Un highlander a la altura (Viaje por las Highlands 2)

Tres años

Antes de empezar, quiero comentaros que la mayoría de los personajes que aparecerán en esta historia (salvo la protagonista, su familia y sus compañeros) son personajes reales. De ahí que muchos nombres se repitan, no eran muy originales con eso. Intentaré que no haya confusiones aunque no siempre lo lograré.

Me llevó un tiempo investigar sobre ellos y documentarme para hacerlo bien, pero creo que ha merecido la pena. El argumento de esta historia, por supuesto, es invención mía pero el acontecimiento que la desencadenará es totalmente real.

Leed primero LA INSTITUTRIZ

Y otra cosa, igual que pasó con La institutriz, la versión que está en Amazon es un poco diferente a la que os encontraréis aquí, así que quien quiera leer la versión definitiva, la tiene en Amazon y en Kindle.
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El valor de una persona no se mide por su fuerza, sino por su destreza. Y la destreza de una persona se mide por su inteligencia. Para hacerte valer has de ser inteligente. ¿Cuántas veces había escuchado aquellas palabras en boca de su padre? Había perdido la cuenta. Por supuesto, no se las decía a ella sino a sus hermanos, pero igualmente había absorbido cada una de sus enseñanzas con ansias de un mayor conocimiento. Ya fuese de frente o a escondidas, escuchaba todos sus consejos y trataba de ponerlos en práctica.

Comenzó a seguir a sus hermanos y a rogarles que le enseñasen a usar la espada en cuanto tuvo la fuerza suficiente para empuñarla. Probablemente a ellos les hacía gracia su interés porque después de un par de meses la tomaron como su pupila particular. Para cuando su padre descubrió lo que hacían, ella ya amaba las armas tanto como sus hermanos. Puede que incluso más.

Manejaba la espada y la daga casi tan bien como cualquiera de sus hermanos y con el arco era superior a todos ellos. Sus hermanos la habían convertido en toda una guerrera, algo de lo que ella estaba orgullosa pero que su padre desaprobaba. Era fuente continua de disputas entre ellos.

-No te servirá de nada - le decía enfadado - No creas que te dejaré probar tus habilidades con nadie más que con tus hermanos. No es una espada lo que deberías saber manejar.

-Por supuesto, papá - decía ella airada - el trapo es mucho más adecuado para mí.

Odiaba ver el reproche en el rostro de su padre cada vez que la descubría practicando. Odiaba ver la decepción cuando descuidaba sus tareas en la casa. Pero sobre todo odiaba no poder coger su espada o su arco cada día. Sin ellos, se sentía incompleta.

-No es justo, mamá - lloraba abrazada a ella cuando no podía soportarlo por más tiempo - ¿Por qué tuve que nacer mujer?

-Ser mujer no es malo, cariño - la consolaba ella - No somos menos que los hombres pero tenemos otra clase de fortaleza.

-Pero yo quiero mi espada y mi arco.

-Lo sé, cariño, lo sé. Y no te estoy diciendo que no los uses, ya sabes que yo también sé defenderme con una daga. Pero no debes desatender tus obligaciones por las armas.

-Si me ocupo de mis labores no me queda tiempo para practicar.

-Busca el equilibrio y verás que tu padre dejará de negarse a que lleves una espada contigo. Sé que podrás hacerlo. Confío en ti.

Podría decir fue la frustración. O tal vez las frecuentes peleas con su padre. Podría decir que fueron las presiones. O sus ganas de aventuras. Podría decir que fue porque no encontró ese equilibrio del que le hablaba su madre. Podría darse muchas excusas pero la única verdad era que se había escapado de casa a los 18 años para evitar que la casasen con un MacLean.

Ni siquiera se permitió conocerlo antes de rechazar la propuesta. En realidad ni siquiera dio tiempo a sus padres a presentarle la propuesta. Los escuchó hablando una noche sobre ello y sintió que las paredes se cernían sobre ella. No le habría asustado más si hubiesen estado planeando encerrarla en un calabozo y tirar la llave al mar después.

Corrió a su cuarto y metió en una alforja varias mudas, bajó a la cocina a por provisiones para varias semanas cuando todos dormían ya y se escabulló de la casa llevándose consigo su caballo. Cargada con su espada y su arco, dejó atrás su hogar, su familia y sus recuerdos en una noche de verano iluminada por la luna llena. Una simple nota pidiendo perdón y asegurándoles que estaría bien bastó para que su determinación no vacilase a la hora de emprender el camino.

Muchas veces había escuchado decir a su madre, cuando les contaba aquellas maravillosas historias para dormir, que una vida extraordinaria requería grandes sacrificios. Ella estaba dispuesta a sacrificar su pasado para encontrar su futuro. El futuro que ella creía que se merecía.

Tres años después, había recorrido Escocia casi por entero y se había labrado una reputación. La highlander audaz, le llamaban ahora y se sentía orgullosa de ello. Había ayudado a mucha gente y seguía haciéndolo. Los inicios no habían sido fáciles. No la tomaban en consideración por ser una chiquilla, por su débil constitución. Pero había demostrado que era mucho más valiente y astuta que hombres más experimentados y se había ganado un puesto entre los mercenarios más solicitados. Tal y como su padre decía siempre, el esfuerzo tenía sus recompensas y ella ahora estaba cosechando los frutos de su trabajo.

No diría que no extrañaba a su familia porque estaría mintiendo. Tampoco diría que no había estado tentada a regresar a su hogar en más de una ocasión porque en realidad lo había deseado con todas sus fuerzas. Después de tres duros años había llegado a comprender los motivos de su padre para no permitirle usar la espada. Había aprendido a valorar el trabajo de su madre en la casa. Había descubierto que no todo era blanco o negro como creía. Que había matices que lo cambiaban todo.

Tras tres años viviendo prácticamente en el camino, sin un lugar al que poder llamar hogar, había llegado el momento de enfrentarse a un nuevo cambio en su vida. Una última misión y su tiempo lejos de casa habría acabado. Era hora de regresar al hogar.
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