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2:30 pm, la hora perfecta para el amor.

La brisa contra su cabello, los rayos cálidos del sol jugando sobre su rostro ocasionaron que frunciera el ceño hacia el cielo mientras soltaba un suspiro profundo.

- ¡Anarella! ¿Qué estás haciendo ahí parada? ¿estás esperando a que Jesucristo baje y te bese la frente o qué? –el tono demandante de su madre y la abrupta detención de un auto frente a ella sacó a la castaña de sus pensamientos, pestañeó repetidas veces y una sonrisa amplia apareció en su rostro mientras se agachaba y tomaba su mochila escolar del suelo, subió al copiloto del vehículo-

- ¡Claro que no, mami! Solo quería saber si llovería, ya sabes que hoy vuelve Zab... –El entusiasmo de su relato fue cortado de tajo por su progenitora-

- No comencemos Ana, ya hablamos tu padre y yo sobre ello, nada de viajes con el señorito ese hasta nuevo aviso –su madre atizó una vez más el flequillo de su cabello fingiendo indiferencia-

- Primero, no me digas Ana, lo detesto y lo sabes –farfulló con los dientes apretados- y segundo... mami linda -suavizó el tono de su voz al ver la mirada de advertencia que su mamá le dirigía- Zabdiel ha dicho que quiere verme, debe estar en New Jersey mañana pero hará una parada acá en Florida con su banda, si, sé que es por trabajo y que quizás solo podremos estar juntos por 10 minutos pero... ¡vamos a vernos! –la lástima con la que la miró su madre consiguió revolverle el estómago y sin poder evitarlo carraspeó- sabes todo lo que esperé para esto –murmuró la muchacha con un tono tan lastimero que casi se conmovió a si misma-

- Por saber todo lo que esperaste es que me encuentro en la obligación de prohibirte el encontrarte con ese....ese...puertorriqueño, Ana –concluyó su madre inflando su pecho con orgullo mientras arrancaba el auto-

El suave sonido del arranque del auto se vio opacado por el gruñido que la castaña de largas ondas emitió seguido por la risa burlona de su madre.

- Anarella, no sabemos en qué idioma decirte que ese muchacho y su vida no son para ti –la mencionada se encogió de hombros y tomó aire dispuesta a interrumpir a su madre, quien por segunda vez, le lanzó una mirada de advertencia, señal de que continuaría hablando- sí, quizás es un buen muchacho, pero esa banda es su trabajo y uno cuando trabaja debe tomar prioridades y su prioridad justo ahora es despegarse a ese montón de niñitas que se bajan las bragas por él, no cuidar de una relación inestable con una estudiante de primer año de universidad –la miró de reojo con ternura y acarició su larga cabellera castaña- Por cierto, Yocelyn me ha dicho que podíamos ir a tomar algo con ella y la niña hoy por la tarde, tarde de chicas, ya sabes –canturreó con emoción-

- No puedo, iré a recibir a Zabdiel –murmuró amargamente-

- Anarella Lombardi he dicho que no vas a encontrarte con ese muchachito –repitió su madre mientas paraba en un semáforo en rojo-

- No te pregunté mamá, es una decisión, tengo 18 años y he decidido tomar el control de mis decisiones finalmente...además comenzaron oficialmente mis vacaciones y...como soy una adulta independiente he decidido ir a la playa, comer helados y pasar mucho tiempo con Zabdi, mucho... si, ya sabes, porque soy adulta... –con voz temblorosa afirmó, una tos nerviosa la atacó al finalizar la frase y su madre rio entre dientes ganándose una mirada de odio de su hija-

- A ver, y la gran mujer de 18 años ¿ha recordado que tiene un padre muy pero muy mandón que al escuchar su gran rebelión de niña caprichosa solo se reirá en su cara? ¿Vas a irte de casa y a fingir que eres nómada comiendo cereal y viviendo de la caridad? Deja de intentarlo ya Anarella, verás a Zabdiel para navidades, llama a Yocelyn y sal con ella, hablen de sus cosas de chicas...adultas –con una ceja alzada y una risita más de parte de su progenitora dio por concluida la conversación-

El camino a casa continuó con un pesado silencio, agradecida con Dios Anarella bajó del auto aceleradamente ingresando por el portón del hogar siendo recibida en el pasillo del descanso de su casa por su "bebé", la única compañía que tenía dentro de las paredes de aquella casa desde que había llegado a Miami, tenía 4 años pero hipotéticamente era su bebé.

Un puddle blanco de patas sucias la recibió con un pícaro gesto y una lamida en su mejilla mientras ella se limitaba a abrazarlo de costado contra su pecho mientras regaba besos sobre su esponjoso pelaje.

Continuó su camino hasta ingresar en el hogar, soltó un suspiro frustrado al escuchar pasos venir desde la sala de comedor.

- ¿En esta casa ya no se saluda cuando se entra o qué es lo que está pasando? –una gruesa voz masculina interrumpió la carrera que la muchacha emprendía hacia su habitación, dejándola parada en seco a mitad de las escaleras-

- Hola –murmuró con indiferencia negándose a girarse y encontrarse con aquella mirada dura-

- Perdón ¿qué dijo? No logré escucharla señorita –ante aquella formalidad, una risa suave se escapó de los labios de la muchacha consiguiendo que el quejoso hombre a espalda de ella arrugara el ceño-

- Franco, que bueno que estás desocupado, debo contarte algo, tu hija quier –la chica giró sobre sus talones con rapidez y bajó los pocos escalones que había subido corriendo hacia la entrada de la cocina haciendo que su madre detuviera su relato-

- Hola papi –murmuró la castaña haciéndole ojitos tiernos a su padre que se limitó a atraerla hacia el para apresarla entre sus brazos dejando un beso sobre su frente-

- Hola muñequita mía –susurró a su oído su padre haciéndola sonreír con amplitud mientras se acurrucaba en sus brazos-

El dulce perfume de su madre se hizo presente en el momento en que se inclinó para darle un corto beso en los labios a su padre, Anarella frunció el ceño mientras entrecerraba los ojos mirando a su madre y soltó un gritico agudo cuando la mujer se inclinó sobre ella y la apretujó entre el cuerpo de los dos adultos consiguiendo dejarla sin aire e inundando la sala del hogar con carcajadas de amor.

Sus padres la amaban.

La amaban más de lo que merecía, más de lo que ella misma se amaba.

- ¿Qué era eso que querías contarme, Victoria? –al cabo de unos segundos la pregunta menos esperada se escapó de los labios de su padre consiguiendo tensar a la delgada muchacha.

- Mamá no quería contarte nada, ya sabes que las novelas la ponen a crearse historias en su extraña cabecita de señora, adiós –exclamó sonriente a gran velocidad mientras emprendía camino apresurado hacia su habitación bajo la atenta mirada de su padre-

Paso uno, logrado, esquivar a su padre, sólo necesitaba un excelente y pulcramente elaborado plan para poder escapar de casa sin levantar sospechas y sabía muy bien quien era experta en la elaboración de planes a pesar de que el plan donde no debía quedar embarazada de Richard le había salido al revés; la dulce y tonta Yocelyn.

Sacramento ; ZDJ.Where stories live. Discover now