El vómito no es romántico

5.7K 315 206
                                    

Miles Parrish, mortal.

Hola. Soy Miles, y estoy pasando una de las peores noches de mi vida. Tal vez les parezca que estoy siendo dramático, pero así lo siento. Y es que gracias a mi hermano gemelo me encontraba solo y perdido en una horrible fiesta, rodeado de gente que no conocía.

¡Gracias Aaron!

Te agradezco enormemente que como buen hermano que eres, me hayas arrebatado el libro que estaba leyendo y que con tu hermosa actitud me hayas dicho:"Deja de leer, traga-libros. Y hazme el favor de arréglate un poco porque iremos a la fiesta de los Stoll" yo no digo nada cuando te la pasas jugando con tus video juegos en lugar de estudiar. Ya ni recuerdo porque acepté vivir con él, ah cierto, porque mamá me lo pidió. El lado bueno es que pronto obtendré mi título como arquitecto y podré decirle adiós a ese apestoso departamento y al holgazán de mi hermano.

Volviendo a mi actual miseria, creo que ya había mencionado que estaba completamente perdido, lo único que sabía con certeza es que la fiesta la había organizado unos hermanos apellidados Stoll, a los que yo nunca había visto pero mi hermano me dijo que los conocía de la universidad y en el auto me había contado que sus fiestas eran épicas.

Me encontraba tan estresado que si no tuviera la cabeza rapada habría despeinado mi cabello.

Y ya que mencioné algo de mi apariencia física, mejor finalizo la idea, así conocen mi aspecto.

Soy un chico afroamericano, de ojos marrones y estatura alta. Si hablamos de mi cuerpo admito que no poseo el físico de mi hermano, y tal vez tenga unos cuantos kilos de más si me comparan con los estándares de belleza, pero no me quejo. Después de todo, mi cuerpo no va definir el resto de mi existencia.

En ese preciso momento una chica de cabello castaño y ojos verde por accidente chocó conmigo y derramó toda su bebida sobre mí.

—¡Lo siento tanto!—se disculpó.

—No te preocupes—la tranquilicé.

Un chico alto, delgado, de ojos azules, cabello castaño ondulado, cejas arqueadas, nariz y orejas puntiagudas, sonrisa sarcástica y un inquietante brillo en los ojos que me advertía que cuidase mis bolsillos; se acercó a nosotros.

—¿Sucedió algo Kit Kat?—preguntó a la castaña-derrama-bebidas.

—Nada, Stoll. Solo un pequeño accidente.

Tras esas palabras Stoll reparó en mi aspecto chorreante.

—Wow, sí que tienes puntería Katie. Supongo que estamos a mano, tú empapas a mis invitados y yo lanzó globos de agua a la cabaña de Deméter—se regodeó el chico. Al parecer le divertía la situación.

—Cállate, Travis—ordenó brusca.

—Cállame— el tono de voz que usó para decir esa simple palabra dejaba mucho en que pensar, por lo que no me sorprendí cuando un sonrojo invadió las mejillas de Katie.

Orgulloso del resultado de sus palabras, Travis posó sus inquietantes ojos azules en mí.

—Hay un baño en el piso de arriba. Tercera puerta a la derecha—informó así sin más.

—Gracias—agradecí antes de girar sobre mis talones en busca de las escaleras dejando a ese par a solas.

Por lo menos ya conozco a uno de los anfitriones—pensé.

Una vez que me encontré en el piso de arriba me dirigí hacia el baño y entré. Sin tocar. Lo sé, mala decisión.

El lado bueno es que no me encontré con nadie haciendo sus necesidades, o tomándose una ducha, o a dos personas besuqueándose contra la pared.

Percabeth entre mortalesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora