Desayuno Familiar

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La noche anterior dormí con Sydney en un cuarto, y Jackson al perecer durmió en el sofá.

No entiendo, habían dos cuartos, ¿por qué tuvimos que dormir en el de él y él durmió en el sofá?

Pues genio, quizás no hay una cama an el otro cuarto... Imbécil.

Puede que sea cierto.

Me levanté primero que ellos y fui al baño. Recordé que tenía un cepillo de dientes en mi cartera, así que salí a buscarlo. Para mi desgracia, mi bolso estaba debajo de las piernas de Jackson y no quería despertarlo. ¿Ya que vale? Me acerqué y tomé el bolso, pero él ni se inmutó.

Volví al baño y me cepillé los dientes, y me vestí. Llevaba puesto unos skinny jeans y una camisa de cuadritos con una camisilla negra por debajo. Me puse mis botas y salí del baño. Me percaté de que Jackson había despertado, ya que no estaba en el sofá.

Me encaminé hacia el cuarto y veo a ambos Sydney y Jackson vistiéndose a toda prisa.

‒¿No que no estaban juntos?‒pregunto, interrumpiéndolos.

‒No lo estamos, ¿por qué preguntas?‒ Sydney habla, poniéndose sus jeans.

‒Ambos están en ropa interior en una habitación‒aclaré.

‒Porque tenemos prisa. Y además, no es como si nunca nos hubiéramos visto en ropa interior antes‒dijo Jackson, una sonrisa pícara asomada en sus labios.

‒¡No quiero saber! Los esperaré en la sala‒ dije y me senté en el sofá.

El apartamento de Jackson era bastante nítido. Se nota que casi nunca estaba aquí.

En cuanto a Sydney, es todo lo contrario. Cuando fuimos a su casa ayer, me percaté que sí está todo el tiempo en ella. Pero me fijé que tenía un montón de papeles, libros y sus computadoras. Era una escritora, se nota que no tenía la paciencia o el tiempo para organizar.

‒Bueno, ya estamos. Comeremos algo en el camino, vamos‒dijo Sydney saliendo de la habitación, Jackson siguiéndole.

‒¿Qué habrán hecho ustedes allá adentro?‒ dije con una sonrisa.

‒No hacíamos nada. Y no hagas esos comentarios. Son algo incómodos‒dijo Jackson.

‒Lo siento, gruñón‒ dije, riéndome.

Él se quería reír, pero Sydney le dirigió una mirada para que se comportara. Así que ambos nos contuvimos la risa.

‒Está bien, ya vamos entonces‒ dijo Jackson y nos fuimos.

‒¿En cuál carro iremos?‒ pregunté.

‒Bueno, de aquí a dónde iremos a encontrarnos con Samantha toma treinta minutos si no hay tráfico. Así que nos vamos en el carro de quien tenga más gasolina‒ dice Sydney.

‒Yo llené el tanque anoche‒dice Jackson.

‒Pues nos iremos en el tuyo‒dije y me subí al carro.

Ambos se subieron después de mi y emprendimos camino hacia una oficina en no sé dónde.

‒¿Qué quieres comer, Jackie?‒me pregunta Jackson.

‒Me como lo que sea, honestamente‒dije.

‒¿Nada en específico?‒me pregunta de nuevo.

‒Siempre quise probar los waffles‒dije en voz baja.

‒Pues vamos por waffles‒dijo y yo sonreí en grande.

Llegamos al restaurante y Jackson me abrió la puerta del auto para bajarme.

‒¿Nunca te han traído aquí?‒pregunta Sydney.

‒Nunca he probado uno‒dije.

‒Pues vamos‒dijo y me dirigieron adentro del lugar.

El olor a dulce y postres horneados me azotó la cara como una bofetada; y lo amé.

Nos sentamos en una mesa y me dejaron escoger lo que quisiera, pero dejé que ellos escogieran por mí, ya que no sabía cual me gustaría.

‒Bueno, mi favorito siempre ha sido el de fresas con queso crema‒dijo Sydney.

‒Tú y tus gustos raros. El mío era de chocolate con mantequilla de maní‒dijo Jackson.

‒Mira quién habla de gustos raros.

‒Por lo menos saben buenos juntos, no como el queso crema con las fresas. Que asco.

‒Probaré el de chocolate con maní‒dije.

Jackson miró a Sydney y le dirigió una sonrisa victoriosa.

‒Ocupas el espacio con todo tu ego‒dijo Sydney y no pude evitar reír.

‒¿Y tú de qué te ríes?‒pregunta Jackson, divertido.

‒No es nada. Es que me recuerdan a mí y a mi mejor amigo, Alex‒dije.

Ellos me dirigieron una mirada rara. Era asombro y algo más.

‒¿Qué?‒pregunté.

—No, nada...—dice Sydney con una mirada petrificada.

Jackson le dijo algo, pero no logre a escuchar que era.

Después de unos minutos, por fin llegó nuestra orden. Jackson tenía razón, los de chocolate con maní eran lo máximo.

‒Te dije que le iban a gustar‒le dijo Jackson a Sydney.

‒Ya, no presumas‒le dijo ella y siguió con su comida.

‒Lamento decirte, Sydney. Pero Jackson tiene razón. Eso se ve asqueroso‒dije y reí.

‒Ya sabía que algo tenías que sacar de él. Por lo menos eres lista como tu madre‒ dijo.

Yo reí y seguí comiendo.

Me sentía bien. Nunca había comido en familia y era una experiencia muy bonita. Son tan buenos conmigo, me hace preguntar por qué decidieron darme en adopción...

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