S E G U N D O

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Hay personas que son
como ollas de presión y cuando estallan salpican todo a su paso.


Ava no ha dejado de seguirme y hablarme por una semana entera, he intentado de todo, indirectas, plantones y hasta ignorarla. Pero al parecer, eso le da muchas más fuerzas para que siga molestándome. No sé qué hacer para alejarla, quiero tener amigos, no un chicle. Ahora también está con esa loca idea de ir a una discoteca, que muy a mi pesar tuve que aceptar.

¡Es que no se callaba! ¡era parloteo por aquí, habladuría por allá! Es tan estresante.

Ella es el tipo de persona que mi padre no aprobaría.

Levanto mi bolso lleno con mis cuadernos y pertenencias del suelo de mosaicos del Bruno's Pizzas, cierro mi locker guardando el uniforme sintiendo mis huesos crujir mientras cruzo las puertas de vidrio del local, es más el tiempo que paso deseando tener un tiempo a solas en silencio que lo que dura cuando Ava aparece en la salida de June's Burguers para venir a mi encuentro, —Como ha tomado por costumbre todos los días— ella lleva una vestimenta aún más atrevida de la que usa normalmente de por sí y a semejantes horas de la noche, en serio que esta chica está loca.

—¿Te vas a ir así? —pregunta incrédula, ojeándo mi ropa como si viese a una indigente.

Estamos a mano querida.

—Sí —respondí.

No iré indecente como ella, yo en cambio tengo una falda café que llegaba un poco más abajo de mis rodillas, —Cinco dedos, más o menos—una blusa blanca bajo un sueter de lana color beige. Mi atuendo es casual para cualquiera que lo vea, mi vestuario le indica a otros que no soy una delincuente o una cualquiera, pero estoy abierta a hacer amigos.

Amigos decentes, sin tatuajes o cosas así.

Pero sé que podría hacer una apuesta de que todos en ese lugar visten como ella porque son personas desordenadas, groseras o mentirosas y la ganaría, de eso estoy segura. Por eso es que las personas decentes nunca vamos a esos espacios.

Nos encaminamos a la discoteca, aún sin creerme que Ava se haya atrevido a ponerse un vestido rojo siete dedos por encima de la rodilla, con un escote que no dejaba mucho a la imaginación.

En una esquina alumbrada por un cártel de colores neón, se aprecia la entrada al lugar nocturno, y si la calle repleta de basura no da una buena imagen de por sí, entonces los tipos mal vestidos con un cigarrillo en una mano y un trago en la otra destruían lo poco que incitaba a la gente razonable para entrar al lugar. Ava toma mi codo llegando frente al gorila de la puerta, ¿es en serio? ¿qué tanto puede proteger él si deja entrar gente vestida así?

—Hola Gray, no seas rudo con ella, es mi amiga —Saluda alegremente al tipo que le saca dos cabezas en estatura.

—Ava, no te metas en más líos —Le advierte mientras Ava me hala al interior de aquel lugar.

¡¿Líos?!, ¿en qué clase de problemas está metida esta chica?, ah, mi papá me lo había advertido. Yo sabía que debía hacerle caso, de seguro ahora estoy en un bar de criminales, me atarán, secuestrarán, pedirán un rescate, y cuando tengan el dinero me volverán el sushi que compras en el centro comercial.

—¿Mika?, ¡¿Mika?! —grita Ava rompiendo el hilo de mis preocupaciones.

—¿Qué? —pregunto irritada por las bocinas que hacen vibrar el lugar con su música.

—Que voy por un trago, ¿quieres venir?

¿Licor? Puagh, nunca, mi padre me mataría si supiera que tomé alcohol, es la regla número cuatro de hecho.

Cajitas de CristalWhere stories live. Discover now