Capítulo 21

478 23 1
                                    

Narra Ian

-Pensé que nunca te iba a volver a ver Ian-dijo el doctor Thomas.

Era un hombre de unos 60 años, risueño, con una cabellera compuesta por varias canas. De pequeños ojos café, era mi médico desde que cumplí la mayoría de edad.

Hacía tiempo que no iba a verlo por lo que, me esperaba el reclamo.

-Sí lo sé, le dije que nunca más volvería a verme.

-Pero estás aquí. Te veo muy bien-dijo con una sonrisa.

-Dentro de lo que cabe estar en una silla de ruedas.

El doctor Thomas carraspeó su garganta, se notaba que se había sentido incómodo por el comentario que había hecho.

-Siento mucho tu situación Ian, pero como te dije poco después del accidente, podrías volver a caminar. El impacto, tan dañino no fue. Bueno sí que lo fue como para dejarte inválido pero tanto como para serlo para siempre, ese no es tu caso.

Sermones, ya empezamos con los sermones.

-Y yo sé que me lo dijo con la mejor de sus intenciones y le pido disculpas si por el aquel entonces me comporté como un idiota.

-Estás perdonado Ian, nunca me enfadé por tu actitud. Era normal. Pero bueno, no creo que tu visita sea solo por cortesía.

Una sonrisa muy tímida se posó en mis labios. Maldita sea, ¿soy un libro abierto o qué?

-Quisiera saber si... aquel sobrino suyo podría...

Después del accidente el doctor Thomas me dijo que me iba a dar los datos de su sobrino que era fisioterapeuta pero la idea se le borró al instante cuando yo le mandé al diablo.

-¿Jim? Oh, claro. Todavía sigue en pie la proposición-dijo él.

-No he sido el mejor paciente del mundo ¿verdad?

-He tenido peores-abrió el cajón de su mesita donde rebuscó hasta sacar una tarjeta que me extendió.-Toma, dile que vas de mi parte.

-Gracias doctor-dije cogiendo la tarjeta.

-Por cierto Ian... Me alegro mucho que hayas tomado esta decisión.

-Yo también, doctor. Yo también.

-Te acompaño-dijo Lucy, intentando levantarse de la silla lo más rápido que pudo.

La miré y alcé la ceja con una sonrisa burlona.

-¿Así?-le pregunté mirándole de arriba a abajo.

-¿Qué pasa?

-Lucy, estás muy guapa embarazada te lo he dicho pero... no me lo tomes a mal, es que casi no puedes ni moverte.

-¿Tú también?-exclamó cruzándose de brazos.- Lara me dijo lo mismo. Con eso no es que me animais mucho a ser madre otra vez.

¿A dicho madre otra vez? Así que pensaba serlo eh...

-Vaya. Pensabas serlo otra vez.

-No me has entendido bien-dijo moviendo las manos nerviosa.-Lo que quise decir es que lo pensé pero ya se me pasó esa locura.

-Pues vaya... yo que quería que los niños tuvieran un hermanito o hermanita.

-Sabes que no me ayudas nada. Yo solo quería acompañarte a ver al fisioterapeuta.

-No hace falta.

-Voy a ir.

-No irás.

-Sí iré.

-No.

-Egoísta.

-Pesada.

-Te odio.

-Eso no te lo crees ni tú.

-No lo sabes tú bien.

Me acerqué poco a poco hacia donde estaba ella lo que provocó que diera un paso atrás.

-Te... vas a hacer tarde.

Paré en seco. Como cambia de tema tan derepente.

-Bien, puedes venir pero si te cansas no es mi culpa.

-Que bondadoso-dijo ella con sarcasmo.

Narra Lucy

Llegamos al lugar con la consecuencia de que mis pies casi ni las sienta. Pero no le iba a dar el gusto a Ian de verme así.

La recepcionista nos recibió con una amplia sonrisa y nos hizo esperar. Se escuchaba dentro un gran ruido de las máquinas para hacer ejercicio.

Nos recibió al cabo de poco, un chico rubio, de ojos verdes. Un Brad Pitt de pies a cabeza.

-Señor Miller, mi tio me ha hablado de usted. Mucho gusto-dijo y le extendió la mano a Ian y él le correspondió.

-Ella es mi prometida, Lucy-dijo Ian presentándome.

Vaya, viva el etiquetado. Su prometida. Se me hacía raro escuchar esa palabra.

-Felicidades entonces, ¿para cuándo es la boda?-preguntó el chico.

-Para dentro de 4 meses-dije.

-Y por eso quiero ponerme en forma, para la vida de casado y las tareas que conlleva. Tú ya me entiendes-dijo Ian guiñándole un ojo. Los dos empezaron a reir a carcajadas. Hombres...

-Bueno entonces empecemos.

Nos condujeron a una camilla donde acostaron a Ian y empezaron a darle masajes en las piernas durante media hora en cada pierna.

-Si es constante la rehabilitación, en poco tiempo podrás caminar. Estoy seguro-dijo Jim el fisioterapeuta.

-Gracias Jim-dijo Ian muy sonriente.

Volver a caminar. Cuanto deseaba que Ian sea otra vez el mismo.

-Puedes ir a asearte. Allí habrá personal que te ayudará.

Yo me dispuse a ir detrás de Ian

pero él me indicó que no hacía falta.

No lo entendia, sentía una mirada penetrante a mi alrededor.

-¿Cómo has estado?-la voz de Jim me hizo volver a mirarlo aunque no quisiera.

-¿Perdón?

-No te acordarás de mí. Hace unos 7 meses salvé de ser arrollada por un coche a una jovencita que iba caminando como si nada.

-Sigo sin entender...

-Pues yo entiendo ahora muchas cosas.

Que chico más raro. Se habrá confundido con otra persona. Eso suele pasar.

Siempre fuiste túWhere stories live. Discover now