Prólogo

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La historia está narrada desde el punto de vista de Jackie.

Buscaba entre los archivos que la que me estaba cuidando tenía de mi—bueno, cuidando es poniéndolo lindo. Tenía que salir de este infierno ya, y la única manera en la que puedo hacer eso, es si encuentro a mis padres. Mi meta es irme de aquí en la noche rápido que esta gente se duerma. Ojala no tenga que volver a quedarme con monstruos como estos jamás en mi vida.

Al caer la noche, la doña me dio un plato con las sobras de la cena. Obviamente, prefería morir de hambre, así que se lo di al perro, el cual también me odiaba.

Cuando estaban todos dormidos, bajé hasta la puerta frontera para irme, asegurándome que tenía todo lo que necesitaba. Suspiré de la felicidad; iba a encontrar a mis padres.

Tomé mi maleta y me fui. Tenía un largo camino por delante. Si quería que me concedieran la emancipación, debía convencer a mis padres a que se queden conmigo. Sé que no iba a ser algo fácil, pero no me iba a ir sin un sí.

Al parecer, mi madre es una autora muy reconocida que ha vendido sobre casi un millón de copias en un libro que escribió hace quince años atrás, el cual leí y me encantó; y mi padre es un fotógrafo reconocido en muchos lugares. He visto muchas de sus fotos y son hermosas.

No sé como yo no tengo ni tan siquiera una habilidad artística en mi ADN, considerando que soy su hija.

—Con permiso, niña—escucho una voz muy familiar decir.

—Maldita sea—susurré y me volteé. —¿Qué tal, Alex?

—¿Te vas y ni tan siquiera pensabas decirme nada? Sería una pena que tu trabajadora social se entere de esto—dijo y se acercó a mí.

—Tú sólo estás molesto porque no me despedí de ti—dije y lo abracé.

Alex era mi mejor amigo. Ha sido mi mejor amigo desde que ambos estábamos en pañales; la trabajadora social que está a cargo de mí, también está a cargo de Alex.

‒No, estoy molesto porque me dejarás solo‒dijo.

‒Claro que no. Conseguiré un teléfono y te llamaré las veces que pueda‒le aseguré.

‒Está bien, pues te dejo ir. Ve con cuidado‒dijo y se fue, no sin antes darme un fuerte abrazo.

Y con eso, seguí mi camino. Me tomó toda la noche, pero al fin llegué; terminé al frente de un edificio, y rápidamente vi el número del apartamento de mi padre, o padres. No sé si viven juntos. Subí hasta llegar al frente de su puerta y toqué.

‒Ya va‒contesta una voz masculina.

La puerta se abrió y veo a un chico que se veía bastante joven para ser mi padre.

‒¿En qué le puedo ayudar?‒pregunta sin dirigirme aún la mirada.

‒Estoy buscando a Jackson Woods‒digo. ‒Me dicen que reside aquí.

El hombre por fin me dirigió la mirada y su cara cayó al suelo, como si hubiera visto un fantasma.

‒S-Soy yo...‒contestó tartamudeando.

‒¿En serio?‒dije, desconcertada. Note que me miraba un poco extraño. ‒¿Por qué me mira así?‒ le pregunté.

‒¿Cuál es tu nombre?‒dijo, esta vez más firme.

Me quedé inmóvil como una imbécil. Su mirada era fuerte, con una pizca de esperanza y asombro. Abría y cerraba la boca, pero las palabras no salían.

‒Tranquila... Pensé que eras alguien m...‒lo interrumpí.

‒M-Mi nombre es Jackie Woods...‒dije en voz baja, pero bastante como para que me escuchara.

Silencio.

Ninguno de los dos dijo absolutamente nada, es más, el parecía que se podía desmayar en cualquier momento.

Su cara luego hizo una extraña expresión; parecía feliz pero confundido a la vez.

‒Eres idéntica a Sydney...‒me dijo. ‒¿En dónde están tus padres?‒ preguntó, mirando alrededor a ver si venía acompañada.

‒Está parado al frente mío‒ dije, intentando sonar lo más normal posible.

‒No, hablo de tus padres adoptivos‒me dice con tal confianza.

‒Uh, no tengo–dije un poco perdida.

Cualquier expresión de felicidad que tuvo se desvaneció. Ahora solo se veía dolido, molesto y confundido.

‒¿Quieres entrar, Jackie?‒me pregunta.

Asentí y entré a su apartamento. Era más simple de lo que imaginaba.

‒¿Dónde has estado viviendo todos estos años?‒preguntó al cerrar la puerta.

‒He estado de casa en casa. Es lo que hacen los niños que están en el sistema de crianza‒brevemente le expliqué.

Se quedó quieto por un momento y luego caminó hacia una habitación y regresó con el teléfono pegado a su oreja.

‒Sí, ¿está Sydney por ahí? Dígale que es importante‒ dijo. ‒Mi nombre es Jackson Woods.

Al rato, volvió a hablar.

‒Sydney, tienes que venir a mi apartamento. Es urgente‒ comenzó. ‒No, no quiero hacer una sesión de fotos para tus libros. Tiene que ver con Jackie‒dijo. ‒Erm... Está aquí.

Colgó y puso su teléfono en la mesa. Me preguntó si tenía hambre y le dije que no, obviamente siendo mentira porque no he comido nada en los últimos tres días. Así que él solo pasó toda una media hora organizando todo y echándome el ojo cada vez que podía. Escuché un toque en la puerta, y él salió corriendo a contestar.

‒¿Cómo es posible que esté aquí? ¿Por qué nadie me llamó?‒ escuché una voz femenina venir desde afuera y cuando la mujer entró, pude ver lo que Jackson quiso decir con que era idéntica a Sydney. Lo que nos diferenciaba era el color de cabello y quizás el color de piel; la de ella era más bronceada, mientras que la mía era mas pálida.

‒Dios mío...‒dijo y cubrió su boca con sus manos. ‒No puedo creer que estés aquí...

Sonreí, un poco incómoda cuando los vi a los dos... Era increíble lo jóvenes que se veían. Aunque Sydney ya le estaban cayendo los años.

‒Usted debe ser mi madre‒ dije.

Los tres nos quedamos en silencio, emociones corriendo por el aire.

Hablemos©Where stories live. Discover now