Renuncio

314 35 0
                                    

Tom me llevó de vuelta a casa, y fue magnífico, llegó hasta el lumbral de mi puerta y me dio un beso de despedida, y de analgésico, de buenas noches, para el desayuno, parte de la comida y como energético para el corazón. Desde mi conocimiento médico, y enamoradizo, podría respetar dos besos cada dos horas, para no morir de ganas, y de sueños que extraen las alusiones. Robert ya estaba en casa, y nadie tenía ganas de dormir, al día siguiente por la mañana tomaría el vuelo a California, pasamos toda la noche con la música a todo volumen, hicimos muffins de chocolate, demasiado ricos, té de varias hierbas, cantamos y bailamos. Max tiene mi entero apoyo y ellos mi entera bendición para casarse, siguen planeando su boda y me pidieron que su dama, pero será en California, por que ahí viven los padres de Max, y ahí están la mayoría de los amigos de Robert. Fue el momento más emotivo de todos, mi mejor amigo volvía a su casa, y yo estaba lejos, no era suficiente para hacer que me fuera, pero si lo suficiente para mover algo e mi, algo que sentía no me dejaba avanzar, hacía tanto que no lo veía, que no podía reír con el, charlar por las tardes mientras bebíamos té o café, comiendo sus galletas favoritas. Extrañaba su risa molesta y sonora, y su forma de sacudir su cabello cuando lo a alcanzado la lluvia. Apenas dormimos unas horas no más de tres, y aun cuando por solo cerrar los ojos un momento no podía dormir, terminamos de meter las cosas en las maletas, y acomodar las cosas para su viaje. Los llevé al aeropuerto, esperando que volvieran pronto. Necesitaba a mi amigo. Cada instante en el auto fue tenso, sabíamos que no sería tan fácil decir adiós, y la última vez que lo hicimos fue por que, solo queríamos huir, y no nos importaba nada más que nosotros mismos, y estaba justificado.
No podía acompañarlos hasta el registro, así que deberíamos decir hasta pronto. Nos abrazamos fuertemente, y juro que su abrazo me sirvió para sentir que compreso mi cuerpo, cada parte que se estaba desbaratando. Sentía unas lágrimas recorrer mis mejillas, y su voz se había cortado también. Hacía círculos en su espalda y miraba a Max, que sabía también como yo que volvería, y que no había mejor amistad que la nuestra.


-Con cuidado Robert, espero y me avises que harás para esa boda, y sabes que puedes contar conmigo para todo lo posible, aun cuando tenga que tomar un avión de improvisto. Llámame cuando lleguen por favor, o me sentiré inquieta, llámame por favor por lo que sea que necesites, que no pienso dudar en dejarlo todo - nos separamos del abrazo, Robert me dio un beso en la frente y me miró fijamente a los ojos -

-No sabes cuánto te quiero - una lágrima recorrió su mejilla, para después sonreírme ampliamente - Te llamaré al volver, y tu hazlo mañana y pasado y siempre si es posible. Por que necesito el apoyo de mi dama, y de mi amiga, y de esa persona que se volvió mi hermana hace varios años, y después de conocer a Max, no hay nada de lo que se sienta más feliz que estar a tu lado, nos vemos querida - nos volvimos a sonreír, yo más al punto de llegar a llorar que el, pero al fin de cuentas teníamos ese mismo sentimiento ahogado del que tanto hablan los que se despiden en los aeropuertos -

-Nos vemos Madelein, cuídate mucho si, mi Robert moriría si te sucede algo, o pero aún se mataría - Max se acercó darme un fuerte abrazo que hizo tronar mi espalda - Nos vemos linda - ambos se dieron la vuelta y caminaron para pasar las maletas en la maquina de escaneo y luego ellos pasaron a seguridad, pude verlos haciendome señas de despedida desde lo lejos hasta ya no verlos más. Tuve que esperar a que el avión se fuera para sentirme cómoda, luego fui al trabajo en la revista, y al entrar sentía ya el ambiente extraño y diferente. Todos me veían extraño, no sabían que eso no era de mi importancia y que es más, no me mueve ni un solo cabello. Mi oficina estaba cerrada y el jefe estaba fuera esperando. Me hizo señas para dar vuelta e ir a su oficina y eso hice, sabia lo que me diría y ya no me importaba. Sabía bien que decir y que hacer. Entré y el me siguió cerrando la puerta y las persianas, todos nos veían entrar y sabían que nos enfrentariamos.

Cuando Nos Descubra La Casualidad Where stories live. Discover now