Una intervención a tiempo

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-No voy a ir con vos a ninguna parte - Aileen mantenía la mano firmemente aferrada a su espada, dispuesta a desenfundarla si era necesario - ¿Cómo pensáis obligarme?

-¿Acaso creéis que tenéis opción a negaros? - la carcajada de aquel hombre la obligó a apretar la mandíbula para no decirle lo que pensaba en aquel momento - Como os he dicho, somos ocho y vos solo una.

-En realidad estamos a la par - se escuchó tras ellos - Aunque, pensándolo mejor, si no ha perdido la costumbre y algo me dice que no lo ha hecho, ella nos pondría en clara ventaja.

Aileen sintió un inmenso alivio al ver a Tam y a Ellar franqueados por seis de sus hombres. Si la situación no fuese tan tensa, habría saltado del caballo para abrazarlos. Pero se mantuvo firme, con la mano todavía en la espada. No quería iniciar una pelea, pero no se quedaría mirando si esta se producía.

-¿Vos sois? 

-Tam MacCleod - se presentó su hermano - El hermano de la joven a la que pretendéis... obligar a hablar.

-Una MacCleod - dijo con rabia mirándola a ella - De haberlo sabido ya no estaríais respirando. Os habría...

-Más os vale no terminar esa frase - lo interrumpió Tam - o tendré que cortaros la lengua.

-Y yo os arrancaré los ojos si no dejáis de mirarla de ese modo - añadió Ellar - Mi hermana merece más respeto por parte de un miserable MacDonald.

-¿Qué me habéis llamado?

-Miserable - repitió - Y lo sois, si pensabais divertíos a costa de una mujer haciéndola sufrir. Fuese del modo en que fuese.

-Esta disputa no llevará a ninguna parte - Aileen trató de calmar los ánimos - ¿Por qué no sigue cada uno su camino y hacemos como que este encuentro no sucedió? 

-¿Para que podáis saquear nuestras tierras impunemente? - la acusó.

-Yo me dirigía a mi hogar cuando me detuvisteis y ellos venían a mi encuentro para escoltarme. No nos interesa nada de lo que poseéis. 

-Déjalo, Aileen - la detuvo Tam - Hoy me siento especialmente belicoso. Una pelea me vendrá estupendamente para liberar tensiones.

-Ya he tenido suficientes peleas en tres años, Tam. Quiero llegar a casa de una vez por todas.

-De eso hablaremos más tarde. Tienes muchas explicaciones que dar, jovencita. Y papá está deseando escucharlas.

-¿En serio? Que me escuchase sería toda una novedad.

-Te escapaste, Leen - le recriminó Ellar - ¿Cómo crees que se sintió papá?

-¿Aliviado? - aventuró en broma.

-No tiene gracia - Ellar la miró con disgusto - Nos tuviste a todos buscándote durante meses. Ya te dábamos por muerta cuando llegó la primera carta. ¿En qué diablos estabas pensando?

-Tú no lo entenderías, Ellar.

-Desde luego que no.

-Ya basta - rugió Tam - Buen trabajo a los dos. Habéis logrado espantar a los MacDonald y yo me he quedado sin pelea. Ahora volvamos a casa. ¿Debemos esperar por... alguien, Aileen?

-Vengo sola - entendió perfectamente su pregunta.

Sabía que su presencia allí se debía al mensajero que John había enviado a Dunvegan. No podía ser de otra forma. Probablemente su padre les había pedido a sus hermanos que fuesen a comprobar que aquel hombre decía la verdad. O a asegurarse de que se quedaba en Huntly con su nuevo esposo. Lo que le había extrañado era que el mensajero no fuese con ellos.

Un highlander a la altura (Viaje por las Highlands 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora