Solo pido un día más © SPUDM #1 |EN EDICIÓN|

»Capítulo 2«

DYLAN

Sonreí al recordar aquel momento, mirando la pantalla de mi computadora sin en realidad prestarle atención. A veces me preguntaba si me encontraba soñando desde aquel grandioso momento, pero luego recordaba que un sueño no podría durar tres años jamás.

No solo era novio de Samantha, sino que vivía con ella y me parecía que la amaba con más intensidad cada día que pasaba. No esperaba que aquella mujer de grandes ojos claros y sonrisa tímida se robara mi corazón.

Pero lo hizo y lo tenía en su mano.

Es por eso que estaba decidido a dar el siguiente paso. No lo voy a negar, estaba nervioso. Podía sentirlo por culpa de los latidos acelerados de mi corazón y el sudor en mi nuca. El temblor en mis manos tampoco es que me ayudaba mucho.

«Es el momento, lo sé. A mis 26 años de edad y en una relación de tres años con la mujer de mi vida me han llevado a este punto, por eso estoy seguro de dar el gran paso» pensé. Sin embargo, no pude evitar sentirme nauseabundo.

Mejor dicho: aterrado. No por el compromiso que esto representaba, sino por el temor que me daba el siquiera pensar que ella no se sintiera lista para ello y solo hiciera el ridículo.

« ¿Y si dice que no? ¿Y si piensa que es muy apresurado? Tenemos tres años juntos, vivimos juntos. Esto será un gesto simbólico para afianzar nuestro compromiso con el otro, ¿cierto?» Las dudas me carcomían el cerebro, pero no quería echarme para atrás.

Le pediría matrimonio porque no podía imaginar a nadie más con quien pasar el resto de mi vida, con quien formar una familia y envejecer. «Si en verdad soy un hombre afortunado, ella aceptará y me hará el hombre más dichoso del universo» me aseguré.

Tamborileé los dedos sobre el volante y chasqueé la lengua, sintiendo que la angustia incrementaba. Salté fuera del carro y me acomodé la bufanda azul marino alrededor del cuello, el invierno estaba cerca y el frío azotaba con fuerza.

Las puertas del edificio se abrieron frente a mí y vi a Samantha, tan preciosa con su cabello largo y ondeado, vestida con aquel vestido manga ¾ de color ciruela. Sin embargo, la sonrisa se borró de mi rostro cuando la siguió su jefe, Rick Martin, con quien se reía sabrá Dios de qué.

Apreté mis dientes y fingí una sonrisa cuando sus ojos se encontraron con los míos. Alcé la mano para capturar la atención de su jefe, quien se tensó un poco al verme y ella se despidió para caminar hacia mí con una sonrisa en el rostro.

Trataba de no sentir celos, porque confiaba en ella. No obstante, no me pasaba desapercibido lo tragado que estaba Rick de mi novia y, esperaba, futura prometida.

Cuando Samantha llegó hasta mí, se abalanzó y me abrazó. La estreché con fuerza contra mí y sonreí cuando nos separamos, pero no la dejé ir muy lejos al sujetarla de la cintura.

Con su cercanía, cualquier rastro de celos o molestia se esfumaba. Aunque me enfermaba el hecho de sentirme así con respecto a su jefe, pues sabía lo mal que era mi actitud con respecto al tema, no podía evitar sentirme de aquella manera.