»Capítulo 38«

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Amanda es quien me despierta y anuncia que el desayuno está listo

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Amanda es quien me despierta y anuncia que el desayuno está listo. Nos sentamos a comer juntas y trato de sacarle información sobre su nuevo pretendiente, pero solo rueda los ojos y finge tener un cierre en la boca.

Luego de comer, busco ropa que me haga sentir bonita y encuentro las prendas que Jeremy me regaló en la revelación de género. Es un vestido holgado, con mangas cortas y volados al final del mismo de color oliva, me calzo unas zapatillas deportivas blancas y me peino, recogiendo mi cabello en una coleta alta.

Me realizo un maquillaje sutil y tomo mi cartera, bajando justo cuando tocan el timbre. Abro la puerta y sonrío al ver a Jeremy.

— ¡Vaya...! —exclama, mirándome de pies a cabeza y haciéndome sonrojar—. Lo siento, fue una reacción muy cliché, ¿cierto? Es que... sabía que ese color luciría hermoso en ti.

—Gracias —respondo, dando una pequeña vuelta para que me vea completa—. ¿Nos vamos?

―Sí, por supuesto ―dice, tendiéndome su mano y yo por supuesto la acepto.

Nos despedimos de Amanda y nos acercamos a su carro. Él abre la puerta para mí y me siento con un poco de dificultad, acariciándome la espalda baja.

―Te traje algo ―dice y me entrega una bolsa de papel.

―A ver, ¿qué es? ―pregunto y abro el empaque, encontrándome una porción de pastel red velvet y se me nubla la vista con las lágrimas, los recuerdos golpeando una y otra vez en mi cabeza―. No tenías por qué hacerlo.

―Sé que es tu favorita ―dice con una sonrisa en el rostro que se desvanece al verme―. ¿Qué sucede?

―Dylan me pidió matrimonio con un pastel de estos ―admito y él aprieta sus labios en una fina línea―. Mandó a colocar el anillo sobre la misma. Tenía tiempo que no probaba una red velvet.

―Lo siento, no quise...

―No, no ―lo interrumpo, limpiando mis mejillas―. Estoy bien, gracias. Sí es mi favorita.

Él afirma, no muy seguro, y acelera hacia el trabajo. Coloca la radio y no dice una palabra más durante todo el trayecto, tampoco vuelve a sonreír ni mirarme.

Yo voy comiendo la porción con lentitud, saboreando todo. Trato de no gemir por el placer de comer esta divinidad, la esponjosidad del bizcocho con la suavidad del queso crema y el dulzor de la azúcar. Este pastel es toda una experiencia.

Cuando llegamos a la empresa se baja para abrirme la puerta y ayudarme a salir. Con una mano me sostengo de él y con la otra mi vientre abultado.

Lo acaricio y me cuesta creer que falten solo cinco meses para tener a mini Dylan en mis brazos.

Él solo cierra la puerta, colocándole el seguro al carro. Subimos en el ascensor y sigue distante, perdido en sus pensamientos. Se nota algo tenso y el ceño fruncido me hace saber que no está pensando cosas buenas.

Solo pido un día más © SPUDM #1 |EN EDICIÓN|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora