, me cuesta quedarme dormida, porque siento como si alguien me observa. Sin embargo, en algún punto de la noche logro conciliar el sueño. Uno muy profundo, lleno de fantasmas, circuitos para bolas de metal y un chico sin rostro, que trata de tocarme y no puede.

Al despertar por la mañana, siento como si todo hubiese sido un sueño. Uno extraño, pero... agradable. ¿Es muy extraño pensar eso? Que ha sido algo así como agradable poder comunicarme por fin con la cosa que ronda mi habitación.

Ele.

Empiezo a preguntarme un sinfín de cosas. ¿Cómo luciría Ele antes de morir? ¿Qué habría sucedido y por qué habría muerto a una edad tan precoz? Diecisiete años... Era apenas un adolescente esperando vivir la vida.

Anoche desapareció después de que le pregunté si sabía que estaba muerto. No respondió. Y me arrepiento un poco de haber hecho esa pregunta. Tenía ganas de seguir haciendo preguntas, a pesar del miedo. ¿Por qué su fantasma seguía rondando? ¿Y por qué podía hablarme, a pesar de estar en... dos dimensiones diferentes?

Es sábado por la mañana, así que no tengo escuela. Me pregunto si Joaquín se pasará por mi casa. Nunca entra a mi casa, sólo me espera afuera cada vez que salimos. ¿Tendrá miedo de mi hogar? Sonrío de medio lado. Admito que yo también siento miedo, pero hay algo que cambió... Porque las cosas cambian y la vida continúa.

Con una alegría inusitada, tomo mis cosas y me dirijo al cuarto de baño para realizar mi aseo matutino. Sin embargo, me detengo antes de salir y vuelvo a buscar la ropa que utilizaré. Por alguna razón, no me parece correcto vestirme en su habitación. Quiero decir, mi habitación... porque él está ahí. ¿O no? Sacudo la cabeza, riéndome por lo bajo. ¿Debo avergonzarme si un fantasma me ve desnuda? De todos modos, decido bañarme y vestirme en el baño. Solo por si acaso.

Cuando salgo, siento el olor del desayuno que mamá ha preparado.

—¡Maira, hija mía! —exclama cuando me ve bajar.

Lo que no me esperaba, era ver a Joaquín sentado a la mesa, con las mejillas coloradas.

—¿Qué haces...? —quiero preguntar, confundida, pero mamá me detiene.

—¡Lo invité a tomar desayuno con nosotros!

—¿Ah sí? —pregunto, incrédula—. ¿Y cómo fue que se conocieron?

Es Joaquín quien se adelanta a responder la pregunta. Todavía tiene el rostro arremolinado y mira hacia el suelo al hablar.

—Venía a... a preguntarte qué tal te iba con el proyecto, cuando tu mamá me encontró afuera.

—¡Sí! —exclama mamá, con una sonrisa, mientras reparte huevo revuelto en cuatro platos.

—Ajá—suelto—. ¿Y papá dónde está?

Él hace su entrada triunfal, sosteniendo un destornillador entre las manos.

—Fui a buscar mis herramientas de tortura...

—¡Papá! —reclamo, a sabiendas de que trata de asustar a Joaquín.

Este último traga saliva, sin decir una palabra. Cuando papá se echa a reír, Joaquín se destensa un poco... pero solo un poco.

—Es broma. Tengo que arreglar el tornillo de un cuadro. Lleva varios días cayéndose. Ya no sé qué hacer con eso.

Instintivamente, pienso en Ele. ¿Será él quien está destruyendo de a poco esta casa? No sé por qué, pero el pensamiento me hace sonreír. Papá se sienta a la mesa y me pide que me siente junto a él.

Más allá de lo visibleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora