Capítulo 28

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El pulgar de Oliver acaricia mis nudillos, observo nuestras manos juntas, nuestros dedos entretejiéndose, encajando a la perfección

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El pulgar de Oliver acaricia mis nudillos, observo nuestras manos juntas, nuestros dedos entretejiéndose, encajando a la perfección. Mira al frente con fijeza, ni siquiera creo que sea consciente de lo que hace, no parece notar los altercados que hay en mi interior solo por ese simple y tierno toque.

Estamos esperando que comience el espectáculo de Jocie, el día que la cuidamos en el departamento de papá nos invitó a su presentación de ballet y yo no quería perdérmelo, bastó comentárselo para que quisiera acompañarme, no tuve qué pedírselo.

Desvió la mirada a unos asientos más delante de los nuestros, mi padre está sentado ahí, y en el polo opuesto del teatro está Ritta junto a una señora que desconozco. Él me llamó ayer en la noche para decirme que Jocelyn le había pedido que me recordara la invitación, no la había olvidado, pero no lo dije.

Estoy en un teatro donde mi media hermana hará una presentación de baile, tomando la mano de un chico que me desagradaba y el que, curiosamente, había sentido atracción por mí sin que me diera cuenta. Sin despegar la vista de nuestras manos juntas, me pregunto qué habría sido de mí si él no hubiera decidido poner mi mundo patas para arriba, aunque técnicamente fui yo la que lo obligó al robarle ese beso en aquella fiesta.

Ni en un millar de años imaginé que me encontraría en estas circunstancias. Lo que era real ya no lo es, esto me parece más certero.

Creo que Oliver y yo teníamos que conocernos, teníamos que coincidir en algún momento después de que me mirara más de la cuenta el día que me dio mi barrita. El destino deseaba unirnos, y todos sabemos que el destino es imparable, como lo que siento por él.

Las luces se apagan, la música resuena y todos guardan silencio justo a tiempo. Las cortinas se abren, no pregunté cuál sería la función, pero es claro que presenciaremos una linda versión multicolor del Cascanueces.

Las pequeñas dan saltitos y se mueven alrededor del escenario con sus tutús, sin embargo, solo una llama mi atención. Jocelyn.

Una sonrisa que no puedo evitar se dibuja en mi rostro cuando ella mira con urgencia entre el público y sacude su mano con euforia para saludarme cuando me encuentra.

Ella y yo también teníamos que conocernos, no tengo ninguna duda.




Cuando salimos del teatro, Oliver y yo nos quedamos parados en la acera. Jocie no ha soltado mi mano, tampoco él, la escena me parece muy graciosa.

Abro la boca para despedirme, no obstante, una voz que conozco muy bien me deja enmudecida y me hace desfallecer.

—¡¿Qué demonios significa esto?! —grita enfurecida mi madre. Toda la sangre se me va a los talones, me doy la vuelta y la encuentro de pie a escasos pasos de distancia. No sabía que saldría hoy del hospital, no creo que mi padre lo supiera o me lo hubiera dicho para que la recibiera en casa, ¿qué demonios está ocurriendo? Mamá no luce como ella, no lleva ni una gota de maquillaje y está usando ropa deportiva, sus ojos están rojos y está echando humo por la nariz. Su vista cae en Jocie, quien aprieta mucho mi mano y la observa con miedo—. ¡¡Hannah, suelta a esa maldita bastarda!!

Química imparable © (AA #2) [EN LIBRERÍAS]Where stories live. Discover now