Día y noche

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Os recuerdo una vez más, que la versión de Amazon es diferente a esta en algunos capítulos. Necesitaba hacerlo más coherente, así que si queréis leer la versión definitiva, la tenéis en digital y en papel en Amazon
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En cuanto revisó la bolsa de medicinas de Mary, eligió varias hierbas que conocía y se dispuso a preparar un brebaje para el dolor y un emplasto para bajar la inflamación alrededor de la herida. Al parecer habían intentado coserla para que dejase de sangrar pero habían hecho un pésimo trabajo. Lo más probable era que le quedase una cicatriz después de eso. 

A medida que lo desnudaba de cintura para arriba, pudo descubrir que no sería la única cicatriz que tendría. Su cuerpo parecía la prueba viviente de las batallas en las que se había visto envuelto. Un libro abierto a una parte de su vida en la que el riesgo de morir era constante. También ella tenía un par de recordatorios. Era inevitable cuando dedicabas tus días a la espada.

Había visto a suficientes hombres a pecho descubierto y había curado unas cuantas heridas como para no ruborizarse al desnudar a James, sin embargo no pudo evitar admirar su cuerpo mientras lo hacía. Tenía unos músculos bien definidos por el entrenamiento diario pero sin llegar al extremo y su piel estaba bronceada. Le sorprendió que no tuviese mucho bello en aquella parte de su cuerpo y su mano lo acarició antes de que su mente pudiese registrar el movimiento.

Apartó la mano contrariada por su arrebato y comenzó a limpiar la sangre con cuidado pero sin vacilación. Se dio tanta prisa como pudo para terminar porque no quería suministrarle el calmante hasta comprobar si se quejaba de algo más que la herida abierta que tenía en el costado. Aunque no se había despertado, sabía que sentía cada cosa que le hacía y le constaba también que estaba sufriendo mucho. Por suerte, no protestó ni cuando lo movió más de lo necesario a propósito. Suspiró agradecida por ello pues a pesar de lo fea que era la herida, si lograba evitar que le sobreviniese la fiebre, se recuperaría en cuestión de semanas. Una vez consciente y fuera de peligro, ya no la necesitaría y sería el momento de huir. Antes de que pudiese levantarse de la cama y seguirla.

-Bebe esto, James - le pidió al acercarle el líquido a la boca - Vamos, no te hagas de rogar. Sé que puedes oírme.

No había recuperado la consciencia por completo en ningún momento ni había abierto los ojos pero se había estado ayudado cada vez que lo movía. Sonrió cuando separó los labios ligeramente. Vertió el calmante en su boca y lo vio tragar.

-Eso es, campeón. Ahora descansa un poco. El resto es cosa mía. Tú solo lucha por recuperarte pronto.

Abrió la herida de nuevo con un cuchillo que había desinfectado en agua hirviendo y la liberó del pus que empezaba a formarse. Con aquella cura apurada e inexperta habían hecho más mal que bien. En tan solo unas horas habían empeorado un corte que probablemente había sido limpio y fácilmente curable. Si lo hubiesen tratado como debían, James estaría ya consciente. Dolorido pero consciente.

Una vez libre de la infección cosió de nuevo la carne y la piel, procurando no marcar más de lo necesario la zona. Trataría de evitar que la cicatriz fuese demasiado evidente aunque probablemente a James no le importaría si se notaba o no. La mayoría de los hombres las consideraban trofeos, recordatorios de su valentía en la batalla. Para ella también lo eran, pero de lo cerca que había estado de la muerte. De lo efímera que podía llegar a ser la vida.

En cuanto quedó conforme con su trabajo colocó sobre la herida cosida el emplasto que había preparado y la vendó. Para cuando terminó, se sentía sudorosa y exhausta. Y como si le leyese el pensamiento, Sophia entró en la alcoba minutos después seguida de un par de hombres que portaban una bañera. Varias mujeres entraron detrás cargadas con cubos de agua caliente.

Un highlander a la altura (Viaje por las Highlands 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora