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Christopher había meditado en su noche, recordando los divinos ojos de Elizabeth, imaginando como hubieran sido sus vidas al llegar a su vejez. Le había prometido siempre cuidar de su amor; Elizabeth era su gran bendición.
Su corazón le dolía, incorporándose en su cama, dio un bostezo y se percató de la ventaja que tenía despertar, recordar a Elizabeth era una de ellas, miró a su lado y ella no se encontraba.

Al menos en sus sueños podría observarla.

No era fácil resignarse a no volver a verla ni escucharla, mucho menos a compartir su vida sin ella, se cumplían tres meses desde la muerte de Elizabeth y su juicio seguía detenido, lo cual causaba impotencia en Christopher.

Con el dolor impregnado en su pecho levantó de su cama, tomó una ducha fría y luego de tomar el café que había hecho Michelle hacia unos días, salió hacia la floristería más y escogiendo las flores más hermosas y blancas, dirigió su rumbo hacia el cementerio. No había tenido el valor de presentarte los meses anteriores, no se sentía preparado para aceptar la realidad ni mucho menos decir adiós de nuevo.

Cuando la suela de sus zapatos caminó por el verdoso césped del cementerio su corazón se contrajo y sus ojos ardieron. Elizabeth estuvo en los momentos más difíciles de Christopher, lo había mimado y consentido. Elizabeth era el cercado, era la base que mantenía de pie su pequeño mundo; sin ella nada se sentía igual.
Se posó frente a la lámina de su amada y se arrodilló para seguidamente dejar salir las lágrimas que seguían amenazando en salir.

—Perdón… —susurró con dolor —, perdón por no visitarte antes, ¿es por eso que has decidido hacerlo tú no? —interrogó buscando respuesta alguna —, Elizabeth vivir sin ti ha sido duro, no me he sentido bien ni una sola vez.

Entonces levantó su mirada nuevamente hacia la lámina, quitó las flores marchitas de la misma y con una tierna sonrisa colocó las nuevas.

—Espero que te gusten, es irónico, ¿no? Cuando estabas a mi lado no solía regalarte flores a pesar de que sabía que te gustaban, nunca me pareció algo necesario por la muerte que estas tenían —rió por lo bajo —, y ahora que estás aquí... No encuentro otra cosa más que darte.

Las flores se parecen a ti.

Christopher sentía que era hora de continuar con su camino, sin embargo, no era nada sencillo. En corazón sabía que si Elizabeth lo viera en estos momentos probablemente lo regañaría para seguidamente alentarlo a seguir adelante.

—Prometo visitarte más seguido.

Luego de contarle lo triste que había sido su vida en estos últimos días, prosiguió a despedirse con un triste adiós que dolió hasta lo profundo de su corazón. Limpió las lágrimas en su rostro y entonces se marchó.

Caminó por un parque cercano a su hogar, sintió la brisa impactar contra su rostro y se dijo así mismo que debía continuar, no por él sino por Elizabeth; debía seguir su rumbo y comenzar a aceptar las oportunidades que la vida le ofrecía.

Era humano, su corazón dolía, su mente lo atormentaba y una profunda nube negra amenazaba amenazaba en desatar su furia contra él, pero eso no era lo que Christopher deseaba, anhelaba una pisca de felicidad en su vida, un rayo de esperanza, deseaba paz en su corazón.
De vuelta a casa, el viento atrajo unos anuncios hacia los pies de Christopher, habían lanzado tantos… El joven recogió entre sus dedos uno de estos.

¿Necesitas ayuda?

Decía el anuncio. Sus cejas se fruncieron y entonces se percató de que era un grupo de ayuda, tomó asiento en una de las bancas y leyó con detenimiento, su corazón se aceleró al completar de leer el anuncio.

Lunes y jueves
8:00 am.

Se llevó la mano hacia su cabeza y la rascó, mañana era lunes y debatía entre ir y no ir, entonces recordó lo que estaba deseando hace unos instantes y supo lo que debía hacer. A pasos rápidos se dirigió hacia su casa y al llegar, abrió su computador ubicado posteriormente en su rodillas y se dispuso a buscar el grupo en el navegador; se sorprendió al percatarse de los buenos comentarios acerca del mismo, al parecer había funcionado con tantas personas que Christopher anhelo ser una de esas personas.

Su día transcurrió entre ansiedad, nervios y temor. Entonces cuando observó caer la tarde, se fue a su cómoda cama y entre sus manos tomó su celular y percatándose de un mensaje de Michelle dándole las buenas noches, sonrió con ternura.

—Buenas noches para ti también, Mich.

Dejó el aparato de lado y entonces cayó dormido. A la mañana siguiente se despertó ansioso recordando lo que su día le esperaba, observó el reloj que tan marcaba las siete y media de la mañana, entonces se incorporó con rapidez, tomó una ducha y se dispuso a preparar el café para seguidamente vestirse.

Finalmente tomó la taza de café entre sus manos y luego de beber varios sorbos se percató de que solo le quedaban diez minutos antes de que la charla comenzara. Rápidamente salió de su hogar y comenzó su rumbo hacia el lugar que decía en el anuncio.

Av 58, diagonal al hospital San Juan.

Minutos más tarde Christopher estacionó su auto frente a lo que parecía un pequeño local, había hermosos árboles a las afueras del mismo y unos banderines que daban la bienvenida a las personas. Se veía muy colorido.

El joven se adentró hacia el lugar y entonces observó cómo se encontraba casi lleno y a lo lejos pudo visualizar un asiento donde rápidamente se ubicó.

—Luego de la pequeña enseñanza traída el día de hoy, continuaremos a la presentación de las personas que asisten por primera vez y a escuchar su historia —concluyó una mujer que se encontraba a tan solo dos metros lejos de él.

—La enseñanza se llama “Esperar” —informó la rubia observando con una sonrisa a los presentes —, La vida de los seres humanos está rodeada de muchas incertidumbres, ¿Podré mantenerme sano?, ¿Podré encontrar la felicidad en algún punto?, ¿Podré seguir adelante?. Nadie sabe con exactitud todas las respuestas sobre su presente y menos su futuro, sin embargo, tenemos que estar seguros de que luego de la tormenta, sale el sol. Haré un claro ejemplo, para Dios, la esperanza es todo lo puesto a desear algo con duda e incertidumbre; debemos tener la confianza de que eso que esperamos ocurrirá o nunca lo hará. Todos perdemos la esperanza de vez en cuando, especialmente cuando las cosas no salen bien. Naturalmente nos cansamos más cuando nadamos contra la corriente, todo es mucho mejor cuando alguien que amamos camina con nosotros en esos momentos —prosiguió la joven con confianza —, Cuando tenemos nuestros pies sobre un puente que se tambalea y debajo tenemos un abismo, es mejor fijar los ojos en algo inmóvil que esté al final del puente. Mirar hacia atrás o hacia abajo implica un riesgo en nuestra confianza, el miedo se apodera de nosotros, perdemos el equilibrio y nos caemos. Ante los abismo, debemos mirar fijamente ese “algo”  inmóvil, llenarnos de valor y esperanza, así triunfará nuestra fe —concluyó.




Una noche más. |Terminada|Onde histórias criam vida. Descubra agora