04

314 22 11
                                    

—Cariño, ¿Qué haces levantado? —pregunta Elizabeth al darse cuenta de la presencia de Christopher en la cocina.

—Quiero cenar contigo —dicho eso se encamina hacia su esposa y la ayuda a servir el comedor.

—¿Cómo te sientes? —interroga Elizabeth mientras se ubicaba en el comedor.

—Estoy bien, cielo. Sólo quiero descansar.

Dicho esto, ambos comenzaron a comer y cómo de costumbre, en silencio, dirigiéndose miradas y cortas sonrisas. Ambos eran personas totalmente llenas de amor para entregarse uno al otro, atentos y hasta celosos —Aunque no tuvieran razones para estarlo— Se amaban y compartían una vida juntos, para ellos, eso era lo más importante.

Minutos más tarde, ambos terminaron de cenar e inmediatamente se levantaron. Christopher comenzó a recoger los trastes mientras por otra parte, Elizabeth se encargaba de decirle que ella se encargaría de recogerlos y posteriormente lavarlos.

—Cielos, Christopher. Te he dicho que yo los lavo —protestó Elizabeth cuando observó a Christopher lavando los trastes.

—Y yo te he dicho que lo haremos juntos.

Elizabeth suspiró dándose por vencida y recordando lo terco que era su esposo. Se acercó a él tomó la esponja y seguidamente comenzó a lavar los trastes. Sus dedos rozaban y pequeñas sonrisas se dibujaban en el rostro de Elizabeth, la misma se sentía afortunada de tener a alguien como Christopher en su vida. La joven siempre había sido bastante cursi, mientras que por otra parte Christopher siempre había sido un poco más serio. Sin embargo, a pesar de lo diferentes que podían llegar a ser, estaban completamente enamorados.

Cuando terminaron de lavar los trastes, procedieron a secar sus manos y posteriormente a caminar hacia su habitación. Ambos estaban cansados, principalmente Christopher; que lo único que tenía en mente era el trabajo de mañana. El mismo, plasmó un beso en los labios de su esposa y se acomodó en su cama dispuesto a dormir. Por otra parte, Elizabeth se dirigió al baño, colocó su pijama y para cuando volvió a la habitación su esposo estaba completamente dormido. Sonrió al observarlo descansar, se acomodó en su lugar y se propuso a dormir.

A la mañana siguiente, Christopher se levantó como de costumbre y observó a su lado con el fin de contemplar a su esposa dormida. Sin embargo, para su sorpresa, ella se había levantado. Se dirigió al baño y se dispuso a ducharse. Por otra parte, Elizabeth se encontraba en la cocina, sirviendo el almuerzo de su esposo, guardando su medicamento en el maletín y sirviendo el café. Había pensando en algo antes de dormir; quizá si se levantaba antes y le preparaba todo, él no se demoraría tanto en salir al trabajo, debido a que cada mañana, Christopher debía esperar por el café y según ella, había encontrado la solución al problema. Sin embargo, los minutos transcurrían y su esposo aún no terminaba de vestirse. Suspiró al darse cuenta que la culpa no era del café, debido a que este ya comenzaba a enfriarse. Tomó asiento junto a su taza de café y esperó unos minutos más, hasta que observó a su esposo entrar a la cocina.

—Buenos días, cariño —saludó Christopher, mientras plasmaba un corto beso en la frente de su esposa.

—Buenos días —saludó Elizabeth—. Vas tarde de nuevo.

—Lo sé, me demoré en la ducha —contestó mientras le daba otro sorbo a su café.

Christopher terminó su café y al igual que cada mañana, dejó su taza en el fregadero. Dio un beso a su esposa y corrió en busca de su maletín. Posteriormente salió de su casa y sintió la fría brisa de un nueve de febrero abrazarlo, esto hasta que subió a su auto y lo colocó en marcha directo a su trabajo. El joven aumentó la velocidad al observar la hora y darse cuenta que podía llegar casi a tiempo; y así fue. Eran las 7:05 a.m cuando Christopher estacionó su auto, tomó su maletín y caminó hacia la empresa. Como de costumbre, al entrar saludó a algunos de sus compañeros. Dispuesto a dirigirse hacia su oficina a continuar con su trabajo, algunos de sus otros compañeros incluyendo a la licenciada que lo auxilió se acercaron a él con el fin de saber su condición, a lo que este les respondió.

—Tengo síncope vasovagal. Luego les daré más detalles, tengo mucho trabajo que hacer.

Sin más, Christopher se dirigió a su oficina y sintió alivio al no observar a su jefe dentro de ella. Tomó asiento y posteriormente se preparó para continuar con su informe. Mientras esperaba que su computadora encendiera, observó su maletín, lo tomó entre sus manos y seguidamente lo abrió para así encontrarse con varias carpetas, su almuerzo y la razón por la cual en realidad había decidido abrirlo; su medicamento. Rápidamente se levantó de su asiento, tomó en su mano un vaso con agua del filtro que se encontraba en una de las esquinas de su oficina y en la otra una de sus pastillas. Fue cuestión de segundos para Christopher tomarla y disponerse nuevamente a realizar su trabajo.

Mientras los minutos transcurrían, Christopher estaba sobre la hora del almuerzo. Sin embargo, el joven seguía igual de centrado en su trabajo, de vez en cuando volvía al principio de su informe con al fin de asegurarse de que encontrara en un perfecto estado. Estaba colocando todo su empeño y dedicación en este informe. No fue hasta que se vio interrumpido por la licenciada avisándole que la hora del almuerzo había llegado hace cinco minutos. Christopher asintió haciéndole una seña de que ya iba, a lo que esta sonrió y salió de la oficina. Christopher le dio un vistazo más a su trabajo, sonrió al sentirse orgulloso de él y sin más, sacó el almuerzo de su maletín para seguidamente disponerse a almorzar junto a su compañeros.

—Me sorprende que no hayas llegado tarde hoy —comentó la joven licenciada acercando hacia él.

—De hecho, he llegado cinco minutos tarde, Michelle —contestó Christopher con algo de gracia.

—¡Es un gran avance! —exclamó Michelle.

—Te aseguro que algún día llegaré a tiempo —declaró Christopher.

—Suerte con eso —añadió Michelle entre risas y sin más, se retiró.

Una noche más. |Terminada|Where stories live. Discover now