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Para cuando la hora del almuerzo terminó, volvió a su oficina y se enfocó nuevamente en su trabajo. Christopher estaba decidido a terminar esto lo antes posible y nervioso porque era fin de semana y la reunión con los inversionistas sería el miércoles de la próxima semana. Atrajo hacia él, el informe que estaba realizando y entonces procedió a observar cada detalle de los movimientos de la empresa.

Cuando las horas habían transcurrido sin Christopher haberse dado cuenta, Michelle; su compañera licenciada, de 27 años de edad. Entró a su oficina y le informó que era hora de volver a casa. Christopher se sorprendió por lo rápido que había transcurrido el tiempo sin darse cuenta. Sin embargo, al observar su reloj, sintió el cansancio recorrerlo y las ganas de volver a casa para estar junto a su esposa.

—Gracias por avisarme Michelle, ya salgo —le contestó Christopher.

Michelle por otra parte, le sonrió y posteriormente, se retiró. Sin más, Christopher tomó su maletín y guardó su informe, estaba dispuesto a trabajar el fin de semana en él. Apagó su computadora y seguidamente se levantó de su asiento dispuesto a salir del lugar luego de haber apagado la luz.

Mientras Christopher iba de salida, se despidió de varios compañeros de trabajo que se topó en el trayecto, el hombre les deseó una feliz tarde y fin de semana al igual que siempre y salió de la empresa. Para cuando disponía a subir a su auto, observó a Michelle dispuesta a subir al de ella, la misma se notó de la presencia de Christopher y extendió su mano al cielo agitándola, con el fin de causar una despedida. Christopher por otra parte, realizó la misma acción y subió a su auto.

Christopher viajó hacia su casa bajo un atardecer fresco, donde los árboles terminaban agitándose por la brisa, pero que sin embargo, a pesar de parecer estar recorriendo un perfecto clima Christopher decidió ir con los vidrios arriba y poco tiempo después, aceleró la velocidad cuando notó que estaba cerca de casa. Al transcurrir de los pocos minutos, Christopher se encontraba estacionando su auto frente a la misma, posteriormente tomó su respectivo maletín y bajó del auto. Se encaminó hacia su casa y al adentrarse, escuchó a su amada esposa en la cocina, hablando.

Christopher dejó el maletín en uno de los sillones y se dirigió hacia la cocina, donde contempló a Elizabeth hablando por teléfono y comenzando a realizar la cena. La misma, poco después se percató de la presencia de Christopher, le sonrió mientras se despedía de la persona al teléfono y para cuando la llamada había terminado, Elizabeth se encontraba caminando hacia su esposo para abrazarlo.

—Te he extrañado —comentó Elizabeth.

—También te he extrañado, cariño —le contestó Christopher —. ¿Con quién hablabas? —preguntó caminando hacia la cafetera, dispuesto a tomar una taza del café que yacía en la misma.

—Con mis padres —respondió —. Quieren que vayamos la próxima semana a visitarlos.

—Cariño, sabes que estoy completamente ocupado con el trabajo —le respondió Christopher, dando un sorbo a su café.

—Lo sé, no tiene que ser entre semana. Podemos ir de viernes a domingo, por favor —pidió Elizabeth.

Para Christopher no tenía ningún sentido ir de visita a casa de los padres de su esposa, para él, serían una molestia en casa de sus suegros, pero no sólo eso; Christopher también amaba dormir solo en su cama, no en una para visitas. Sin embargo, al observar el deseo de su esposa por visitar a sus padres, aceptó ir. La emoción que reflejó la misma, hizo sentir a Christopher que los dos días que no dormiría en su cama, valdrían la pena.

Los padres de Elizabeth viven al otro lado de la ciudad, a unas cuentas horas de donde se encontraban ellos. A pesar de parecer un viaje tedioso, Christopher echó fuera las malas vibras y se enfocó en otras cosas. Dejó la taza vacía en el fregadero y ayudó a su esposa con la cena, mientras lo hacía tuvo una idea para compartir el día de mañana con su esposa.

—Salgamos a cenar mañana —le sugirió a Elizabeth.

—¿A dónde vas a llevarme? —interrogó la misma con una sonrisa en sus labios.

—Será sorpresa —respondió Christopher con algo de gracia.

—¡Vamos, no seas así! —exclamó Elizabeth riendo.

—Así son las cosas, ¿aceptas? —Interrogó sintiéndose victorioso.

Elizabeth se dio por vencida y tras una sonrisa, aceptó ir a cenar mañana con su esposo. En el fondo estaba emocionada, lo había extrañado durante toda la semana y compartir con él, era lo que más le gustaba.

Para cuando la cena estuvo lista, ambos se dispusieron a cenar y a los pocos minutos de haber culminado, juntos decidieron lavar los trates, se les había hecho una costumbre hacerlo; era una de las cosas que compartían juntos. Al culminar, ambos se encaminaron hacia su habitación, se adentraron al baño y posteriormente optaron por bañarse juntos.

Para cuando las nueve de la noche habían llegado, ambos estaban completamente limpios y con su respectivas pijamas puestas, tomaron su lugar en la cama y encendieron la televisión, a pesar de Christopher estar completamente exhausto, estaba dispuesto a verse una película entera junto a su esposa. Sin embargo, por otra parte Elizabeth bien sabía que el joven no pasaría de la mitad de la misma.

—¿Te has tomado tu medicamento? —interrogó Elizabeth.

—Lo hice en la oficina —contestó Christopher prestándole atención a la película.

—No hablo de esa, me refiero a la que te tocó hace una hora, Christopher —le recordó.

Christopher la observó reflejando en su rostro que lo había olvidado por completo y que estaba arrepentido. Sin embargo, Elizabeth no lo observaba de la misma forma; ella lo observaba totalmente seria indicándole que debía ir a tomársela. Christopher suspiró, le colocó pausa a la película y se encaminó en busca de su medicamento.

—¡Tampoco has comprado el nuevo que te recetaron! —exclamó Elizabeth.

—¡Lo haré mañana! —le gritó Christopher desde la cocina, para que pudiera escucharlo.

Poco después, Christopher se encontraba tomando de nuevo su lugar en cama y quitándole la pausa a la película. Tomó la mano de su esposa y le prestó su total atención.

Al pasar alrededor de cuarenta minutos, cuando la película de acción le comenzaba a agradar a Elizabeth —Quien es amante de las películas de terror y romance—. Observó a su esposo y se percató que el mismo ya estaba comenzando a roncar. Le sonrió de lejos, tomó el control y quitó la película. Sin embargo, no apagó el televisor, encontró una película perfecta de romance para seguir despierta y se enfocó en ella desde el primer instante.

Una noche más. |Terminada|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora