Capítulo 33 (extra)

251K 27.8K 12.6K
                                    

OLIVER

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

OLIVER


Me llevo la tableta a la boca y doy un trago largo, suelto un suspiro de cansancio, me desparramo aún más en el sofá si es que eso es posible. No quiero levantar la vista porque mi madre está parada delante de mí mirándome con desaprobación, me cuesta trabajo aceptar que la he decepcionado de nuevo. Golpea el zapato en el suelo una y otra vez.

Está furiosa.

—No puedo creer que seas tan inconsciente, Oliver Doms, confié en ti porque me lo pediste, dijiste que te harías cargo y que tomarías las medicinas. Ahora me encuentro con que no solo no lo hiciste, también con esta basura. —Arroja el paquete de cigarrillos a la mesa, lo encontró esta mañana en mi armario mientras dejaba ropa limpia, ni siquiera recuerdo cuándo lo guardé ahí—. No te entiendo, ¿qué quieres conseguir? ¿Matarte?

Un escalofrío me recorre al pensar en eso, tiemblo.

—No he fumado desde... —Quiero explicarle, tranquilizarla, solo que no encuentro las palabras adecuadas para expresarme, nunca lo hago.

—¡¡No me importa!! —exclama, interrumpiéndome—. ¡Fumaste a pesar de que la doctora dijo que no lo hicieras! ¡No tomaste los estúpidos medicamentos! ¿Desde cuándo? ¿Eh? ¡¿Crees que es fácil para mí ver que estás empeorando!? ¡Si tú no quieres ayudarte no pretendas que me quede quieta mirando las tonterías que haces! ¡Estoy harta!

Antes de que pueda hacer algo, ella sale de la casa azotando la puerta. Tallo mi cara con las manos y cepillo mi cabello con los dedos. Miro la caja, no la he tocado desde hace semanas, si la hubiera tirado esto no habría pasado, siempre he tenido mucho cuidado con estas cosas.

Mamá no acostumbra seguir mis movimientos, pero estos días no me he sentido bien y descubrió las cápsulas de más en el frasco, entre otras cosas. Menos mal que no sabe nada de mis viajes en patineta.

—Eres un imbécil —dice Benthor al tiempo que bosteza, no le quedó más opción que levantarse después de escuchar el griterío de mamá, se quedó quieto todo el tiempo admirando la escena desde una esquina. Se deja caer a mi lado estirando las piernas y cruzando los brazos—. En serio, ¿por qué te saboteas?

—¿De qué hablas? —pregunto, seco.

—No sigues el tratamiento, a pesar de que no te has sentido bien y pareces una cruza de mapache y muerto viviente; fumas, aunque sabes que te hace daño; andas en la patineta como si siguieras las indicaciones médicas, ¿crees que no me enteré del concurso del otro día? Lenny me lo dijo; y Hannah está tan molesta contigo que ni siquiera quiere hablar de ti.

Su nombre hace que gire la cabeza para mirarlo, mi ceño se frunce.

—¿Qué demonios significa eso? —pregunto entre dientes—. Espero que no hayas metido las narices en mis asuntos. No necesito ayuda, no necesito que los demás se metan en mis decisiones. Hannah está mejor sin mí, punto. Y no es para tanto, se me va a pasar el malestar, no es la primera vez que pasa, a mamá le gusta exagerar.

Química imparable © (AA #2) [EN LIBRERÍAS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora