Hanahaki

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Draco despertó en el despacho de Snape, lo reconocía por las veces que ya había estado allí antes. Era un lugar frio con tonalidades verdes en los muebles y cortinas, el otro color que predominaba era el negro, y las variaciones café lo hacían aún más rústico.

El olor a poción inundaba potentemente el ambiente otorgándole un aire casi medicinal a la estancia. Sabía que no se equivocó al pedir que lo llevaran hasta allí.

—Ya despertaste—escuchó que le decían desde el escritorio. Él estaba recostado en un sofá cómodo que seguramente fue conjurado por el profesor— ¿Te sientes mejor?

No sabía si su director de casa hizo o no algo en él, pero no diría que se sentía bien hasta que compruebe que ya no estaba tosiendo jodidos pétalos de flores.

—He tenido días mejores.

Y como si quisiera ratificarlo, su cuerpo lo obligó a toser una vez más. Esta vez mostrando pétalos de belladona azul*.

Sintió la mirada escrutiñadora de Snape y le devolvió el gesto impasible.

—No es una maldición—fue todo lo que le dijo su mentor.

Draco bajó los párpados y se reincorporó de a poco en el sofá, visualizando como las flores expulsadas por su cuerpo se desintegraban con un viento inexistente.

— ¿Tienes una idea de lo que te sucede?—Draco negó con la cabeza— ¿Por qué no permitiste que te llevaran con Madame Pomfrey? —no hubo respuesta. Snape resopló—He visto tus síntomas antes, de muy cerca de hecho. Yo los tuve—lo dijo como si no fuera de gran importancia, pero sabía más que nadie que ese era un mal que dejaba una clara marca en la vida de quien sea.

El rubio amplió los ojos con sorpresa y después con alivio, nunca creyó que Snape fuera conocedor de su condición, mucho menos que la hubiera padecido. Ahora ya todo estaba mejor, todo era cuestión de una poción que lo haga volver a la normalidad y...

—Tienes una enfermedad, Draco. Y me temo que será mucho más grave que en mi caso, principalmente porque en mi nunca se desarrolló en su totalidad—el hombre tenía ambas manos entrelazadas sobre la mesa y la mirada perdida, recordando el anhelo de un futuro que jamás le perteneció—Tus orígenes son los que te condenan ¿No te parece extraño jamás haber oído de algo como lo que te está pasando? Es porque todos los magos que la han padecido pertenecieron a una alta posición social, todos ligados a familias antiguas y sangrepuras. Por supuesto, muchos han llegado a resolver cuál es la causa de su enfermedad, y a estas alturas no me extrañaría que tú mismo lo hayas hecho. Por ello, entenderás, no estaba en sus intereses revelar su condición.

»La enfermedad es muy rara y escasa en estos tiempos, solo se desarrolla totalmente en magos de sangre pura debido a las raíces mágicas del síntoma, el resto sólo presenta una alteración temporal en su sistema que dura una semana, ellos únicamente tosen  rosas, rojas cabe recalcar. Lo cual me lleva a pensar que en ti la enfermedad se desarrollará por completo y que se intensificará con el tiempo...

El despacho era oscuro y silencioso, Draco lo estaba notando más que nunca. Era un lugar ideal para brindar una mala noticia, el sitio idóneo para informar de un cambio radical que sería para mal.

En su cabeza solo había dos palabras flotando en bucle: No ahora.

El hombre de cabello grasiento y nariz prominente lucía serio, sumamente serio. El relato lo hacía con voz monótona, aceptando las circunstancias actuales—Has tosido belladonas—señaló.

Draco apretó la tela de su pantalón y se mantuvo en una postura firme, sin ceder paso al inminente cóctel de miedo y rabia que lo abordaba.

— ¿A qué se refiere con...—carraspeó— ¿A qué se refiere con resolver cuál es la causa?

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