Aprendí la lección

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Nicole McCormac, mortal.

Sin duda amaba los sábados. Era mi día favorito de la semana. Absolutamente incomparable, completamente perfecto. El sábado era inigualable, era el único día de la semana en el que se abrían las puertas de Clarion Ladies Academy y nosotras, las estudiantes, teníamos permitido salir al mundo real.

Odiaba mi internado.

Odiaba sus horrorosos y anticuados uniformes.

Odiaba a las aburridas profesoras.

Y odiaba a mis padres por haberme mandado aquí. Por lejos este, era el peor de los castigos.

¡Olvidas a tu hermano en el supermercado y ya es razón para que te manden al otro lado del país!

Por supuesto que esto solo fue una excusa. Mis padres siempre quisieron que estudie aquí, y cuando, accidentalmente, dejé a Trevor, mi hermanito, abandonado sin supervisión cerca de la sección de comida vegetariana, vieron la oportunidad perfecta para mandarme aquí. Decían que Clarion Ladies Academy iba a ayudarme a ser "más responsable".

Siendo justos, olvidé a mi hermano porque hubo una emergencia: el perro de mi mejor amiga había muerto, necesitaba ir a consolarla, pero claro, mis padres solo notaron la mala hermana que había sido, no la buena amiga que fui para Priya.

Mis progenitores decían que esto era una oportunidad, en eso tenían razón. Era una oportunidad para que ellos se deshagan de mí. Al menos no terminé como mi hermano mayor, James, a él lo mandaron a una escuela militar.

El lado bueno fue que, gracias a esto, pude hacerme amiga de mi compañera de cuarto: Rachel Elizabeth Dare. Ella tampoco quería estar aquí, así que esta escuela también era una tortura para ella.

Y hasta ahí llegan mis similitudes con Rachel. Hablo en serio. Somos completamente diferentes, física y psicológicamente.

Ella tiene un bello, largo y rizado cabello pelirrojo; en cambio, el mío es corto, pelinegro y grasoso.

Rachel era dueña de unos ojos del color de las hojas en primavera, los míos se asemejaban más a las hojas en otoño.

Mientras Rachel gozaba de un envidiable metro setenta, yo podía sumarme a club de los enanos de Blancanieves. 1,50 no es mucho.

Mi compañera es genial en arte, yo prefiero el teatro. Y aquí entre nos, odio pintar y dibujar.

Su familia es exitosa y rica. Mis padres, cuando mi abuela les comentó que ella sería la que se encargaría de mi educación, se aseguraron de enviarme lo más lejos posible; una boca menos que alimentar.

Rachel no tiene hermanos, yo tengo nueve. Mi sueño es ser hija única.

Ella tiene buenas notas, yo no tanto.

Su bolsillo siempre está ocupado por un cepillo de plástico azul. En los míos solo hay monedas para las máquinas expendedoras.

Podría seguir hablando de todas las diferencias que existen entre nosotras, pero creo que ya entendieron el punto, ¿cierto?

Más allá de eso nos llevábamos genial, éramos buenas amigas.

¿Por qué les hablo sobre Rachel? Simple, en este momento se encuentra a mi lado. Hoy, aprovechando que es sábado, nos despertamos tarde, así que nos perdimos el desayudo. Por eso, cuando por fin nos levantamos, ambas estuvimos de acuerdo en salir a comer algo.

— ¿A dónde crees que deberíamos ir? — pregunté— Creo que hay un Dónuts Monstruo por aquí cerca.

Rachel frunció el ceño ante mi propuesta.

Percabeth entre mortalesWhere stories live. Discover now