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—Christopher, hablemos por un momento —le pidió Eli.

Juntos caminaron hacia el pequeño sillón que se encontraba en la sala de estar y tomaron asiento. Inmediatamente la atmosfera cambió totalmente en el lugar y se tornó incómoda.

— ¿De verdad forzaste el arma? —preguntó inquieta.

—Oh…Suegra yo, para ser honesto, sólo intentaba proteger a Elizabeth —respondió llevando la mano a su cabeza.

— ¿¡Estás diciendo que realmente provocaste el accidente!? —preguntó Eli ahora exaltada.

— ¿¡Qué!? No,no… Yo simplemente quería detenerlo. Suegra, ¡cómo puede pensar algo así!

— ¡Si no hubieras hecho semejante cosa y simplemente le hubieras entregado a ese ladrón lo que quería, mi hija estuviera viva! ¡Eres realmente culpable también! —gritó mientras el llanto se hacía presente.

— ¡No es así! Suegra, por favor cálmese. También estoy pasando por esta situación, es realmente difícil para mí también.

—No importa lo que digas ahora mismo, para mí tú también tienes responsabilidad allí.

Entonces Eli se levanto de su asiento y caminó hacia su respectiva habitación, el nudo que sentía en su garganta no iba a permitirle ni siquiera expresar toda su impotencia, y su roto corazón, se estaba haciendo trizas. Era comprensible, el dolor de una madre y la sed de justicia para la muerte de su hija, el enterarse que su yerno forcejeó el arma es algo difícil de procesar, es por eso que por otra parte, Christopher respiró profundo y decidió darle su espacio a Eli.

Christopher caminó hacia su habitación y decidió analizar la situación; finalmente la persona que mató a Elizabeth estaba en la cárcel, inclusive, había aceptado su pecado. Más sin embargo, no podía pensar en una manera de atar el caos de su vida, el dolor de su corazón le impedía siquiera tener la misma energía al llegar a casa desde su trabajo. Bien sabía Christopher que era necesario siquiera continuar con su trabajo, necesitaba solventarse y mantener algo que amaba para distraerse, pues cada momento en el que no estaba haciendo nada, su mente se encargaba de hacerle presente esa noche donde sostuvo a su esposa por última vez.

¡Cuán dura puede ser la vida al robarte tan cínicamente a alguien que amas! Cuanto puedes sufrir por medio de la desesperación y las ganas de volver a ver a esa persona; cuán inesperado puede ser ese momento donde debas decir el último adiós.

Porque cuando somos capaces de mantenernos sobre nuestros pies y tenemos un corazón sano, nos decimos a nosotros mismos que perder a personas es parte de un proceso y que a través de ese proceso podemos crecer espiritualmente, más sin embargo, ¡cuán difícil puede ser pasar por un momento así! Cuan incapaces nos sentimos en el momento, cuan débiles y cuan deteriorados. Un momento donde sentimos como nuestro corazón se comprime y el dolor en el pecho se incrementa.

Para Christopher en ese momento, era imposible pensar en una manera para sobrellevar la situación, mucho menos podía pensar en que en el futuro sería una mejor persona. El perder a un ser amado es totalmente distinto a perder a un conocido, cuando pierdes a un ser amado, lo único que te queda a la larga, es aprender a vivir con ello.

Para el día siguiente, Christopher se levantó más temprano de lo común y por supuesto realizó su almuerzo, su respectiva taza de café y posteriormente prosiguió a prepararse para ir al trabajo. Su mente se sentía cansada, luego de la plática su suegra, la atmosfera en su hogar se había vuelto tensa, no hubo otro intercambio de palabras entre los dos.

Minutos más tarde, Christopher salió de su hogar, de detuvo para apreciar la fría mañana y seguidamente subió a su auto. Condujo con descuido hacia su trabajo, incluso por momentos, fue engañado por su mente al escuchar la voz de su esposa hablándole. Como de costumbre, estacionó el auto en su respectivo lugar y se dispuso a entrar en la compañía donde, al poner un pie dentro de ella, los rostros de los empleados fueron directo a él y un silencio se apoderó del lugar.

Con lentitud, Christopher caminó hacia su respectiva oficina, en la cual se encontraba su compañera de trabajo, Michelle.

— ¿Te encuentras bien? He estado preocupada por ti, luces pálido.

—Escuché su voz…—susurró—. Ella me habló, Michelle.

—Oh Christopher, tú…Siéntate —le pidió Michelle —. Quiero que sepas que puedes contar conmigo para lo que necesites. También quiero ser una buena amiga para ti, seré más atenta.

—Creo que me estoy volviendo loco. Gracias Michelle, yo realmente lo aprecio —contestó Christopher tomando asiento finalmente.

— ¿Has estado tomando tu medicación? —interrogó la joven.

—Para ser honesto, no he puesto mi atención sobre mi enfermedad, tampoco me he sentido mal físicamente estos días. No te preocupes.

—Entiendo. Por favor, si necesitas algo, llámame; incluso si sólo quieres hablar.

—Lo haré, gracias.

Finalmente Michelle dio una cálida sonrisa a Christopher y salió de su oficina, quedándose completamente sólo. El joven respiró profundamente y continuó con su trabajo, a pesar de ser varias veces interrumpido por su mente, al recordar lo que escuchó en su auto.

El día de trabajo finalizó para Christopher, tomó sus respectivas pertenencias y salió de la compañía directo a su auto, donde subió segundos después. Sentía el agotamiento recorrer su cuerpo, así que condujo rápidamente hacia lo que había sido su pequeño refugio junto a Elizabeth, donde lo único que ansiaba cada día era salir de su trabajo para poder verla.

Más sin embargo, Christopher no dejó de escuchar la voz de su amada en el auto, por el contrario, parecía más real por cada segundo que seguía escuchando.

¡Realmente me estoy volviendo loco! —exclamó Christopher.

Más sin embargo, la voz en su cabeza no se detenía y sus lágrimas, finalmente amenazaban en salir.

Una noche más. |Terminada|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora