Blurry Eyes

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Capítulo I.

" You're just like an angel . Your skin makes me cry"  


Octubre, 05.

Las mañanas de Octubre, no siempre resultaban placenteras. De hecho, él aborrecía aquella estación. No era ni fría del todo, ni calurosa en la extensión de la jornada, por esa indecisión atmosférica, le resultaba bastante tediosa, la tan ansiada temporada.

El camino hacia la escuela era tranquilo y el sendero recubierto por miles de hojas secas, le daban un toque vintage a la situación. Y de nuevo: todo era aburrido, tedioso e indeciso.

Los exámenes tocaban a su puerta y pensar que los días de verano se habían alejado con rapidez. Las cortas vacaciones en la casa de su madre le resultaban de lo más frustrante.

Al abordar el tren que lo llevaría a la escuela, repensó en la idea de bajarse en la estación equivocada, tal vez en la próxima. Todo y con ánimos de darle un toque de adrenalina a su vida. Su vida no era muy emocionante, en absoluto.

Las melodías que le brindaba la ciudad de Tokio lo llevaba a otros mundos. Le agradaba la música y más que eso. Deseaba con intensidad ingresar a una buena universidad especializada en arte. Después de todo, amaba al arte en toda la extensión de la palabra. Con solo pensar en ello, reforzó el agarre de su portafolio, el arte era lo único que le daba sentido a su vida, básicamente.

Sus padres nunca estaban en casa y como hijo único, no podía de abusar de sus amigos imaginarios por siempre. Y sí, ese era él. Un muchacho de 17 años, de complexión saludable, de altura que pasaba a la promediada y de voz algo grave.

¿Qué si era atractivo? Bueno eso es algo que él, poca atención presta, sin embargo y con certeza, había escuchado a las risitas femeninas coquetear con simpatía. Y alguna que otra carta, al finalizar el horario escolar, aparecía plantada dentro de su casillero. Pero, como ya mencione, a él poco le importaba aquello, en su mente se centraba en un solo objetivo: avanzar con el mejor promedio, para ingresar a esa universidad tan prestigiosa en Boston. Aquellos folletos habían cautivado su corazón.

Siempre que volvía de la escuela y se recostaba en su cama, cerraba sus ojos para soñar con ser relativamente libre, sin las presiones de sus padres y poder hacer lo que más amaba en el mundo. Pintar y mezclar colores. Retratar objetos, paisajes y personas, en simples palabras, expresar aquello que guardaba su alma.

Pero todos sus sueños debían de aguardar en esa caja llamada cuerpo. Urie Kuki debía de continuar esforzándose para lograr su cometido, lidiando con personas que a sus narices, resultaban aburridas, sin forma y por mucho mal que suene, asquerosas.

No obstante quien era él para criticarlos, si él era el primero en juzgarlos. Es un crítico innato, un eterno inconforme, todo estaba torcido, nada tenía el color perfecto todo era un bosquejo maltrecho. El mundo estaba mal, y todos los que la componían.

Exhaló una bocanada de aire al cruzar las rejas de la entrada de su escuela, miro hacia atrás como esperando algo. Lo que sea que sucediera, para cambiar un poco la rutina diaria. Porque todo se volvía aún más monótono con el correr de los días y los meses pesaban como plomo líquido sobre su cabeza. Más él lo sabía, no habría nada allí, solo un poco más de soledad, para variar. Y nada cambiaría aquel panorama porque todo seguiría su curso por mucho que le pesara.


Octubre, 30.

El sonido de la melodía del receso lo sacaba de su ensañamiento, hacia días que no conseguía dormir. Y no porque sufriera de insomnio, sino porque la pieza que estaba pintando no estaba quedando como a él le gustaba. En su mente tenía un diseño que le parecía satisfactorio pero en la ejecución aquello solamente había sido reproducido y esta carecía de algo. Y ese algo no podía ser comprado ni comprendido fácilmente, tal vez se trataba de una emoción o de un simple deseo.

Al salir de su salón, se encamino en dirección al salón de arte, necesitaba hablar de aquello que le carcomía la mente. Tal vez el profesor Washuu podría de proveerle alguna información para lograr su cometido.

Al llegar a dicho lugar, no encontró a nadie, solamente atriles vacíos. Seguramente, había salido a almorzar con el profesor Marude. Aquello lo había desanimado un poco, pero no se rendiría, volvería a intentarlo más tarde, tal vez solo debía de conseguirse una cita con el doctor Kanou y que le aconseje un buen psicólogo. Quien sabe y hasta estaba demente, sin siquiera sospecharlo.

Algo desanimado se colocó ambas manos dentro de los bolsillos del pantalón escolar y siguió su camino, el corredor se encontraba desolado, algo extraño por ser la hora del receso.

Las aulas estaban algo deshabitadas pero eso no lo exoneraba de los sonidos que emitían los alumnos de aquella escuela. Entre risas y algunos gritos eufóricos, Urie pasaba de puerta en puerta ignorando a todo su alrededor, todo aquello le parecía inmaduro y una pérdida total de tiempo.

Más al cerrar por un segundo sus ojos, sintió un leve temblor que lo desquició, al punto de lanzar una mirada asesina al ejecutor de tal agresión. Esa acción que lo había desestabilizado, tenía un culpable y él, juez de crítica eterna, sería el primero en mandar a la ahorca al culpable.

Varios papeles cayeron al suelo, al mismo tiempo el sonido agudo, saliendo de la boca del intruso. La perturbación se había desvanecido al momento en que vio ese destello, una luz que provenía del dolor, ¿de la angustia? No podía asegurarlo del todo. Su agresor de cabello verde y ojos acuosos lo tenía sometido con un lazo transparente. ¿Qué le había hecho y por qué no podía moverse? Aquella persona levanto sus papeles con rapidez y tras una rápida reverencia siguió su camino a paso veloz.

Urie estaba en shock, petrificado.

Y en el resonar de los pasos femeninos que se alejaban, se podía escuchar su voz agolpada en conjunción a su respiración acelerada.

Presidente... ¡Espérame!

Era gracioso como todo cambiaba de un momento a otro. Como todo configuraba su visión y su mundo se desdibuja, de pronto y sin su consentimiento.

Él no sabe a la perfección como había sucedido aquello, no tiene la certeza de cómo ese momento le estaría cambiando la vida y aquel corazón que yacía dormido, comenzaba a enviar cientos de impulsos eléctricos por todo su cuerpo. Levantó su palma izquierda, para examinar la misma.

Esa noche pudo terminar su cuadro a la perfección.

Esa noche pudo terminar su cuadro a la perfección

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Hola, sí, de nuevo. 

Gracias a tí, mi querido lector, por seguir leyendo este humilde escrito.

Por lo que habrán notado, la historia está narrada en lo que pareciera ser un diario íntimo. Por ahora hemos visto algo acerca de la vida de Urie Kuki y su pasión por el arte. Sin embargo alguien irrumpe en su vida, justo y con un golpe.

¿Será un golpe de suerte tal vez? Nadie lo sabe. 

Pero tú puedes descubrirlo, solo con la condición de seguir esta pequeña historia. 

Track recomendado para disfrutar gratamente de esta lectura:

• Creep - Nam Taehyun.

The year of Horsey [Mutsurie]Where stories live. Discover now