»Capítulo 33«

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Lunes por la mañana

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Lunes por la mañana. No he dormido muy bien, no sé por qué. Tal vez porque Samantha no duerme entre mis brazos y me preocupa que se sienta sola en su casa.

Amanda y yo no hemos hablado, pero creo que no hace falta. Cuando dejé a Samantha en su casa, ella la recibió y me saludó con un asentimiento de cabeza. Me preguntó por mi abuela y luego entró, negándose a tener la charla sobre nosotros.

Dylan me recibió en mi casa. Parecía apagado y triste, tal vez porque sigue aquí y no sabe qué hacer para conseguir su paz. O porque no puede estar junto a Samantha.

Rick me recibe en la empresa, dándome trabajo. Me pregunta por la abuela también y hablamos por unos minutos. Me pongo manos a la obra de inmediato, intentando distraerme.

Alzo la mirada cuando Dylan aparece y respiro hondo, tratando de tragarme la sensación de que lo estoy traicionando con mis sentimientos.

― ¿Qué tal les fue en Boston? ―pregunta, recargándose de mi escritorio.

―Bien. Mi abuela no está triste por su condición. Intenté hacer las paces con mis padres y... con mi hermano ―respondo sin apartar la vista de los papeles que tengo en mano.

― ¿Hermano? ―pregunta―. No sabía que tenías uno.

―Porque nació fuera de la familia. Fue una infidelidad de mi padre.

―Oh, vaya. ¿Cómo se llama? ―pregunta.

―Dylan Martin ―respondo y él se ríe―. Sí, bueno, no es gracioso.

― ¿Es en serio? ―pregunta, dejando de reír.

Afirmo y me mira serio. Miro la hora, el día está pasando muy lento. Quiero que llegue el almuerzo para poder ver a Samantha.

― ¿Cómo está Samantha? ―pregunta.

―Mejor. El bebé está creciendo poco a poco y se emociona por cualquier cosa. Tiene náuseas matutinas, pero nada fuera de lo común ―respondo, encogiéndome de hombros.

― ¿Qué crees que sea? ―su entusiasmo no me pasa desapercibido.

― ¿La verdad? No lo sé. Mi abuela le dijo el sexo a Sam, pero ella quiere esperar que el médico se lo confirme y no me quiso decir tampoco. Tal vez sea un varón y venga a cubrirte ―respondo, sonriendo.

Él sonríe con tristeza y se desploma en el asiento frente a mí. Frota su rostro con las manos y me mira con ojos vidriosos.

― ¿Estás bien? ―pregunto, dejando todo lo que estoy haciendo para mirarlo.

―No lo voy a conocer ―dice con voz quebrada―. A mi hijo o hija. No le voy a conocer. No voy a poder verle crecer, mimarle, enseñarle, regañarle, celarle. No voy a poder ser su padre.

Me toma con la guardia baja y no sé qué hacer. Me levanto y me acerco a él, colocando mi mano sobre su hombro, tal vez es eso en lo que piensa últimamente y lo entiendo.

Solo pido un día más © SPUDM #1 |EN EDICIÓN|Where stories live. Discover now