Un poco de amor

8K 438 237
                                    

Eric Roy, mortal.

Solía pensar que era el más fuerte en mi edificio, hasta algunas veces imaginaba ser el más fuerte del estado o del país o, incluso, del mundo; pero no era así. Pensaba que mi fuerza (auténtica, por cierto) me transformaba en una especie de superhéroe, alguien así como Superman o Hulk (sin la piel verde, claro está) pero eran puras mentiras. Todo producto de una fantasía que yo había creado, pero esta se desmoronó cuando el hijo de mi vecina de enfrente, la Sra. Jackson, se mudó con ella hace alrededor de tres semanas.

Y fue en ese momento cuando las cosas comenzaron a cambiar...

Los suspiros de la recepcionista ahora eran de él (aún con las ojeras y la cara de muerto viviente que normalmente traía)

Los pedidos de ayuda de la Sra. Carter ahora los socorría él.

Los comentarios tiernos y confortantes de los adorables niños Johnson, ahora los recibía él.

Todo aquello que me reconfortaba y subía el ánimo por las mañanas, ahora lo tenía él, Percy Jackson.

¿Y qué podía hacer yo si todos sabían que había algo mejor justo en la puerta de enfrente?

Había sido ridículo pensar que después de mi patética adolescencia, después del tiempo y dedicación que hubo en el proceso de mejorar mi cuerpo. Después de todo ese infierno, donde veía como salida el tirarme desde lo más alto del Empire State Building; pensar que mi vida iba viento en popa y que pronto alcanzaría la cúspide de la felicidad había sido una de mis mayores tonterías.

Quien lloró ayer y lloró hoy, llorara mañana.

Me hubiera gustado saber que Percy pertenecía a esa mayoría que consumía esteroides, aquellos que optaban por el camino fácil y no se beneficiaban con los resultados del trabajo duro. Pero desde el momento en el que apareció en mi camino, supe que cada musculo no se debía a ningún atajo, sino al esfuerzo y ejercicio. De todas formas, volví a engañarme y comencé a pensar que cabía la posibilidad de que él consumiera de aquellas hormonas.

¿Es necesario decir que eran puras patrañas?

No debí sucumbir ante esas ideas. Siempre va a haber alguien mejor. Pero no pueden culparme... era agradable ser visto cómo un superhéroe.

Después de eso, comencé a entrenar aún más. Pasaba la mayoría de mi tiempo en el gimnasio, tal vez le sobre exigía a mi cuerpo, pero todo era para sentirme mejor conmigo mismo.
____________________________________

Una noche, cuando volvía de mi entrenamiento, oí unos gemidos de dolor femeninos. Me acerqué al callejón de donde provenían y allí me topé con una chica de cabellos dorados y esbelta figura. Con precaución me aproximé hasta donde se encontraba; no se percató de mi presencia hasta que me paré junto a ella y le tendí mi mano. Por un momento ella me miró desconfiada, se olvidó del dolor y se encargó de analizarme. Pero cuando entendió que yo no era una amenaza los quejidos regresaron.

En ese momento fue cuando descubrí la gravedad de su estado. Su nariz sangraba, tenía profundos cortes en su rostro y brazos, unos recientes hematomas alrededor de su cuerpo, junto con unos desagradables raspones. Pero lo más preocupante era la hemorragia de su estómago, veía como ese líquido carmesí e inodoro se pegaba a su camiseta naranja, parecía como si algo la hubiese atravesado. Siendo realista, no entendía como todavía seguía con vida.

—Tranquila, voy a llamar a una ambulancia— le dije.

—N-N-No—dijo con su voz entrecortada. —Ell-Ellos n-no pueden a-ayu-d-ayudarme.

—Sí pueden. Tranquila, no hay de qué preocuparse. —prometí. Debía mantenerme sereno, ella no podía verme nervioso, eso no ayudaría en nada.

Percabeth entre mortalesOn viuen les histories. Descobreix ara