Reflexiones

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A pesar del buen ritmo que llevaban desde que la niebla se había disipado a primera hora de la tarde, estaba claro que tendrían que acampar pronto a pasar la noche. Aileen lo estaba deseando para intentar poner en práctica algún otro de sus planes, en vista de que James era infinitamente más paciente que su hermano y había soportado todo el camino su continuo parloteo sin sentido y sus provocaciones. Incluso ella llegó a hartarse de sí misma y dejó de hablar por unas horas. Algo que ambos agradecieron.

-Aquí quieta - le indicó James en cuanto la bajó del caballo y la situó junto a un árbol al borde del claro donde tenían intención de dormir.

-¿Y si me muevo? - lo retó una vez más.

James se limitó a amenazarla con la mirada antes de dejarla sola para ayudar a sus compañeros. Debía estar hastiado de sus provocaciones pero Aileen había disfrutado cada una de ellas. Le resultó muy estimulante intentar hacer que aquel hombre perdiese los papeles, cosa que no había logrado todavía. Era paciente, eso debía reconocerlo. Muy paciente. Ella ya habría explotado a media tarde. 

Decidió hacerle caso en esta ocasión y se sentó bajo el árbol, sólo porque así podría observar sus movimientos con tranquilidad para idear un plan de huida que no la expusiese en demasía. Necesitaba poner distancia entre ellos antes de que descubriesen su ausencia para tener una mínima oportunidad de éxito y no sería sencillo. Demasiados ojos puestos en ella, incluso mientras estaban ocupados acondicionándolo todo.

Lo ideal sería hacerse con uno de los caballos pero tratar de tomarlo en el mismo campamento sería el suicidio de su plan. Ninguno de esos animales la conocía y se alborotarían en cuanto se acercase a ellos. No eran simples monturas, eran caballos de guerra bien entrenados y alertarían de su presencia. Tendría que huir a pie y procurar poner tanta distancia como pudiese entre ellos antes de que descubriesen su ausencia. Su mayor prioridad sería encontrar un escondite seguro donde esperar hasta que se cansasen de buscarla.

Uno de los mayores inconvenientes con los que se iba a encontrar sería su desconocimiento de la zona. Sus pasos no los habían llevado en demasiadas ocasiones por las tierras de los Gordon, así que sabía lo justo para orientarse y no perderse. Conocía los pueblos principales pero no podía contar con que la ocultasen de sus propios hombres, así que aquella no era una opción.

Pero Robert había mencionado un par de veces una capilla en Garioch en la que se había refugiado años atrás mientras era perseguido. La santidad del lugar lo había librado de ser capturado, pues nadie osaba contradecir a la Iglesia y ésta siempre aseguraba un salvoconducto para quien permaneciese en suelo sagrado. Lo que nunca le contó fue cómo salió de allí, pues dudaba mucho que los hombres que lo seguían se diesen por vencidos con tanta facilidad. Le hubiese venido bien la información.

No estaba totalmente segura, porque habían evitado los caminos principales, pero creía que habían dejado atrás ese pueblo no hacía mucho. Así que decidió que intentaría llegar a la capilla. El resto lo dejaría a la improvisación, no teniendo mayores referencias ni tiempo para organizar algo mejor. No estaba muy convencida de que funcionase, pero si lograba retrasarlos con su intento, al menos habría servido para algo. Porque mientras creyesen que era Jean Keith, no le harían daño por más que intentase escapar una y otra vez. Jugaba con esa ventaja y no temía usarla en su propio beneficio las veces que fuese necesario.

-Vamos - en esta ocasión fue Adam quien se acercó a ella para obligarla a levantarse.

-Estoy bien aquí, gracias - lo retó.

-Si vuestra unión con Alexander no supusiese un inconveniente para nuestro clan - la fulminó con la mirada - dejaría que os desposase. Sería feliz pensando en cuán loco se volvería con vos.

Un highlander a la altura (Viaje por las Highlands 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora