Mi fruto prohibido

5K 300 331
                                    

Gavin Cooper, mortal.

Marica.

No era la primera vez que algo así sucedida. La mayoría pensará que es triste que me vea obligado a enfrentar esta situación, pues están equivocados. Triste era el hecho de que ya me había acostumbrado. Después de encontrar esa palabra con anterioridad en cuadernos, libros de texto y en cartas anónimas enviadas en medio de las clases, ¿quién en mi lugar no se habría familiarizado un poco con la situación? Sabía perfectamente que la palabra que se encontraba en la puerta de mi casillero había sido trazada con un marcador permanente negro de punta extra ancha, con un trazo de 5-15 mm, con tinta de secado rápido, casi sin olor y resistente a la exposición de luz y al agua, fabricado por la empresa alemana edding. También tenía la leve sospecha de quienes habían sido los responsables, no solo porque, usualmente, se trataba de ellos, sino porque también reconocía sus risas.

Y en este momento, estaba riendo. Justo detrás de mí.

Sé que debería marcharme e ignorarlos como suelo hacer, pero no podía. No esta vez. Era la primera vez que esos idiotas se atrevían hacer de mi humillación algo público. Justo ahora, esa palabra se encontraba al alcance de todos. Sabía perfectamente que más de uno giraba la vista para verme a mí y a mi casillero. Nadie se amontonaba, eso los hubiera delatado. Pero reducían el paso cuando pasaban junto a mí. Y eso, era peor. Porque mientras yo me hallaba aquí, estático, en un estado de absoluto shock, siendo incapaz de moverme, el constante sonido de pasos a mi alrededor me recordaba que, aun así,  el mundo seguía su curso. 

—Buenos días, Gavin.

Mierda.

Solo cuando escuché su voz fui capaz de volver a moverme. Y mi reacción, no fue para nada sutil.

Giré sobre mis talones y mi espalda se estrelló contra mi casillero. La fuerza del impacto provocó que un fuerte ardor viaje a través de mi espina dorsal, pero reprimí la mueca de dolor, mi prioridad ahora era ocultar la palabra de sus ojos. Las cosas empeorarían si no lo hacía.

—¿Está todo bien?

Ambos sabíamos que nada estaba bien, mi silencio lo dejaba claro. Pero no tenía por qué saber hasta que punto las cosas iban mal. A fin de cuentas, había podido ocultarle las notas, los cuadernos y los libros, estaba seguro que también podría evitar que vea lo que había en mi casillero.

—Gavin, ¿qué sucede?

Me mordí el labio esperando que algo pasara, algo que evitara que descubra mi pequeño secreto. Una bomba nuclear en medio la escuela en este momento sonaba bastante bien.

Pero nada de eso pasó, nada explotó, ni se inundó, ni se incendió. Y yo recibí un leve empujón que permitió que la palabra vuelva a estar a la vista de todos.

En menos de un segundo pude ver como la ira invadió sus facciones, sus puños se cerraron con fuerza hasta que sus nudillos quedaron blancos, sus labios se apretaron con firmeza y en sus ojos comenzó a brillar una llama de furia. Me retracto, algo sí iba explotar, pero esta vez, no quería que eso sucediera.

—Dime quién fue— pidió con el poco control que aún conservaba.

Su rostro se volvió rojo, y yo no fui capaz de dar otra respuesta que no sea tragar en seco.

—No es nada, déjalo, hablo en serio— me atreví a decir.

Pero no escuchó mis palabras, aunque sí oyó las risas. Giró lentamente y fulminó al grupo de chicos que reían a carcajadas, ese acto provocó más risas, lo que corroboraba que eran o muy valientes o muy idiotas al tener el atrevimiento de burlarse en la cara de alguien que se veía con deseos de asesinarlos.

Percabeth entre mortalesWhere stories live. Discover now