Capitulo 16 (final)

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Luego de la boda de Aang, el tiempo pasó en un suspiro, no sin muchos y muy variados problemas. El viejo Avatar aun recordaba los años siguientes a su boda, todos los problemas que tuvieron que pasar entre ellos, algunos tan fuertes como para amenazar seriamente su amistad con el Señor del Fuego o incluso que llegaron a hacerlo considerar quitarle la vida a su mejor amigo. Desde el fin de los cien años de guerra, pasando por el incidente en Yu Dao y todos los problemas que les había ocasionado, casi llevándolos al borde de una nueva guerra hasta establecer la nueva Ciudad Republica y eso era solo parte de todos los conflictos y complicaciones que pasaron.

Todos esos problemas hubieran sido aún peores si Katara no hubiera estado a su lado. Aang dejo que otra sonrisa amarga curvara sus labios, en verdad lo único que le atormentaba en este punto era no haberle dado lo que se merecía. La Maestra Agua no solo había sido quien lo había liberado de aquel iceberg que lo mantenía suspendido en el tiempo, sino que se había convertido en su amada esposa, la madre de sus hijos, una de sus mejores amigos, un pilar emocional para él y, muchas más veces de las que debería, su conciencia y voz de la razón. Ella había sido todo lo que Aang podía haber esperado y mucho, mucho más el Maestro Aire se lamentaba profundamente por no haber correspondido a todas y cada una de esas cosas, de no haber estado ahí para ella como se suponía que un esposo debía, de no haber correspondido a sus sentimientos como era debido y no solo a medias y aun mas, de dejarla de nuevo, esta vez definitivamente y lastimarla aún más, si eso era posible.

El viejo monje suspiro, nunca el camino hacia la habitación del Maestro Fuego le pareció tan largo pero podía ser por el creciente cansancio que seguía envolviéndolo lentamente con cada momento que pasaba la hora se acercaba y Aang solo quería estar cerca de Zuko para sentirse tranquilo.

Por fin, después de caminar tanto, al fin podía ver la puerta de la habitación del Señor del Fuego con una pequeña multitud de gente bloqueándola, la mayoría de los sirvientes del palacio estaban reunidos para lamentarse por lo que sabían que sucedería pronto. Uno de los sirvientes escucho sus pasos y miro sobre su hombro, dándose la vuelta sorprendido para darle espacio, el resto de los sirvientes haciendo lo mismo mientras lo seguían con la mirada. Aang simplemente les sonrió, caminando con calma hasta llegar frente a la puerta. Parada a un lado se encontraba Lixue, la hija de Len que, como muchos otros de sus amigos y familiares había fallecido ya, su hija tomando su lugar como sirvienta leal de la familia real de la Nación del Fuego. Ella lo miro con ojos brillantes por las lágrimas, intentando mostrarse fuerte aun cuando su expresión la delataba por completo.

El viejo Avatar le sonrió con ternura, tomando la mano de la chica con la suya y admirando la blanca piel que hacía honor a su nombre, apretándola suavemente para luego soltarla y dirigir toda su atención hacia la puerta frente a él. Suspirando profundamente la abrió sin siquiera tocar, no era necesario y entro en la habitación.

Sus ojos recorrieron el lugar, notando rápidamente la figura de Mai sentada a la orilla de la cama, dándole la espalda sobre la que caía su largo cabello plateado. La dama se levantó con lentitud para comenzar a caminar hacia la puerta y fijar sus ojos en él cuando se cruzó con él en la entrada. Cuando el hombre quiso bajar la mirada al suelo ella no se lo permitió, sus orbes doradas llenas de algo que Aang no supo descifrar. Luego de unos momentos más, Mai volcó su atención a su esposo para darse la vuelta y salir del lugar sin decir una sola palabra.

Aang relajo músculos que no sabía que había tensado y se permitió admirar lo que había frente a él. Ahí, acostado en medio de la cama con mantas color rojo se encontraba Zuko, sus ojos dorados ocultos tras sus parpados un tanto arrugados por la edad, pero hermosos como siempre. El Maestro Fuego parecía completamente relajado y Aang se quedó observándolo por un largo rato, permitiéndole a su mente comprender lo que ocurría.

Hacer  lo   que sea necesarioWhere stories live. Discover now