»Capítulo 4«

835 140 41
                                    

Samantha observó la lápida con el nombre de su prometido tallado en el lienzo gris

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Samantha observó la lápida con el nombre de su prometido tallado en el lienzo gris. Las lágrimas se abarrotaron en su garganta y sorbió por la nariz, colocando la rosa blanca sobre la tierra que ahora la separaba de su pareja.

Se sentó frente a la misma, sin dejar de observar su nombre. Se sentía entumecida, como si su cuerpo ya no pudiera procesar todo el dolor y el sufrimiento que brotaba de sí, así que lo apagaba por un instante.

Un escalofrío la recorrió por completo y el viento jugó un poco con su cabello. Se dio calor acariciando sus brazos y lo buscó con la mirada al sentirse observada.

« ¿Acaso podría ser posible que...?» no formuló por completo la pregunta en su cabeza. No quería ilusionarse y de ser lo que estaba pensando, no lo traería de vuelta. Se negaba a pensar que él se estancó y que podía verla deshecha, sin una motivación para continuar, sin fuerzas para levantarse de su cama. Una donde días atrás dormían juntos, donde él había dejado su olor corporal y que ella aún podía percibir.

«Tal vez solo está en mi cabeza» pensó y sorbió de nuevo por la nariz. Lo que ella no sabía era que sí, Dylan estaba allí junto a ella, sentado a su lado.

—Te extraño tanto —murmuró, acariciando el relieve de su nombre en la lápida—. A veces siento que sigues aquí, conmigo. Ojalá que no.

Dylan la miró, un tanto dolido por sus últimas palabras.

—No me malinterpretes, amor. Es solo que... mereces descansar y estar en paz. Sé que de ser así, estarías aquí porque te preocupas por mí, pero... estaré bien, lo prometo. Encontraré la forma de estarlo de nuevo. Me encantaría que siguieras junto a mí, pero no así: sin poder verte, tocarte, sentirte. No quiero que... —su voz se entrecortó y bajó la mirada, respirando hondo para no verse tan afectada por estarle hablando a su prometido a través de una lápida—. Me mentiste un poco, ¿sabes? Pues es aquí donde reside nuestro para siempre... Y me gustaría que fuese distinto, estar en otro lado y que estés junto a mí, pero no es así. Ya no estás y no existe máquina del tiempo que me haga volver atrás y, al menos, disfrutar de ti o tener la oportunidad de despedirnos.

—Ojalá existiera una... —musitó él, cabizbajo.

—Ahora solo deseo un día más para pedirte perdón por todo lo malo y agradecerte por lo bueno, por haberte conocido. Por darme el privilegio de tenerte en mi vida —musitó y se levantó, sacudiéndose las manos—. Si, por casualidad, sigues aquí, ve y descansa en paz, amor. Estaré bien.

«Si tan solo supiera cómo hacerlo...» pensó Dylan, viéndola marcharse de aquel lugar tan gris.

Volvió su cara al frente, donde se encontraba la rosa, y se llevó la mano al pecho al ver que no estaba solo. La reconoció de inmediato, vestida con su capa negra, su cabello cobrizo y sus ojos tristes: la Parca.

—Tú otra vez, ¿uh? —Murmuró, levantándose de la grama y le dio la espalda—. ¿Vienes a buscarme para ir al infierno?

—No es ese mi trabajo —respondió ella y él detuvo su caminar—. Pronto llegará la ayuda y no nos veremos tan seguido.

Solo pido un día más © SPUDM #1 |EN EDICIÓN|Where stories live. Discover now