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Lo amaba, amaba el tono de su voz cuando se trababa con las palabras y fingía no estar enojado consigo mismo, el brillo que adquirían sus ojos a contraluz, la manera en que parecía contrariarla respecto a todo tópico, sus momentos de meditación silenciosa mientas con dedos tenues acariciaba la curva de su cuello, su excéntrico pero agradable gusto musical.

Pero a la vez lo aborrecía, aborrecía la manera en que consiguió moldearla a su gusto, odiaba su respiración ahogada a la hora de una discusión, su torpeza a la hora de mentirle, su insaciable necesidad de complacerla pero su incapacidad latente de hacerla sentir única a pesar de que ella sabía mejor que nadie, que no existiría jamás alguien en su vida que lo tolerara con su montaña de defectos.

Su vida era confusa, él la había hecho confusa, él era el culpable de haber destruido cada una de sus partes...pero al final del día cuando llegaba a casa, una sonrisa instantánea se posaba en su rostro al verlo acompañado de su maleta, una sonrisa ladeada y un montón de anécdotas que en ocasiones le parecían aburridas, pero que se sentaba con la mirada fija sobre él a escuchar.

Había aprendido con el tiempo a amar el torbellino que la presencia de aquel ser humano ocasionaba en su vida.

Sacramento ; ZDJ.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora